15. Día quince

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Un café solo y una tostada de aguacate fue todo lo que Tamara desayunó junto a Garreth. Comió despacio, sin hambre, todavía afectada por la llorera que había derramado sobre Rob Winters y de la que Garreth Ollard no tenía idea.

Garreth no hizo preguntas ni mencionó el ataque desesperado de hacía unas noches, sino que se interesó por su viernes.

—¿Tienes planes?

Tamara quitó los ojos de su plato para mirar a Garreth y agradeció tener la boca llena. Le daría tiempo para pensar.

—Saldré con Jessica.

—Genial, podríamos tomar algo.

—Ah, te referías a la noche... —murmuró ella de repente, como si no hubiera caído en la cuenta antes—. En ese caso puede que me quede en casa. El trabajo me tiene agotada.

Garreth asintió lentamente y Tamara, aunque disimuló, notó su cambio de semblante.

Ese jueves fue un largo día que atravesó día con ayuda de Jessica Gardner, sin enfrentamientos con Stephanie Hinault ni Aaron Cowen, que volvió a la rutina de entrar y salir apresurado.

Pero al día siguiente, viernes treinta de septiembre, regresó a casa a las cinco, se descalzó y lanzó el bolso sobre la cama. El sol se filtraba a través de las persianas, pintando de naranja el suelo, y Tamara, desplomada sobre el colchón, sacó su móvil para desbloquear el número de Aaron.

No lo pensó dos veces.

Le dolía la foto, la traición y la desconfianza. Pero habían pasado veinticuatro horas que asentaron las palabras de Rob Winters en su mente y corazón, y sin darse cuenta ya estaba marcando el número de Aaron Cowen.

Los primeros tres tonos establecieron la conexión; su suspiro retembló y cerró los ojos. Estaba a punto de arrepentirse.

—¿Mi amor?

Tamara tembló al oír su voz esperanzada a través de la línea. No sabía si era lo correcto, pero su corazón había saltado.

—Quería... saber si aún tienes guardada la canción —murmuró, haciendo el esfuerzo de sonar firme pese al temblor.

—Por supuesto. ¿Te la paso?

Dispuesto, Aaron se despegó el teléfono del oído para colocar el altavoz y adjuntarle el archivo de música. Sentado en su sofá con Gedeon sobre el regazo, Aaron vio la guitarra apoyada en una esquina del salón y cerró su laptop.

—Mi amor, ¿quieres que te la cante?

No esperó a que respondiera. Dejó el móvil sobre la mesa de cristal, entre cartones de pizza y revistas de Aphrodite, y se levantó para tomar la guitarra. Gedeon, aunque alzó alarmado la cabeza, no se movió del sitio; solo azotó feliz la colita.

Afinó la guitarra, entonó la voz y arrancó con el primer acorde en fa.

Tamara se había tumbado bocarriba en la cama, con el móvil en altavoz junto al oído y los ojos clavados en el techo, sin quitarse la chaqueta vaquera. Había extrañado esa voz, las notas fluir como hechas para ella, las palabras girar en sus cuerdas vocales y la letra encajar en cada rima.

No hablaba de la ruptura, ni de Stephanie, ni de nadie excepto de ella, del día que la conoció.

—Eres tan bonita como el primer día.

Sin darse cuenta, él había terminado la canción y, recostado contra el mullido sofá, se dirigía al móvil sobre su rodilla, con la vista fija en el cielo oscuro. Oyó a Tamara reírse.

—Eso es mentira —replicó ella a través de la línea.

—Es verdad. Tus ojos preciosos, tu boca... Tu cabello largo me encantaba, pero el corte te queda increíble. Cuando te vi el primer día en Aphrodite, hace cinco años, creí que querías aplicar para modelo.

—¿Yo? ¿Midiendo uno sesenta?

—Yo te veo modelando, posando, actuando y haciendo el pino. Eres perfecta en todos los sentidos, siempre lo has sido. Y doy gracias a la suerte, al cosmos, a Dios, al universo o a lo que sea por ti porque... Contigo me saqué la lotería, mi amor.

Tamara no dijo nada, pero sonrió levemente. Podría escucharlo toda la noche.

—Gracias por salir conmigo. Por haberme hecho el hombre más feliz del mundo durante dos años, mi amor.

—Aaron, que me sube el azúcar...

—Me gustaría decirte tantas cosas.

—Adelante.

Tamara escuchó la respiración de Aaron caer pesada, así que supuso que se había acercado el móvil al oído pese a que el único escuchando era Gedeon.

—Me encanta cuando sales de la ducha. Sin maquillar, con el pelo mojado, enredado. Me encanta que te pongas mi ropa para dormir. Me encanta que me beses el cuello, que te agarres a mí como si me fuera a escapar. Y que leas mis columnas aunque no te interesen. Me encanta saber que puedo hacerte sonreír, considerando que cuando nos presentaron, fuiste muy seca.

—Pensé que tenías novia.

—Se ha intentado, pero las mujeres no aguantan mi estilo de vida. Ni siquiera yo lo aguanto. Eres la primera que se arriesga a morir conmigo en este horrible trabajo.

—Prefiero correr riesgos contigo que quedarme tras el mostrador. No estudié para eso.

—Esa es una de las cosas que admiro de ti, mi amor. Haces tu trabajo como si te gustara. Parece fácil, pero atiendes quejas, notificas, actualizas la página, soportas los dramas, convocas reuniones, haces llamadas... Eres la base de la compañía. Sin ti, Aphrodite caería en picado.

—No creo. Está Jessica.

—Sin ti, yo caería en picado.

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Holiii, después de mucho tiempo les traigo otro gif de Aaron Cowen:)

***Holiii, después de mucho tiempo les traigo otro gif de Aaron Cowen:)

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𝟑𝟎 𝐝í𝐚𝐬 𝐩𝐚𝐫𝐚 𝐫𝐞𝐞𝐧𝐚𝐦𝐨𝐫𝐚𝐫𝐭𝐞Where stories live. Discover now