Capitulo 58

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   — ¿Nicolás? —despierto preguntando por él al no sentirlo a mi lado en la cama.

   Ya había pasado un mes desde que me reconcilié con Samanta y la fecha de mi casamiento se acercaba, poniéndome nerviosa, pero feliz. En este mes había ido dos veces a tomarme más medidas y volver a ver detalles del vestido, estaba quedando precioso. Ahora debo ir a buscarlo dentro de tres meses, exactamente dos días antes del casamiento. Me ponía algo nerviosa el hecho de no poder verlo hasta entonces, pero la modista me había jurado que me quedaría hermoso, y decidí confiar en ella.

   Anoche me había quedado a dormir en casa de Nicolás luego de cenar en su casa. Anya estaba feliz de estar con él de nuevo.

   Aunque debo admitir que hay algo que me preocupa, y ese algo no es algo en sí, sino que es alguien. Nicolás ha estado actuando de forma extraña esta semana, no sé por qué, no sé qué le pasa, lo único que sé es que hoy al despertar ya no estaba en la cama. Solo está Anya durmiendo a mi lado, pero Nicolás no está.

   — Hola mami —fue lo primero que dijo Anya al abrir los ojos.

   — Buen día cariño —le respondo dejando un beso en la punta de su nariz.

   — ¿Dónde está Nick? —pregunta sentándose en la cama.

   — No lo sé, ¿quieres que bajemos a ver? —ella asiente con la cabeza, soltando un breve bostezo.

   Me pongo la muda de ropa que me había traído ayer, que consistía en una blusa blanca con rayas azules, un jean negro y unas manotelinas doradas. Agarro a Anya en brazos, aún con el pijama puesto, y ambas comenzamos a bajar las escaleras.

   Abajo estaban todas las luces apagadas, las cortinas cerradas y pude notar que faltaban las llaves del auto de Nicolás, que siempre dejaba colgadas en el llavero de madera que estaba atornillado a la pared. ¿Dónde estaba? ¿Por qué había salido tan temprano? Y ahí fue cuando una idea horrible pasó por mi cabeza, ¿y si tenía otra mujer? ¿Y si había otra que él amaba más que a mí?

   Una lágrima amenazó con salir ante la simple idea de imaginarlo con otra mujer. Necesito hablar con alguien, necesito contarle lo sucedido, descargar tanta tensión.

   — Hola, Ginny —contesta al segundo tono.

   — Hola Sammy, ¿estás ocupada? —pregunto con la voz apagada.

   — No, ¿ocurre algo?

   — Verás, esta semana he notado que Nicolás está raro. Se la pasa encerrado en una oficina que tiene en su casa con la computadora y el celular. Cuando lo llamo no contesta y, cuando lo veo, su rostro no expresa felicidad exactamente.

   — ¿Qué piensas tú? —pregunta preocupada.

   — No lo sé, no quiero adelantar conclusiones, pero creo que tiene otra chica —que feo era admitirlo.

   — ¿Nick? —exclama sorprendida—. Ginebra, de él esperaría cualquier cosa. . . Cualquier cosa menos eso. Él te ama y de eso no cabe duda. Todos tienen malos días, quizás deberías preguntar qué le pasa, hablar con él. Quizás lo único que necesita es alguien que lo escuche —aconseja con la voz calmada.

   — ¿Tú crees?

   — Yo lo sé. Puedo reconocer cuando alguien ama y cuando alguien desea a alguien. Y créeme, amiga, que lo de él es amor.

   — Gracias amiga, me has ayudado mucho. En verdad te quiero —digo con una sonrisa que sabía que ella no podía ver.

   — Por nada, adiós —hace el ruido de un beso antes de cortar la llamada.

   Dejo el celular sobre la mesita de café mientras caminaba de un lado al otro del living, tratando de pensar en qué le diría a Nicolás cuando lo vea. No sé si debería enfadarme por desaparecer o alegrarme por su llegada.

   — Buen día —la puerta principal se abre y Nicolás entra a casa.

   — ¿Buen día? —lo miro seria—. ¿Buen día? Desapareces toda la mañana sin decir nada y lo único que dices al llegar es "buen día" —exclamo tratando de igualar el tono de su voz.

   — ¿Qué esperabas que dijera? —arruga la nariz.

   — Nicolás, faltan meses para nuestro casamiento. Si tu no quieres casarte, dímelo ahora, no esperes a unos segundos antes de la boda, eso me destrozaría —el tono de mi voz iba disminuyendo.

   — ¿Cómo puedes pensar que no quiero casarme contigo? —exclama caminando unos pasos hacia mí. Yo retrocedo levemente, mirando a Anya de reojo. Por la única razón que ahora no estoy llorando, es por ella.

   — ¿Cómo no pensarlo? Esta semana estuviste más extraño que nunca, te pasabas horas encerrado, no me hablabas, no respondías mis llamadas. Hoy te fuiste temprano cuando tú mismo me dijiste que los días que no trabajas sueles despertar tarde. Dime entonces, ¿qué debo pensar? —me sentía fatal, al borde de las lágrimas.

   — Todo eso tiene una explicación —contesta elevando su tono de voz—. Si solo escucharas. . . —niega levemente con la cabeza.

   — Estoy esperando —indico con los brazos cruzados—. Habla.

   — Lo lamento, pero no puedo contarte. . . Debo mostrarte —añade tomando mi mano y dirigiéndome hacia afuera.

   — ¿Qué hay allí? —pregunto al ver que me conducía hacia su auto.

   — Ya verás —dice con una sonrisa.

   El clima afuera estaba frío, el viento volaba mis cabellos y el cielo estaba gris. Me abrazo a mí misma mientras caminaba hacia el auto. Nicolás me indica que abra la puerta trasera; dudando sobre su pedido, decido hacerle caso.

   Al abrir, un leve grito de sorpresa escapa de mí. No podía creer lo que estaba viendo. En el auto había un asiento de bebé y en él estaba Abigail, se veía hermosa con su conjunto rosa y la manta verde claro.

   Volteo mirando a Nicolás con los ojos llenos de lágrimas. Él viene hacia mí y se asoma a ver a la niña.

   — ¿Lo ves? Por eso estaba tan extraño, tuve que firmar muchos papeles para el trámite de adopción —explica con una sonrisa.

   — Yo. . . Lo siento tanto —confieso bajando la mirada—. Estoy tan feliz, no sabes cuánto me alegra —exclamo para luego abrazarlo.

   Me separo lentamente de él mientras limpiaba una lágrima que rodaba por mi mejilla. Nicolás se encarga de bajar a la niña del auto y ambos vamos hacia adentro, para evitar tomar más frío del que ya tomamos.

   Anya, que estaba sentada en el sofá, al vernos entrar corre hacia nosotros. La cargo en brazos, permitiéndole que vea a la niña que Nicolás tenía en brazos.

   — Ma, ¿quién es ella? —pregunta señalando a la niña.

   — Anya, cariño, ella es Abigail. Será tu nueva hermana —le explico tratando de sonar convincente.

   — ¿Una hermana? ¿Solo para mí? —pregunta sorprendida, señalándose con el dedo.

   — Así es —confirma Nicolás con una sonrisa, mientras quitaba un pedazo que manta que cubría el rostro de la niña para que Anya la pueda ver mejor.

   — Siempre quise una hermana —exclama mientras, con algo de duda en sus movimientos, acariciaba la mejilla de Abigail.

   La abrazo, dejando un beso en su mejilla. Era tan buena, tan comprensiva, tan. . . Parecida a Elliot.

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