Capítulo 7

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(sin editar)

El tiempo que transcurrió mientras la tierra se movía fue indefinido, pero cuando al fin todo terminó, Karen salió del edificio como medida de seguridad y esperó a que todo volviese a la normalidad. Alrededor, todo era un caos de gente nerviosa y temerosa de posibles replicas. Pasó al menos una hora hasta que el susto pasó, la electricidad volvió, y los teléfonos volvieron a tener señal. Lo primero que recibió, fue la llamada de su madre, preguntando si estaba bien. Posteriormente, llamó a su hermano, para preguntar por él y su mujer embarazada. Iba a llamar a Alondra cuando su teléfono recibió la llamada de un número recientemente registrado.

—¿Estás bien? —preguntó Alonzo al otro lado de teléfono— ¿No has sufrido ningún daño?

—Estoy perfectamente bien—respondió ella intenta que su voz sonara calma, aún estaba en shock— ¿Y tú?

—Bien, gracias a Dios. Creo que debemos posponer la cita —Karen no lo veía, pero por su tono, seguro intentó esbozar una sonrisa, con el fin de relajar un poco el momento.

—Eso parece —concordó también con una semi sonrisa en sus labios. Parecía surgir de forma natural cada vez que él hablaba o estaba cerca.

Quedaron en cuadrar la cita para cuando las cosas se calmaran. Karen regresó a su apartamento, arregló las cosas que se había caído durante el terremoto, y comprobó que todo lo demás estuviera en orden. Cuando iba a echarse a su cama a descansar, su teléfono volvió a sonar, esta vez apareciendo en la pantalla el nombre del poseedor del número que debió haber bloqueado hace rato. Estuvo tentada de colgar, pero ya fuera por simple curiosidad, o por haber visto muchas de esas películas en donde tu ex te llama en su lecho de muerte, atendió un tanto preocupada.

—¿Hola? Karen ¿Cómo estás?

Bien, al parecer no estaba a punto de morir, pensó Karen y luego se reprochó por haber pensado en esa estúpida idea. Debía reducir sus dosis de ficción tanto en libros como en película.

—Bien ¿Y tú? —respondió con educación.

—Bien. Por suerte. Karen, yo...necesito halar contigo.

Karen calló un segundo. Ya había debatido lo poco sano que sería escucharlo, pero negarse a hacerlo significaría jamás superar del todo esa parte de sí que ya parecía sanar. Decían que algo estaba completamente curado cuando ya no te dolía recordarlo, o sacar el tema a colación, ella tenía que comprobar que así fuera, y evitar a Calor no ayudaría al fin.

—Habla—dijo después de un tiempo que a él le parecieron horas.

—No por teléfono, en persona.

Karen dudó, pero sintió que había llegado el momento de sacar eso de raíz.

—Esperemos a ver que tantos daños tuvo el terremoto, y cuando las cosas se calmen, nos vemos.

Carlo accedió, y si Karen hubiera visto la sonrisa en su rostro, puede que hubiera reconsiderado su idea.

—¡No puedo creer que ni siquiera me llamaras! Se nota que ya no hay ni un atisbo de preocupación hacia mi persona ¿No es verdad, Alonzo? Todo el día de ayer me quedé esperando un ¿Cómo estás Marisa? Y si no te llamo hoy, es obvio que no ibas a llamar nunca.

Alonzo suspiró y dejó de revisar las propuestas en la computadora para centrar todas sus energías en la mujer histérica que tenía al teléfono. Admitía que no había sido muy cortés de su parte no mandar ni siquiera un mensaje para saber el estado de la que aún llevaba su apellido, pero si servía como defensa —cosa poco probable— diría que no lo hizo por maldad o porque no le interesara en lo absoluto su estado de salud, simplemente se había olvidado de ella. Y sí, sabía que eso no sonaba mejor ni lo dejaba mal parado, pero después de que ocurrió todo, no fue su nombre el primero que se le vino a la cabeza al momento de realizar llamadas para saber el estado de salud de sus familiares y cercanos. Eso solo demostraba lo poco que le importaba ya la mujer que una vez fue el eje sobre el que giró todo su mundo, y era triste saberlo, porque significaba un cierre en su vida. La confirmación de que no todo dura para siempre, de que la felicidad es efímera, y de que a veces, las personas cambian sin darse cuenta, o quizás no siempre son lo que uno creyó que eran.

Una vida para encontrarte (Corazones rotos 2)Where stories live. Discover now