Capítulo 2

206 124 131
                                    




     El despertador comenzó a sonar enérgicamente. Eran las ocho de la mañana. Una hora para que comenzasen las clases. Aun no me imagino cómo se podían ir a trabajar personas las seis de la mañana, ¡cuando yo estaba muerta de sueño! Era la primera vez que había dormido bien desde hace semanas, pero no lo suficiente. Había tenido un sueño bastante raro. En él, yo era parte de algo mágico. Pero solo era un sueño, por lo menos no era una de esas pesadillas que solía tener en las que aparecía el ojo. Un escalofrío recorrió mi espina dorsal al recordarlo.

      Unos suaves golpes en la puerta de mi habitación me sacaron de mis pensamientos. La puerta se abrió y por ella apareció mi madre. Una mujer delgada, de estatura media, con una melena de bucles castaña rojiza hasta los hombros y de ojos azules cristalinos. Solo teníamos en común los ojos.

        — Alexa, baja ya. El desayuno ya está hecho. – dijo suavemente, pero con ímpetu.

         — Sí, ya voy mamá. – sonreí. Estaba de buen humor.

       Cerró la puerta dejándome a solas para prepararme. Salí de la cama desperezándome y me fui al baño a tomar una ducha. El agua resbalaba por mi cuerpo haciéndome sentir una sensación cálida. Cerré los ojos para disfrutar mejor de ese momento de tranquilidad. Comencé a pensar en cómo había llegado hasta mi habitación. No recordaba nada de lo que había pasado la tarde anterior. Mis recuerdos solo me mostraban hasta que llegué a la mansión. Y después, todo es borroso. Esperaba que no me hubieran drogado.

       Mi madre decía que cuando ella iba a la universidad de vez en cuando se tomaba una pastilla cuando iba de fiesta. Al día siguiente no se acordaba de nada y se encontraba tan mal como si estuviera enferma. Se prometía a ella misma que no lo tomaría más, pero sus amigos la animaban y caía una y otra vez. Menos mal que no se volvió adicta. Llamaba a esa época de su vida "Tremenda locura". Siempre que bebía, aunque solo fuera una copa de vino, me repetía sus aventuras de universitaria y me recalcaba que cuando yo fuera a la universidad, aun quedaban un año, no probara nada de lo que me dieran. Y sí me quería olvidar de todos los problemas lo mejor era dormir. Pero, si ni siquiera eso me ayudaba me decía que me emborrachara un poco. Eso sí, lo debía hacer sola en mi habitación y no salir de ahí, porque luego a lo mejor algún cerdo se podía aprovechar de mí.

     De repente el agua salió fría y algo dentro de mí se encogió. Aquella sensación helada me resultaba familiar. Apagué el grifo y salí de la ducha lo más rápido que pude intentando no resbalarme al coger la toalla. Cuando me miré en el espejo vi en mi cuello la gargantilla de mi sueño. Me pareció algo siniestro, así que me la intenté quitar, pero el cierre estaba demasiado duro y no pude. Así que terminé de prepararme.

      Abajo mi madre estaba tomando un café mientras terminaba de hacer algo en el portátil. Trabajaba en un banco. Siempre me preguntaba cómo podía haber compaginado su trabajo conmigo, ya que desde que se levantaba hasta tarde estaba en la oficina. Mi padre no existía, no es que muriera, sino que nunca lo había llegado a conocer. Mi madre se quedó embarazada de mi muy pronto y cuando se enteró, mi padre ya no estaba en el pueblo y no tenía su número. Desapareció de un día para otro, como si no hubiera estado allí nunca, sin dejar rastro. Desde hacía unos meses mi madre estaba saliendo con un gran tipo llamado Peter. Era de Londres, pero llevaba siete años en España. Se habían conocido el verano pasado.

      La mesa estaba repleta de comida. Dos vasos de zumo, un plato con magdalenas, galletas, dos tazas de café con leche, una caja de cereales... No tenía hambre. Me senté en la silla enfrente de mi madre e hice como si diera pequeños sorbos al zumo.

A DestiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora