3 | Huérfanos al jugo

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o Hansel y Gretel.

El reloj marca las 23:04 de la noche, pero Dean se siente demasiado inquieto como para estar otra hora sentado frente al portátil mientras espera a que los ceros se alineen en el reloj. Tan tranquilamente como puede, se levanta y se dirige a la habitación de Castiel pensando en alguna excusa válida para justificar la antelación de su visita. No es que le avergüence admitir en la cara de su amigo lo bien, lo maravilloso que le sienta su compañía, pero prefiere llevar consigo una mentira bien planificada para rescatar parte de su orgullo en caso de que Castiel esté ocupado y, en palabras sencillas, lo rechace.

Cuando Dean se asoma por el pasillo en el que se encuentra la habitación de Castiel no solo se sorprende de haber estado en lo correcto al suponer que su amigo podría estar ocupado, sino de encontrarlo hablando con Sam, y cuando parece verlos sonriendo, Dean siente una infantil puñalada de celos en el pecho. Antes de que cualquiera de los dos se voltee para verlo de pie en medio del pasillo, Dean se mueve rápidamente hacia la pared. El niño en su interior no solo lo obliga a mantenerse oculto, sino a escuchar la conversación que se mantiene a unos pocos metros de ahí. Sí, Dean no está contento de comportarse como un chismoso, pero la curiosidad se sobrepone a cualquier insulto dirigido a su integridad.

—Sigo sin poder creer que Dean esté haciendo eso —dice una de las voces, soltando una risa. Dean la reconoce inmediatamente como la voz de su hermano.

—Él... se veía muy dispuesto cuando se ofreció a contar cuentos para mí. No podía decirle que no —tras una breve pausa, añade—: Además, esos cuentos son realmente... interesantes.

—Si Dean es quien los relata entonces puedo hacerme una idea clara de lo que toca escuchar —Sam suelta una risa—. Respecto a eso... Cas, si alguno de estos días quieres unirte a Jack y a mí para oír un cuento entonces puedes hacerlo. Nos gustaría tenerte ahí, espero que lo sepas —concluye con suavidad, mientras que en la lejanía el pecho de Dean vuelve a arder en celos.

—Vamos, Sam —susurra para sí mismo—. Tú ya tienes a tu ángel. No intentes arrebatarme el mío.

—Agradezco la invitación, Sam, pero estaré bien con Dean.

El Winchester menor asiente y le da las buenas noches Castiel. Dean decide esperar unos pocos minutos para levantarse y dirigirse a la habitación de Castiel.

—Hey —dice cuando el ángel abre la puerta—, ¿estás ocupado?

—No sé si "ocupado" sea el término más apropiado, pero iba a ver algo del contenido de Netflix mientras te esperaba —responde con simpleza, como si aquello no endulzara el corazón del cazador.

—Espero que no te moleste dejar la búsqueda del tesoro para mañana, porque ya estoy aquí. —Dean alza las cejas y sonríe, encogiéndose de hombros.

—Ya te lo he dicho antes, Dean —comienza a decir, viendo como el cazador toma asiento en la silla junto a la cama—, tu presencia no me molesta. Me gusta que estés cerca.

Dean asiente y le agradece con una sonrisa apenas visible, decidiendo si detesta o adora la transparencia del ángel. Castiel se quita la gabardina y luego se sienta en la cama para quitarse los zapatos, luego se posiciona sobre el centro de la cama para sentarse con las piernas cruzadas. Por alguna razón, algo en la postura tan relajada y humana de Castiel ahora mismo fascina a Dean sobremanera. Castiel observa la mirada casi perdida mirada de Dean sobre él con preocupación.

—Dean, ¿te encuentras bien?

—¿Huh? Oh, sí —sacude la cabeza y se repone distraídamente sobre la silla. Castiel no ha dejado de mirarlo.

Cuentos de hadas para ángeles ❴DESTIEL❵Donde viven las historias. Descúbrelo ahora