0 | Prólogo

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El debate que se desarrolla en su cabeza parece no tener fin. Es cierto que Dean se siente sediento, pero también es cierto que no desea abandonar la calidez de su cama. La sed se irá en un rato, ¿no?

"Pero no es la sed lo que te mantiene despierto, sino la indecisión de hacer algo al respecto o no."

Finalmente, Dean suspira y sale de la cama, pero se arrepiente al instante cuando el frío del búnker lo envuelve. Se viste rápidamente con su bata y sus pantuflas antes de caminar fuera de la habitación rumbo a la cocina. Pese a la inmensidad del búnker y la infinidad de pasillos que separan las habitaciones, las constantes visitas al refrigerador hicieron que Dean aprendiera de memoria el camino a la cocina. Era fácil perderse en un lugar como ese, pero las luces del búnker permanecían encendidas siempre así que tampoco era toda una travesía llegar.

En cierto momento Dean se detiene. Si hay algo que no recuerda haber reparado en sus caminatas hacia la cocina del búnker es a Castiel sentado en medio de un pasillo, justo afuera de la habitación de Jack. El ángel apenas se inmuta cuando lo ve, pero muestra una sonrisa débil.

—Hola, Dean.

—Cas, si sabes que Jack no es de los chicos que se fugan de casa a medianoche, ¿verdad? No tienes que vigilarlo.

—Jack no es el motivo por el que estoy aquí. Confío en él —declara con voz suave.

Dean asiente y toma asiento junto a él, olvidando por completo su sed. Un escalofrío lo recorre cuando el frío del suelo se filtra por el fino material de la bata.

—A menos que te guste mirar fijamente las puertas no puedo adivinar lo que estás haciendo aquí —la boca de Castiel se tuerce en otra suave sonrisa.

—Estoy aquí por Sam, o al menos en parte.

Un furioso malestar se instala en su pecho al escuchar sus palabras. No es hasta ese entonces que Dean ve la luz de la habitación de Jack escurriéndose por los bordes de la puerta, y no es hasta poco después que también escucha la voz de su hermano en el interior.

—¿Por qué querrías a mi hermano a esta hora? ¿Me perdí de algo? —pregunta con falsa despreocupación, disfrazando al monstruo de los celos que araña su interior.

—No es ningún motivo personal, pero desde hace unas noches que Sam le relata cuentos infantiles a Jack. Él dijo que Jack aún podía hacer cosas que un niño humano hace durante su infancia, así que comenzó con los cuentos y a Jack le gustaron mucho —tras una breve pausa, añade en voz baja:—. Hace dos días pasé por aquí y lo oí hablando. El cuento me pareció particularmente interesante, así que me quedé aquí hasta que finalizó.

—¿Y por qué no solo entras? Sabes que Sam y Jack te adoran y no los molestarías.

Por primera vez, Castiel lo mira.

—Me gusta que Sam y Jack se lleven bien y tengan sus momentos. No es necesario intervenir siempre.

—Oye, tu presencia alegra a cualquiera. —más apenado que conmovido, Dean le da un suave empujón.

—Gracias, Dean —dice con sinceridad, sintiendo un fuerte rubor cubrir sus mejillas—. Yo también creo que tu compañía es agradable para cualquiera.

La conversación parece detenerse, pero sus ojos no son capaces de abandonar el cándido brillo que envuelve los de Castiel. Solía caer en la desgracia de olvidar que Castiel no era un familiar corriente, sino un forastero divino en su mundo cuya inocencia se manifestaba cada vez que algo desconocido se presentaba ante él. Los progresos humanos de Castiel son motivo de orgullo para los hermanos, especialmente porque ambos desean tenerlo con ellos por siempre.

Pero el cariño que Dean siente por el ángel no se asimila al de Sam. Sam ama a Castiel como a un hermano. Dean dejó de amarlo como a un hermano hace mucho tiempo. Después de tantas cosas que han pasado entre ellos, Castiel sigue ahí. Después de tanto tiempo, los sentimientos de Dean hacia él no han hecho más que intensificarse.

—Dean, ¿te encuentras bien?

Después de todo, Castiel se había convertido en uno de sus motivos para vivir.

—Sí, no te preocupes —responde, levantándose poco después y mirando a Castiel—. ¿Quieres ir a beber algo?

—Agradezco la invitación, pero quiero saber si Rumpelstiltskin irá por el bebé de la hija del molinero.

Dean quiere reír, pero la carcajada muere en sus labios cuando advierte la horrible similitud que el cuento comparte con su madre, Sam y Azazel. Su cuerpo se torna pesado y la sed vuelve a desaparecer.

—Dean... —lo llama Castiel suavemente, levantándose también— ¿Qué pasa?

—Estoy bien, Cas —reitera, dándole la espalda al ángel.

—Estás mintiendo —una mano se sitúa sobre su hombro y lo hace volverse—. Dean, sé cuando estás bien y cuando no, así que no te esfuerces en mentirme.

Dean quita suavemente la mano de Castiel de su hombro, pero se toma más tiempo del necesario con tal de sostener la mano ajena entre la suya.

—Tienes razón, estoy un poco decaído. ¿Sabes lo que me haría realmente feliz? —Castiel lo mira con una ansiedad casi hambrienta, y tras un silencio lleno de suspenso, Dean añade:— Que mañana a esta hora nos veamos en tu habitación. Hay algo que quiero mostrarte.

Castiel apenas es capaz de procesar las palabras de Dean, así que asiente en afirmación a su pedido, aún demasiado aturdido como para hablar. No es hasta que Dean le da las buenas noches cuando advierte el ritmo anormal de los latidos del corazón de Jimmy. Pasan minutos en los que Castiel no hace otra cosa además de mirar el mismo camino que Dean hizo para ir de vuelta a su habitación, extasiado en la repentina y especial atención que el Winchester mayor le estaba dando.

Desde otro punto del búnker, Dean sonríe con tan solo recordar la perpleja mirada de Castiel ante su inesperada propuesta. Por un momento llegó a pensar que el ángel mal interpretaría sus palabras, pero tampoco le habría sorprendido. Se trata de un encuentro en su habitación a medianoche y cualquier persona podría percibir hasta el más inexistente doble sentido oculto en las palabras, pero encuentra alivio en recordar que Castiel es un ángel y él no entiende esa clase de cosas.

Ya de vuelta en su cama, Dean usa su teléfono para buscar la ubicación de la librería más cercana al búnker, dudando de que la misma biblioteca del búnker contenga esa clase de libros. Al encontrar una librería a unos pocos kilómetros de ahí, toma una captura de pantalla y se deja caer rendido en la suavidad de su almohada. Su último pensamiento antes de dormir es la atenta mirada de Castiel ante el relato contado por Sam.

Mañana, esa mirada sería toda para él.

Soooo, esta es una historia corta basada en un comentario que leí hace un tiempo en otro fic mío, así que le agradezco profundamente a Chris (Chuck_Loves_Smut_) por haber comentado y por haberme inspirado inconscientemente ;-; ❤

Cuentos de hadas para ángeles ❴DESTIEL❵Donde viven las historias. Descúbrelo ahora