Parte 7

430 49 41
                                    

—Señor Nikiforov —habló la chica viendo a un rubio inconsciente en el sofá a un lado de su cama antes de girar a su padre—. ¿Puedo preguntarte algo?

Viktor se quedó helado al escuchar a su hija dirigirle la palabra de nuevo. Y, cuando esos ojos tan iguales a los suyos se clavaron en él, asintió tragándose todas las desbocadas palabras que siempre que la veía se anudaban en su garganta.

»¿Usted qué siente por mí? —preguntó ganándole con esfuerzo a su nudo en la garganta, sin poder contener las lágrimas que escapaban de sus ojos—. ¿Usted me odia?

Viktor Nikiforov apretó los dientes con fuerza, soportando el dolor de cabeza y de alma que le aquejaban. Negó con la cabeza.

—Al único que odio es a mí —confesó—. Yo soy quien no supo protegerte, tú no necesitabas a un padre tan patético e inútil como yo, por eso te mantuve lejos de mí.

—Eso es lo más estúpido que he escuchado en mi vida —dijo Erena con sus azules ojos llenos de lágrimas—. Pensé que me habías alejado porque me odiabas... porque estabas tan decepcionado de mí que no soportabas verme... Cuando me mandaste a Japón aquella vez creí que te avergonzabas de que yo fuera tu hija.

—Eso es lo más estúpido que he escuchado en mi vida —dijo Viktor llorando también—. Tú eres la persona más importante en mi vida, lo que más amo. Si te alejé fue para no tener que ver que me odiabas porque no te supe proteger. Me odiaste por ello, ¿no? Es por eso que no volviste a dirigirme la palabra jamás, ¿verdad?

—Ustedes son lo más estúpido que he escuchado en mi vida —soltó Yuuri llorando—. Tan orgullosos, tan idiotas, tan cobardes. Todo ha sido un malentendido sobre otro con ustedes, pero no me escuchan, solo se hieren sin intención y me matan en el proceso.

—¿Me amas? —preguntó Viktor deteniéndose de ir a abrazar a esa chiquilla que adoraba con toda su vida.

—Te amo —aseguró la chica y recibió llorando el abrazo de ese que hacía mucho deseaba abrazar—. ¿Me perdonaste, papi?

—Nada tengo que perdonarte. Perdóname tú por no ser lo suficientemente confiable como para protegerte del dolor, bebé.

—Está bien —dijo Erena aferrándose el cuerpo del peliplata que la presionaba a sí—. No es tu culpa. Era el destino.

—Hablando de destino —dijo Yuuri—. ¿Estás bien con que sea Yurio? Sé que dijo que no te dejaría ir, pero las uniones se pueden romper, por eso, si no estás a gusto con esto, puedes decirnos. Lo arreglaremos.

—O lo desapareceremos —añadió Viktor.

Erena sonrió ante las declaraciones de sus padres y suspiró eliminando el resto de cosas que le pesaban.

—Estoy bien —aseguró la chica—. Si les confieso algo, estoy enamorada de Yurio nii desde los nueve, o algo así.

—Entonces todo bien —soltó el azabache sin confesar que ella había decidido casarse con Yuri Plisetsky cuando cumplió tres años.

—Saben —continuó la peliplata—, me dolió mucho cuando Yurio nii se fue, pero lo que más me dolió fue que yo me había enlazado a quien sabe quién. Eso me quitaba toda oportunidad, aunque tal vez no hubo oportunidad de nosotros desde el inicio... o eso era lo que pensaba. El destino es increíble, ¿no?

—Lo es —dijo Viktor recordando todo lo que sintió la primera que vio a ese hermoso japonés, y lo bello que era aún tenerlo entre sus brazos. Ellos también fueron parejas destinadas que se amaron aun cuando no se conocían.

Yuuri amó a Viktor desde la primera vez que le vio en el hielo, con Viktor fue lo mismo, solo que muchos años después y él se atrevió a hacer lo que el otro no, a propiciar su encuentro que terminó en un enlace y la encarnación de su bello amor.

—¿Ya pueden explicarme lo del bebé? —cuestionó la ronca voz de un ruso recobrando la conciencia.

—Ah, sí —dijo la chica—. Estoy embarazada... vamos a ser papás.

—Ok. Voy a desmayarme de nuevo antes de que el calvo se encienda —declaró Yuri y se cubrió con el brazo los ojos, no permitiendo que los otros le vieran llorar, sin poder evitar que le escucharan.


* *


—¿Lista? —preguntó Viktor andando hasta la hermosa ojiazul de vestido blanco que esperaba ansiosa en la habitación de la novia.

—Pues muy lista que digamos nunca he sido —dijo la chica y rió junto a sus padres—. Pero estoy medio preparada y muy emocionada. Siento como que para esto he nacido.

—Te equivocas —reprochó Yuuri—. Tú naciste para nosotros, para nuestra felicidad. No para la de Yurio, ¿eh?

Erena sonrió amplio y se abrazó a sus padres, un par que, aunque no le habían clavado los dientes, habían dejado una enorme marca de amor en su vida y corazón. 


—FIN—

—FIN—

Ops! Esta imagem não segue nossas diretrizes de conteúdo. Para continuar a publicação, tente removê-la ou carregar outra.


Y pues, esta idea llegó a mí gritando "¡ESCRÍBEME YA!" así que la he escrito a pesar de que quería no poner nada nuevo hasta el próximo año cuando, según yo, ya habré corregido todo lo que he publicado. Y lo sé, es corta, pero es hermosa y deseo la hayan amado como yo. 

Besos hermosuras!!!

MARCAOnde histórias criam vida. Descubra agora