25. Día veinticinco

5.1K 334 108
                                    

Trece hombres de cuerpos esculturales y caras de porcelana hicieron su entrada en la editorial de moda Aphrodite el lunes al mediodía, pero solo en uno se posaron los ojos de Tamara Masson.

Odiaba tener que hacerlo, porque Aaron Cowen no había dado señales de vida en todo el domingo que ella pasó con su eReader y sushi a domicilio, pero era lo correcto. Su madre se lo recordó aquella mañana antes de regresar a Pennsylvania en coche.

Garreth Ollard la vio, le sonrió y se acercó, embutido en aquellos jeans ajustados y el chaquetón negro de invierno.

—Quiero hablar contigo.

Lo dijo antes de que él abriera la boca. Garreth frunció el ceño, pero asintió, por lo que Tamara le rogó a Jessica que la cubriera en el mostrador mientras ella guiaba a Garreth hasta el final del pasillo izquierdo, a un lado de las escaleras.

—No quiero lastimarte ni sé cómo decírtelo, pero te vas el sábado y puede que no nos volvamos a ver, así que...

—Seguiremos en contacto, ¿verdad?

Tamara tomó aire. Se había perfilado los ojos y coloreado las mejillas de un tono tierra que resaltaba sus ojos cafés; Jessica le pintó los labios de rosa y acomodó los tirabuzones negros sobre los hombros.

—No creo.

Garreth frunció el ceño.

—¿Por qué? Vamos a desfilar en Milán, nena, puedo llevarte en primera clase. Tengo un jet, ¿sabes?

—Ahora mismo no estoy interesada en conocer a nadie.

—Ya nos conocemos —se extrañó él—. ¿Te refieres a mi familia? No te preocupes, no tienes que conocer a nadie. Yo vivo solo en Los Ángeles, en un dúplex de nueve dormitorios que me he ganado solo. Estás invitada cuando quieras.

—Garreth, no me gustas.

Garreth tensó la mandíbula cuadrada, tan distinta de la de Aaron, y se echó el cabello azabache hacia atrás. Sus labios formaban ahora una fina línea.

—Tengo el Range Rover ahí fuera, ¿te lo enseño?

Tamara bufó.

—No tienes nada excepto dinero.

—Me gustas, Tamara. Eres guapa, divertida y... ¿Por qué no intentarlo? No será nada serio, eso no me va.

—A mí sí —lo interrumpió ella—. Es cierto que eres muy guapo, Garreth, pero...

En ese momento Aaron Cowen bajó la escalera y, al verlos hablando tan cerca el uno del otro, se detuvo en seco.

Tamara se calló. Sus pupilas tiritaron cuando los ojos de Aaron la recorrieron de arriba abajo antes de pasar a observar a Garreth, que no dijo nada. Luego él se fue.

—¿Estás bien? —retomó la conversación Garreth.

Tamara había perdido el color. Garreth tomó sus manos y se acercó aún más.

—¿Es por él? —preguntó—. No me compares con un tipo que se ha acostado con sus propias trabajadoras, Tamara. No te merece. Yo te voy a escuchar, a escribir, a llevarte a donde...

—Lo único que quiero es tiempo. He estado viviendo antes de conocerte, así que creo que podré sobrevivir sin ti.

Se dio la vuelta de inmediato. No quería enfrentar aquellos ojos más tiempo; los de Aaron se habían clavado en su mente. Regresó a desplomarse junto a una Jessica Gardner que correteaba los dedos sobre el teclado a toda velocidad.

—¿Crees que hacerlo fue correcto?

—Fue necesario.

Tamara miró a su amiga, que no quitaba los ojos de la pantalla del ordenador, y escogió cuidadosamente sus palabras antes de preguntar:

—¿Por qué te suplantó tu hermana el día de mi cumpleaños?

Jessica giró la cabeza hacia ella con los ojos abiertos como platos. Las hebras rubias de la coleta caían onduladas sobre sus hombros en un desastre perfecto. Se había puesto roja.

—¿Cómo te diste cuenta?

—Extrañé tu estridente "feliz cumpleaños" donde siempre olvidas la tercera línea.

Jessica suspiró.

—Janis no es nada discreta —protestó, refiriéndose a su hermana gemela—. Ya le dije que no se pusiera traje, que se le salía la pechera, pero no me hizo caso. Desde que tuvo los bebés...

—¿Qué te pasó?

Jessica cambió la pestaña del documento que estaba redactando sobre los cosméticos recibidos y continuó tecleando.

—Necesitaba hablar con Rob. Algo relacionado con tu ex.

—¿Aaron? ¿Por qué?

—Porque era tu cumpleaños y el imbécil de tu ex no aceptaba tu derecho a salir y divertirte. Sea con amigas o con un modelo guapísimo. Así que le dimos una paliza.

—¿Qué?

—Al final abortamos misión porque Rob es incapaz de matar una mosca con esos brazos de Hércules. Más bien confiscamos todas las botellas de tu chico. —Miró a Tamara, que había ocultado la cara entre las manos—. No me odies, Tammy. Lo hice porque te quiero. Aaron será algo idiota pero no lo creo...

—Rob también me lo dijo. Que él jamás me lastimaría.

Jessica suspiró.

—Debería considerar salir con él. ¿Crees que acepte tomar café conmigo?

—¿Aaron?

—¡Rob Winters, boba!

Tamara respiró aliviada, aunque luego se encogió de hombros.

—Mejor pásate por su gimnasio. Te enseñará a usar cualquier cacharro con gusto.

—Sabes que... Aaron se va a Milán el sábado, ¿verdad?

𝟑𝟎 𝐝í𝐚𝐬 𝐩𝐚𝐫𝐚 𝐫𝐞𝐞𝐧𝐚𝐦𝐨𝐫𝐚𝐫𝐭𝐞Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora