1 | La pequeña bestialista rebelde

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o Caperucita Roja.

Antes de tener el libro entre sus manos, Dean solo recordaba tres cosas sobre los cuentos infantiles. Primero, su madre solía leérselos cuando él era niño, segundo, la mayoría contaba con al menos una versión porno en video, y tercero, todos tenían finales felices. Cuando termina de leer la última línea de Caperucita Roja, no duda de ninguno de los puntos anteriores, pero sí se ve obligado a añadir otros nuevos:

Uno: Los cuentos pueden ser realmente aburridos.

Dos (nota urgente): Mientras leía, no pudo dejar de imaginar a Caperucita manteniendo un amorío con el Lobo Feroz. Tenía dejar de ver porno.

Tres: No va a leerle esa porquería a Castiel.

Su encuentro está planeado para la medianoche. Restando tan solo diez minutos para que Dean se dirija a la habitación del ángel, su cabeza gira en torno a una única solución. ¿Posponer la noche de cuentos? ¿Y decepcionar a Castiel? No, Dean jamás consideró eso como una opción. Es algo improvisado, pero divertido —o al menos según él—. Su idea le parece tan emocionante que no puede seguir esperando hasta la medianoche, así que sale de su habitación y va hasta la de Castiel. Dean golpea la puerta y Castiel se asoma casi de inmediato.

—Creo que alguien estaba ansioso por verme —dice en broma, alzando las cejas. Sin hacer caso a su comentario, Castiel lo deja pasar y cierra la puerta tras él. Dean arrastra la silla del escritorio junto a la cama y se sienta.

—Eres mi familia, Dean. Siempre me sentiré feliz contando con tu presencia —responde Castiel, sentándose en la cama. Su sencillez deja a Dean helado por un segundo, pero al reponerse descubre que se siente aún más contento que antes.

—Solo bromeaba Cas. Sabes que se siente increíble tenerte aquí, especialmente después de... —las palabras mueren instantáneamente en sus labios, al mismo tiempo en que el pesado recuerdo de la muerte de Castiel oprime su pecho con fuerza. Su boca se abre y se cierra, pero ninguna palabra sale de ella. Por más que lo intente, Dean no puede reponerse tan fácilmente. No de ese recuerdo. No de la noche en que Dean volvió a sentir lo que era estar muerto por dentro—. Olvídalo —añade tras un rato, forzando un tono despreocupado—, prometí que iba a leerte un cuento y pienso cumplir con mi palabra.

Los ojos de Castiel se abren en sospresa.— ¿Harás eso por mí?

Dean sonríe, advirtiendo la felicidad en la voz de Castiel.— No quiero verte otra vez a solas en el pasillo, así que sí. Espero que estés preparado para la mejor noche de cuentos de hadas de tu vida.

Castiel piensa en demasiadas palabras para responder, así que termina asintiendo con la cabeza de forma eufórica para luego recostarse encima de las colchas de la cama, mirando fijamente a Dean. Desde lo más hondo de su corazón, Dean siente el impulso de recostarse junto a él. La sola idea de tener la cabeza de Castiel descansando sobre su hombro mientras escucha atentamente cada palabra del cuento hace que su corazón se caliente de felicidad, pero se limita únicamente a eso: una fantasía.

Dean se repone de sus pensamientos y frota sus manos, sintiéndose nuevamente emocionado por lo que viene.

—El primer cuento que escucharás será Caperucita Roja, o como a mí me gusta llamarlo... —Dean sonríe con malicia—. La Pequeña Bestialista Rebelde.

— ♦ — ♦ — ♦ —

—Érase una vez una niña a la que todos llamaban Caperucita Roja, ya que estaba obsesionada con la caperuza roja que le había robado a un vagabundo agonizante...

Cuentos de hadas para ángeles ❴DESTIEL❵Where stories live. Discover now