Este es el mito de Medusa, una mortal que supo que hay monstruos que son víctimas y dioses que son monstruos.
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Medusa era una mujer preciosa con el cabello dorado antes de convertirse en el monstruo q...
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Había un lugar que resplandecía por toda Grecia aun sin haber sido construido. Los rayos de luz que iluminaban su tierra parecían un regalo de los dioses, eran un presente dedicado a todos los mortales que dejaron sus casas de campo para emprender allí una nueva vida. Sobre aquel terreno residía la promesa de una ciudad que se convertiría en la más aclamada de toda la Hélade. Muchos de los que ya se proclamaban como ciudadanos, observaban el entorno vacío y virgen, imaginándose en la soledad unas preciosas columnas blancas, caserones con adornos azules, y altas estatuas de mármol que adularan al dios o diosa que protegería su nuevo hogar.
En la cima del monte Olimpo, ni siquiera el castillo de oro y piedras preciosas que presidía Zeus, relucía tanto como aquel punto perdido del mapa griego. Algunos dioses comprendieron que convertirse en patrón de esa ciudad haría que sus nombres pasaran a los anales de la historia. Los olímpicos como el bravo Ares y Apolo se postularon a ese título. Ares defendió que la polis debía portar su nombre, y como dios de la guerra, prometía colmar a sus habitantes de un lugar donde celebrar las victorias de sus batallas. Incluso Apolo discutió con él, aclamando que si por él fuera, esa ciudad vería cada día un radiante sol que la alumbrara como una perla perdida en la playa.
Pero el dios de dioses, el gran pero certero Zeus, ordenó a sus dos hijos que olvidaran aquel sueño. Porque aquella tierra no era digna de mancharse con la sangre de sus enemigos, y además, aportarle únicamente la luz solar como un regalo era insuficiente. Necesitaba algo más.
En ese instante fue cuando entró Poseidón a la lucha y le siguió Atenea como rival. Solo uno de ellos podría conseguir el amor del pueblo mediante un obsequio y se convertiría en el nombre de esa ciudad.
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