¿Recuerdas cómo se siente el infierno?

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Los días pasaron lenta y corrientemente en la casa Loud. La cual estaba por primera vez desde que llegó el albino a ella, en silencio sepulcral. Nadie salía de sus habitaciones excepto para comer, ir al baño o algúna otra necesidad de alta ínportancia.

Lincoln era el que más resguardardo y retraído se había vuelto en la casa Loud. No salía muy menudo de su habitación, resguardandose sus salidas solo para ocaciones de gran urgencia; aunque también debía agradecerle a sus hermanas que amablemente le llevaban la comida a su habitación, comprendiendo que el chico no quería ver ni en pintura a tres de sus hermanas. La casa paso cerca de una semana en un silencio alarmante; como una especie de pueblo fantasma de dos plantas, ocho habitaciones, un sótano y un ático.

Lincoln por fortuna no se topaba muy a menudo con sus hermanas, pero cuando ocurría, el silencio era la única arma que el chico podia utilizar. Simplemnte se pretrificaba ante la idea de que mencionaran aquel traje de ardilla tan odiado por él. Hacia tanto que no se sentía tan devastado, su corazón se aceleraba y su cuerpo comenzaba a sudar con la simple idea de que Lori, Luan o Lola abriera la boca y derramaran su odio hacia él. Aún con el apoyo de Haiku y Tabby, que lo llamaban cada cuantas horas por preguntar su estado, cosa que el albino agradecía. Todo era arbitrario ya en la vida del albino, no sabía ni porque se esforzaba tanto en continuar. Si ni siquiera podía encarar a tres chicas, en definitiva mucho menos podría afrontar sus problemas emocionales. Por lo menos no por ahora, tendría que esperar lo mejor.

Y rezar como nunca en su vida por qué las cosas mejorarán.

Aunque la situación no era tan horrible como él la había imaginado en innumerables ocasiones; de hecho, era bastante tolerable. Lola y Lori habían decidido hacer caso omiso a la presencia del albino, simplemente lo dejaron de lado como si no existiera, claro que eso no molestaba a Lincoln en lo más minimo. Luan era era el verdadero problema de Lincoln. La bromista no dejaba de atormentar al albino cada vez que podía con una de sus pesadas bromas. Electrocuciónes, golpes, sustos de muerte e incluso quemaduras. Eso era lo que la castaña consideraba "divertido".

Pero ese día estaban las cosas tranquilas. Con todos en su habitación haciendo sus respectivas actividades, aunque todos menos tres chicas se mantenían alerta a cualquier sonido proveniente del exterior.

Lincoln descansaba en su habitación, estaba recostado en su cama mientras ojeaba un tomo de Ace Savy con tranquilidad. Gimiendo con frustración de vez en cuando ya que aquel número ya lo había leído varias veces, pero no tenía nada que hacer y salir no era una opción. Tendría que conformarse con lo que tenía a mano. De pronto se le vino algo a la mente, un pequeño defecto suyo que guardaba de la sociedad, limitándose a practicarlo solamente en privado. Justamente como en esta ocasión.

-¿Qué tal amigos? -le hablo a la nada-. La vida aquí está regular, sinceramente me sorprende. Cuando me dijeron que Lori, Luan y Lola iban a llegar pronto creí que me sacarían de la casa con lujo de violencia. Agradezco desde el alma que eso no pasara -dejó su comic y saco de abajo de su almuada un radio transmisor-. Ultimamente no he hablado con Clyde y los chicos. Sé que usar radios es muy de los ochenta pero es algo muy mío y de Clyde, y la verdad, lo preferimos a los teléfonos.

Dejó de hablar a la nada y comenzó a buscar la frecuencia con la que se comunicaba con su moreno amigo. Tardo un rato en encontrarla, buscado y escuchando docena de frecuencias de las cuales escucho cosas por demás extrañas.

-Perro muerto, aquí Rojo. Tengo la mercancía pero no sé que hacer con ella. Big Mike está hasta el tope y dice que no resivira a nadie hasta el viernes.

-Nop -cambió la frecuencia de un giro a la perilla.

-¡Ay, dios! ¡ay, dios! ¡ alguien está escuchando esto por favor venga a ayudarnos! -una voz juvenil se escucho en el radio-. Estamos en la carretera y no podemos movernos, hay... hay una cosa que está matando a todos... les quita los órganos y se los lleva. Nos está cazando uno por uno... está vestido con un sombrero de vaquero negro y una gabardina de cuero... es en verdad un monstruo. Vuela y al parecer es inmortal... los cuervos lo acompañan... por favor ayudemos, no estamos bromeando... ay, siento que me cago en mis calzoncillos.

Un albino sin suerte Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon