capítulo 35.

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LUCY

La detención de Justin trajo una marea de cambios. Todo se veía diferente para Lucy, que solo en el transcurso de un mes experimentó una serie de hechos que la marcaron.

【moverse.】

A tres días de la detención, Bryce fue liberado bajo fianza. No le esperó el mismo destino a Justin, quién fue enviado a un correccional, dejando a Lucy aún más devastada. Quería verlo, pero no se lo permitían, aún no tenía oportunidad.

Terminó de empacar su última maleta, cuando Clay apareció en su habitación.

—Será raro que ya no estés ¿sabes?

Ella ladeó una sonrisa.

—¿Eso significa que me extrañarás?— trató de sonar divertida, aunque últimamente todo le sabía mal.

—No. Te seguiré viendo a diario en la escuela. Significa que extrañaré tener una hermana— dijo tierno, consiguiendo una sonrisa sincera en la castaña.

—Siempre voy a ser tu hermana— aseguró, forzando el cierre de la última maleta para dejarla lista. Miró la habitación, ya sin sus cosas y se sintió extraño. En poco tiempo había construido miles de recuerdos entre esas cuatro paredes. La mayoría con Justin.

Helena, su madre, había resuelto sus asuntos financieros y finalmente, se mudó también a la ciudad. Extrañaba a su mamá. Al menos tener nuevamente tiempo con ella sería bueno, aunque en realidad trabajaba gran parte del día.

—De todas formas, la casa no está muy lejos, así que me tendrás rondando por aquí— otra vez intentó bromear.

—¿Estás bien, no?— Clay se preocupó. Se preocupaba por ella.

—Sí, yo... Lo intento. Confío en Lainie, sé que ella está peleando por sacarlo de ahí lo antes posible.

—Ella lo está haciendo— aseguró Jensen.

♡♡♡♡♡♡♡♡♡

【el amor duele.】

Clay había averiguado a través de su madre, que en el correccional donde se hallaba Justin, podía recibir visitas una vez a la semana: cada jueves. Solo tenían que anotarse con anticipación. Lucy se anotó el número y llamó un día antes, apuntaron su nombre y le dijeron que la recibirían ese jueves. Por supuesto, Clay la llevó hasta el lugar.

—Gracias por traerme, Clay— dijo con sinceridad.

—No es nada. Te espero aquí.

Lucy abrió la puerta, bajó y se dirigió a la fría construcción repleta de medidas de seguridad. Ingresó guiada por un guardia hacia la recepción, donde le pidieron los datos.

—Espere aquí un segundo, señorita— le dijo quién la atendió. Ese lugar le daba escalofríos, pero esperó de todas formas. El hombre regresó algunos minutos después. —Lo siento. No quiere verla.

—¿Qué?— cuestionó sin comprender.

—Lo que escuchó. No quiere verla— repitió. Ella seguía sin creerle. Tenía que haber algo mal.

—¿Le dijo que era yo? Quiero decir, ¿le dijo mi nombre?

—¿Lucy Campbell, no?— ella asintió. —Se lo dije. No quiere recibirla.

El hombre, que la atendía mediante un vidrio, bajó la vista enfocándose en otra cosa. Ella lo miró por última vez sin saber que hacer. ¿Tenía que seguir insistiendo?

Back to you ⇥ Justin Foley ®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora