Parte 1

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—Viktor, despierta Viktor. Creo que alguien ha entrado a la casa —hablaba Yuuri bajito, pretendiendo hacer que el hombre a su lado dejara la cama—. Ah, maldita sea contigo Vitya —murmuró al no obtener respuesta del otro—. Definitivamente eres el mejor en la cama... nadie duerme como tú.

Yuuri dejó la cama y caminó temeroso por la oscura habitación hasta el pasillo en el mismo estado y, viendo la luz encendida en la habitación al fondo de este, respiró realmente profundo. Andando sin miedo hasta esa habitación que adoraba saber ocupada. 

»¿Qué pasó? —preguntó el japonés sentándose en la cama, detrás del delgado cuerpo de la chica de cabellos plata recostada sobre la esta.

La chica no respondió, no con palabras, al menos, porque su delicado cuerpo tembló con fuerza mientras que algunos sollozos no lograban ser retenidos por ella.

»Erena, dime qué te pasó —pidió el hombre acariciando esos cabellos plata que amaba como a nada en la vida—. Dime ahora antes de que me vuelva loco.

—No quiero decírtelo —susurró Erena y lloró enrojeciendo el contorno de esos hermosos ojos azules que había heredado de uno de sus padres, del padre que no pretendía no llorar mientras acariciaba su cabeza y espalda.

—Vamos, amor. Necesito que me cuentes que ha pasado. ¿Por qué estás llorando de esta manera? —insistió el azabache y la chica giró para abrazarse a la cintura del que pretendía ayudarla.

—No ha sido nada malo —aseguró ella sin dejar de llorar—. Así que no te preocupes.

—Ere, ¿cómo podría no preocuparme si estás llorando así? Dime que ha pasado.

—En serio no es nada malo —repitió la chica—. Yo...

—¿Qué está pasando aquí? —preguntó un peliplata de ojos azules parado bajo el marco de la puerta a esa habitación. Y los dos en la cama pusieron sus ojos sobre él.

Yuuri le miró suplicante, Erena le miró con temor.

—No me siento bien —murmuró la chica apenas audible—. Lamento haber venido a molestar. Me iré mañana temprano, lo prometo.

Viktor no dijo nada, frunció el entrecejo y se devolvió a su habitación tras mirar a su esposo con esa extraña expresión que la peliplata interpretó como molestia.

»¿Debería irme ahora? —preguntó la chica para su padre. Yuuri le abrazó fuerte y suspiró honda y sonoramente.

—Ustedes dos me matan —dijo tras el suspiro, abrazando a su pequeña y lamentándose más por ellos que por sí mismo—. Dime que pasó, y ya no lo estoy pidiendo de buenas.

—No quiero seguir patinando —informó la chica y el cuerpo de Yuuri se desinfló—... y quiero ir a vivir a Japón.

El azabache levantó ambas manos hasta la altura de su cara y la talló con frustración mientras su pequeña hija lloraba sobre la cama.

—¿De verdad no pasó nada malo? —preguntó Yuuri y Erena lloró mucho más negando con la cabeza, asegurando al hombre lo que ya sabía: ella mentía.

Pero no dijo nada, solo acarició la cabeza de su ya nada pequeña hija mientras mil cosas le pasaban por la cabeza.

Haría mil excusas tontas que aceptaría porque necesitaba consuelo. Pero lo cierto es que al menos tener salud no le devolvía la paz que le robaban las lágrimas de su única y muy amada hija.

Estaba seguro de que lo que le había pasado no era solo malo, porque cuando las cosas malas le pasaban a ella, ella sonreía lastimosamente y seguía adelante tras respirar profundo. Pero esta vez ella había entrado a hurtadillas a un lugar donde no le gustaba estar porque Viktor estaba ahí. Eso aseguraba que lo que había ocurrido era más que malo. 

La peliplata no soportaba la manera en que le miraba su progenitor, por eso evitaba tanto como podía pisar esa casa, lugar que fue su refugio y vida hasta los diecinueve que decidió vivir sola.

Erena tenía la idea de que ese hombre la detestaba, Viktor estaba seguro de que ella le odiaba igual, y ambos eran iguales tanto en apariencia como en personalidad, por eso es que no se hablaban, y tampoco le permitían a él inmiscuirse en algo sin arreglo, según los otros dos.

Erena lo había estado haciendo bien sola. Había crecido en las pistas de patinaje, así que no había nadie mejor que ella sobre el hielo. Además, a pesar de la mala relación que tenía con Viktor, profesionalmente él le había apoyado demasiado. Aunque fuese siempre a través de Yuuri.

Habían pasado cuatro años desde que ella se independizó, y esta era la primera vez que la peliplata iba a buscar el apoyo de su padre. Pues, aunque no lo había dicho propiamente, quería que Yuuri le apoyara y ayudara en ese siguiente paso que buscaba dar.

Un paso sin sentido para Yuuri que no había logrado escuchar nada de su hija, una que se guardaba más de lo que debería. Pero si le había pedido ayuda para salir huyendo, le ayudaría a obtener ese respiro que necesitaba, aunque le doliera el alma que ella se alejara un poco más. 


Continúa...

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