Capítulo 7: Para evitar las lágrimas.

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Beteado por la fabulosa Sthefynice

Capitulo 7: Para evitar las lágrimas.

Con los paladines más que completos y el equipo conflictuado, Keith se convenció de que irse era la mejor opción para arreglar todo. El equipo lentamente se adaptaría, no le echarían de menos pronto, y así él podría ser útil en otro lugar sin que sobrara ningún Paladín.

La realidad es que estaba aterrado: no quería ser el líder, no quería seguir decepcionando a Shiro, tampoco quería que ninguno de sus compañeros dejara de ser Paladín, y mucho menos, confrontar la tensión que la guerra acarreaba en ellos.

Huir era más fácil y todo estaría mejor sin él.

Al menos, eso era lo que creía.

Su llegada a la base que anteriormente había visitado para conocer a Prouz, fue fría y sin la menor fanfarria. Sus habitantes estaban más ocupados en sus labores usuales que en recibir a otro mestizo que se unía activamente a la organización. Tal vez el hecho de ser un Kyrl fue una novedad que llamó la atención de algunos H'yrux y B'yrox, algunos intentaron una tenue interacción que tal vez Keith pudo reconocer como coqueteo. No pudo confirmarlo debido a que Kolivan los alejó con su olor espeso y gruñidos de advertencia.

Kolivan odiaba la indisciplina, lo aprendió rápido.

No le dieron tiempo ni siquiera para acomodarse en una cabina estrecha que se suponía, sería su pieza por el resto de esos meses, mucho menos de efectuar las preguntas referentes a su madre y la información que podrían proporcionar sobre ella, todo fue apartado con un escueto: "todavía no es tiempo", antes de arrastrarlo al campo de entrenamiento.

—En Marmora exigimos el más alto nivel de disciplina y dedicación, esperamos que comprendas que se exigirá lo máximo que puedas ofrecer, Keith — Kolivan expresó con tono clínico una vez Keith arribara al campo. Tres reclutas estaban bajo el mando de Antok, repitiendo ejercicios de calentamiento—. Tu técnica es efectiva y sagaz, pero aún es descuidada, te precipitas.

—Yo no-

—Escucha—la voz atronadora de Antok gruñó, descuidando a sus protegidos por un momento—. Si no escuchas a tu líder no serás capaz de atender tu trabajo con propiedad, mocoso.

Keith bufó, listo para contraatacar, hasta que Kolivan les dio unas cuantas palmadas en el hombro, tomándole del cuello en un apretón firme. Un gesto de guía y seguridad.

Keith recordaba vagamente ese toque de algún otro lugar.

El recuerdo tenue de su padre bajo la luz cegadora del verano llegó a él, sonriéndole con una de sus grandes manos sobre la nuca. Reluciente y feliz.

El recuerdo se fue con la misma facilidad que vino.

—Mi hermano tiene razón—Keith no intentó ocultar su ligera sorpresa ente la declaración que lo sacó de su ensimismamiento. Entendió entonces el innegable parecido entre Kolivan y Antok—, la comunicación es vital para un equipo. Debes atender a lo que tu líder dice, no basta el dominio en el arte de la lucha.

Después de, lo que Keith estuvo convencido, fue un sermón, empezó a entrenar bajo la tutela de Kolivan en vez de la de Antok, como el resto de los principiantes. Primero probó sus conocimientos básicos, para después colocarlo en una rutina de ejercicios, que incluían escalar una pared, bajar, superar obstáculos y volver a escalar por barrotes hasta una plataforma en donde debería completar una rutina completa antes de bajar y repetir.

Si fallaba en un paso, tenía que volver a empezar.

Si dudaba, tenía que volver a empezar.

Cualquier falla, la más mínima vacilación o inconsistencia, debía volver a empezar el ciclo de nuevo.

Excepto a TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora