Capítulo 32

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Seattle fue la ciudad escogida para realizar la selección de los tenistas que desean disputarse las plazas vacantes para representar a Estados Unidos en los próximos juegos olímpicos, muchos quedaron desconcertados por tal decisión siendo está ciudad poco conocida por su afición al deporte, muchos protestaron por ser tan apresurada la convocatoria sin haber tenido aviso previo, entre ellas mi novia que tenía planeado visitarme esta semana, pero el comité no quiso ceder ni con la fecha ni con la ciudad, así que decidí trasladarme a Seattle para verla, para mí este lugar tiene un significado especial por tener dos de las cosas que más me gustan... primero es la ciudad donde nació el grunge y por otro lado tenemos su gusto por el café, mmm ya saben que soy adicta a esa bebida, conclusión, para mí no había problema en visitarla aquí, es más me agradaba la idea, ahora voy rumbo al Seattle Tennis Club a ver su entreno, en dos días será a puerta cerrada, nadie ajeno al comité o los deportistas pueden estar presentes.

Amber ya tiene su cupo asegurado en individual pero debe pasar la prueba de selección en dobles junto a Krystal, a pesar de ser una pareja nueva han logrado ganar tres abiertos seguidos lo cual las coloca como seguras ganadoras por la segunda plaza, parece que los entrenos han rendido frutos, no puedo negar que se mueven muy bien en la cancha, las dos son un dúo explosivo, en cada golpe de sus raquetas se ve la fuerza que imprimen, su técnica es muy similar, tienen a sus contrincantes acorraladas, se nota que la que más disfruta es Amber, sus ojos brillan cada vez que consiguen un punto, verlas así me hace sentir incomoda, como una extraña que a fuerza quiere estar en un lugar que no es el suyo, no sé hasta qué punto Amber tenga razón y yo no sea la persona indicada para ella...

El juego ha terminado, Amber se regodea en el triunfo viendo de forma arrogante a las perdedoras, su caminar altivo con su perfecta coleta destila soberbia, ella es el retrato perfecto del porqué nunca me gustó fotografiar deportistas, me jode esa actitud de ser superior, no soporto esa clase de comportamiento, no va conmigo, pero ella... Krystal es diferente, se acerca a sus competidoras a felicitarlas por el gran juego, en ningún momento imita a su compañera, no, Amber se equivoca, ella es diferente, es imposible no enamorarse de Krystal Adler, toma liquido de su termo plateado mientras pasa delicadamente la toalla blanca por su rostro retirando con cuidado las gotas de sudor por el fuerte entrenamiento, arruga su frente de forma graciosa, sé que ha dado cuenta que alguien la observa, levanta su mirada y se conecta de inmediato con la mía, sus ojos brillan de alegría, deja a un lado su termo y sale corriendo a mi encuentro —¡Amor! —Sus besos saladitos me encantan, la abrazo fuerte, llevaba dos largas semanas sin verla, la distancia no es asunto sencillo. —Lo siento, estoy tan transpirada como un cerdito. —Se retira de mis brazos con un tierno puchero que me mata, la verdad es que no me importa, solo ella.

—Pero no sabes... me encantan los cerditos. —Vuelvo a traerla a mi cuerpo atrapando su camiseta y suavemente dejo besos por la extensión de su cuello hasta llegar al lóbulo de su oreja que fácilmente cae presa del agarre de mis dientes, su cuerpo se estremece, sí, ella también me ha extrañado.

—Krystal, no es momento para descansos, la gloria no da espera. —Amber interrumpe bufando fastidiada, de paso hace que el ambiente se tense con su llegada, Krystal se suelta de mis brazos resoplando y da la vuelta para verla de frente.

—No... es todo por hoy, el descanso también es necesario y lo sabes muy bien... o dime ¿quieres agotarte y no rendir en la selección? —Krystal habla firme, sosteniendo la mirada de forma desafiante, nunca la había visto así, parece que ella le saca su mal humor con facilidad, Krystal en estos momentos está lejos de ser la chica dulce que muy bien conozco.

—Como quieras. —Sus ojos relucen con la rabia que está sintiendo en estos momentos, creo que no está acostumbrada a que las personas no hagan lo que a ella se le antoja.

La Promesa | SeulreneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora