Capítulo 4

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          Los constantes llantos retumbaban en las paredes de aquel hogar. Pasos apresurados recorrían el piso de arriba hacia el mismo sentido. Una suave y tímida nana intentaba acallarlos, sin éxito alguno. Mis pies se movieron ligeros como una pluma con dirección al empiece de la escalera, las voces se percibían más claras, más nítidas. La casa seguía cubierta por un gran manto de oscuridad, ni una sola luz alumbraba los pequeños recovecos. Continué avanzando por las tinieblas hasta que me detuve en el último escalón, tan frío como el hielo. Mis descalzos pies lo percibían, pero no me importaba. Los chillidos se volvieron escurridizos, casi inalcanzables para mis oídos. Llegué hasta la entreabierta puerta del final del pasillo de donde procedían los susurros. La imagen que ofrecía el interior era sobrecogedora. Una mujer de ojos oscuros debajo los cuales se apreciaban unas marcadas ojeras, sujetaba a un bebé entre sus cansados, pero fuertes brazos. Dos personas más observaban la escena, sus iluminados rostros enmarcaban una gran sonrisa cada vez que apreciaban como el bebé se revolvía entre los brazos. Les reconocí enseguida, se trataba de mi madre y mi...abuelo. La mujer que sostenía a aquella pequeña persona, trasmitía un fuerte dolor, un gran pesar la rodeaba. Una única lágrima resbaló de su rostro. "Cuidar bien de mi niña" dijo cuándo se recompuso, aun así, la tristeza era notable. "Como si fuera nuestra" contestaron alargando los brazos para coger a la pequeña. Unas gotas mojaron mis desnudos pies, no me había dado cuenta de cuando había comenzado a llorar. "Adiós, mi niña" la señora que antes la sostenía comenzó a desvanecerse hasta desaparecer. Las gruesas lágrimas que se acumulaban en mis ojos comenzaron a surcar mi rostro trazando un recorrido. Mi vista se nubló apagando la luz.

          Una leve capa de sudor cubría mi piel. A mi lado mi madre dormía plácidamente, aunque fruncía ligeramente el ceño. Me levanté lentamente intentando no hacer nada de ruido para no despertarla, había sido una largo día. Dirigí mi somnoliento cuerpo hacia el baño para observar el aspecto en el que me encontraba, pues me escocían los ojos de llorar durante casi toda la noche. Unas profundas ojeras moradas enmarcaban mis rojos ojos, mi enredado pelo estaba recogido en un destrozado moño en lo alto de mi cabeza, en fin, mi aspecto se hallaba totalmente desaliñado.

          Mi reflejo en el espejo no parecía real. Nada en esos momentos era real para mí. Mi mente se encontraba en un estado de transición, sentía que mi cuerpo no se complementaba con ella. Tan solo habían pasado unas horas desde mi gran pérdida familiar, y seguía sin admitir que mi querido abuelo, el único que me quedaba, ya no estaba aquí.

          La visión de mi sueño aún se rememoraba. No podía explicar la sensación de tristeza que se acumuló en mi durante la visión. Las lágrimas de la mujer que abandonaba a la niña se clavaron en lo más profundo de mi ser. Sin embargo, no comprendía por qué mi madre y mi abuelo aparecían junto con aquella señora que tan familiar se me hacía. Y, ¿qué fue de aquella niña?

          Volví sobre mis pasos hacia la habitación, pero un sonido me hizo detenerme. La vibración procedía del teléfono móvil de mi madre. Al cogerlo pude apreciar el remitente del mensaje. Se trataba de la alarma de seguridad de casa, nos avisaba de que la puerta trasera de la vivienda se encontraba abierta. Seguramente no la hubiera cerrado con el pestillo antes de subir a dormir. No debía de asustarme. No iba a ser la típica escena de terror en la que el protagonista acaba asesinado o secuestrado, esto era la vida real. Aunque he de admitir que desde hace unas semanas mi mundo parecía sacado de un libro de ficción, gracias a todo lo relacionado con El Circulo del Tiempo y mi supuesta habilidad para ver visiones. Pero en fin algo de normal tendrá que ocurrir, ¿no?

           Me llené de valor y comencé a bajar las escaleras silenciosamente por si estaba equivocada. Abajo, la atmósfera estaba cargada de misterio,  solamente se apreciaba el crujir de las ramas de los arboles procedentes de la parte externa de mi vivienda. Comencé a dirigirme a la cocina de dónde provenía los suaves, pero siniestros ruidos. La planta baja se encontraba en penumbra, por lo que me dificultó bastante el avanzar por el pasillo. Fui tanteando las lisas paredes y los muebles para evitar chocarme contra alguno. Sin embargo, para mi mala suerte, no lo conseguí. Tropecé contra una silla, creo que era eso, y la peor parte la recibió el dedo pequeño de mi pie.

A DestiempoWhere stories live. Discover now