6.

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-Por ti.

-¿Cómo que por mí?

-Tu no querías que te besara.

Ella se echó a reír.

-Hazlo ahora y prueba suerte.

-No puedo.

-¿Por qué? Estaría abriendo una puerta que está mejor cerrada.

Aitana se acercó a él y colocó una mano en su mejilla. Luis no alejaba, era un querer y no poder. Al ver que no había respuesta negativa, la castaña se acercó aún más, uniendo sus labios suavemente. Fue un beso bonito, tan solo el tacto de sus labios marcando los del otro. Se quedaron mirándose a los ojos.

-Luis, te mereces ser feliz. No puedes vivir estancado al recuerdo de Graciela.

Luis suspiró mientras se levantaba.

-Vamos, anda. Paula está en el coche.

Ambos se subieron, pero seguían sin tener un destino fijo.

-¿Te quedas a dormir?- Aitana asintió.

Dos semanas después todo seguía igual. Más o menos. La relación entre Aitana y Luis había mejorado, pero no se habían vuelto a besar. Y no podía parar de pensar en que se repitiera.

Después de la muerte de Graciela no había estado con nadie más. Se había centrado en su trabajo y en Paula para mantenerse ocupado. Y había funcionado hasta ahora. Pero ya no más, porque estaba dispuesto a superarlo. Quería hacer recuerdos nuevos y ser feliz. 

Luis miró su móvil en el escritorio y marcó un número que llevaba tiempo sin marcar.

-Hola mamá.

-¡Cariño! ¿Estás bien? No sueles llamar, ¿Paula está bien?

-Sí, todo está bien aquí, ¿vosotros cómo estáis?

-Bien, hijo. ¿Y tu?

-Yo estoy bien. Estoy pensando en viajar a Galicia.

-¡Eso es estupendo! Paula vendrá, ¿no?

-Sí, buscaré vuelos para el próximo puente para que no pierda clase.

-Menos mal, tiene que estar enorme ya. ¿Y la chica esa vendrá? Paula me habló de ella, ¿cómo se llama?

-Aitana. No creo que vaya mamá, sería raro.

-De acuerdo, avísame cuando sepas cuando vienes fijo.

-Claro mamá, adiós.

Luis bajó a la cocina, donde solo estaba Aitana.

-¿Dónde está Paula?

-Se ha dormido, está en su cama.- Luis asintió.

-Han llegado unos documentos que tienes que firmar, tocaron a la puerta mientras estabas arriba.- Se los entregó y él comenzó a mirarlos. Cogió el teléfono y llamó a Raoul, un socio de su empresa, pero no se lo cogió.

-No puedo firmarlos yo todos y Raoul no coge el teléfono. Necesito a alguien menos de 39 que los firme.

-Me encantaría ayudarte, pero no conozco a nadie.

-¿Tu tienes 19, no? Eres mayor de edad.

-Sí.

-¿Los firmarías por mí?

-Pero, Luis, ¿qué es? ¿Es importante?

-No, no. Lo importante lo firmo yo porque soy el dueño. Esto es solo por si me sucede algo, que recurrirían a ti para estos papeles, pero no creo que llegue a pasar. ¿Estarías dispuesta? 

Pídeme la vida | AitedaWhere stories live. Discover now