Graciela miraba a Luis neutramente mientras él solo se limitaba a sonreír.
-¿Por qué cada vez que estoy contigo sonríes?
-Me hace feliz verte cuando vuelves.- Graciela rió suavemente.
-Luis, no me vas a ver más.- Luis bufó.
-¿Te vas a ir ora vez?
-Nunca volví.- Hablaba mientras acariciaba la mejilla de Luis.
-¿Y por qué estás aquí?
-Te estoy dando mi aceptación, es hora de que pases página.
-¿A qué te refieres?
-No voy a volver, Luis. Deja que tu corazón descanse de mi, es hora de que me olvides.
Y desapareció, haciendo que Luis se despertase de golpe, con un sudor frío recorriendo su espalda y frente mientras le latía fuertemente el corazón. Notaba como le costaba respirar.
Luis sentía su pecho oprimirse mientras comenzaba a desesperarse, no podía siquiera ponerse en pie. Tomó su teléfono y llamó a Roi, dando únicamente un toque. Era su aviso para hacerle saber que necesitaba ayuda por un ataque de los suyos. En menos de cinco minutos estaba allí, ayudándole a tranquilizarse y sabiendo que exactamente que hacer puesto que no era la primera vez que ocurría.
Cuando lograron que se tranquilizase miraron la hora. Eran las siete y media.
-¿Estás mejor, tío?
-Sí, no te preocupes, estoy bien.
-¿Pero qué te ha pasado? ¿Te despertase así?
Luis simplemente asintió. no queriendo dar más detalles.
-¿Te quedas a desayunar?
-Sí, pero después nos vamos al médico.- Cepeda bufó.
-Pero si no ha sido nada, ya estoy bien.
-No has podido ni controlarlo, no te daba un ataque así desde hace años.
-¿Café y tostadas?
Ambos desayunaron y llamó a Ana, asegurándose de que hubiera llevado a su hija al colegio. Tras eso fueron al médico, donde le dijeron que no podría soportar muchos más ataques de esa gravedad y que debería cuidarse y someterse a la menos cantidad de estrés posible. Le había afectado fuertemente al corazón.
Cuando Aitana llegó a las cinco, se marchó Roi, informándole antes de lo que había ocurrido y de las preocupaciones del médico. Aitana se preocupó al instante por él y le hizo pasar todo el día en reposo mientras ella se ocupaba de Paula.
A la noche, Aitana acostó a Paula y se quedó con ella hasta que se durmió. Al salir de la habitación se encontró con Luis, que se negaba a seguir guardando reposo al día siguiente.
-Muchas gracias por cuidarnos a los dos hoy.- Le sonrió de forma sincera, con los ojos.
-No podía hacer menos, necesitas estar relajado. Si cualquier cosa pasa llámame, ¿vale? Intentaré llegar pronto y puedo cuidar de Paula más tiempo si lo necesitas.
-Ya has hecho demasiado, no te preocupes, en serio.
-Si necesitas que cuide de ella por las noches también no tengo problema, de verdad.
-No, ella no se despierta una vez que se duerme, pero puedes quedarte a dormir igualmente.- Aitana se sonrojó.
-No es lo correcto, Luis.
-¿Por qué? Es tarde y no me vas a dejar llevarte en coche. Además, Paula está dormida ya.
-Puedo tomar un taxi, no importa, de verdad.