2. Terciopelo

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Aunque pensándolo bien, Mercedes no era la primer mujer no conformista que había clamado por su corazón.

Mientras bajaba por el vestíbulo de aquel edificio de departamentos, Michael no pudo evitar recordar su adolescencia. Lo más cercano a su primer amor.

Henrietta, una vieja amiga de la escuela que siempre había estado a su lado, le había robado su primer beso una tarde "para demostrarle que no era gran cosa".

Ella siempre le había parecido atractiva, de una manera muy distinta a como lo era Mercedes. Regordeta, su encanto residía más bien en la fuerza de su carácter. Era capaz de doblegar con una sola mirada incluso al más fuerte de los jugadores de americano de la escuela.

Quizás era por esa misma fuerza que Michael siempre se había sentido arrastrado hacia ella, como por un secreto magnetismo.

Henrietta siempre había estado en contra de cualquier romanticismo, argumentando que el amor romántico no era más que una forma más de fomentar el conformismo.

- Te "enamoras" – Incluso había usado las comillas, aquella noche mientras platicaban en la habitación de la chica, siendo apenas unos chiquillos de 12 y 13 años.- Te casas, compras una casa en los suburbios y te llenas de hijos. Es otra forma de aplastar nuestros espíritus, de convertirte solo en una mancha más en la masa sin rostro de la sociedad.

Mientras tomaba una larga calada de su cigarrillo largo, la mente adolescente de Michael pensó que podría llegar a enamorarse de Henrietta cuando fueran un poco mayores y dedicarse a vagar juntos por el mundo, sin ser parte nunca del sistema conformista.

- Pero uno tiene necesidades, claro está. – Sus palabras parecían las de una mujer del triple de la edad que tenían.- Por eso es importante tener a mano un amigo de confianza con quien consolarte cuando hay necesidad.

Después de aquello, Henrietta le había robado su primer beso a Michael "porque es mejor que dejes de pensar que es algo importante. Las primeras veces solo son una vez más".

Quizás por eso mismo tampoco había habido ningún tipo de romanticismo cuando habían perdido sus virginidades juntos, un par de años después.

Henrietta lo había invitado a su habitación, para recibirlo únicamente cubierta con un largo abrigo de terciopelo, sin nada debajo, para pedirle que la desvirgara. No quería llegar virgen a la preparatoria, para que ningún imbécil quisiera convertirle en una especie de trofeo.

Y Michael, siendo un adolescente de 15 años, no había podido resistirse a la invitación de unos senos frondosos y aquellas anchas caderas que le invitaban a explorar entre ellas.

Aquel fue solo el primero de muchos encuentros que se extendieron durante su adolescencia.

A veces Michael veía a Henrietta salir con otras personas, pero nunca le importo en lo más mínimo. Nunca la había considerado su novia, ni nada parecido.

Por eso, cuando a los 17 le avisó que iba a fugarse de casa con su novio, ni siquiera intentó detenerla.

- ¿Desde cuando tienes novio? – Fue lo único que le pregunto, como quien pregunta el clima.

- Kenny y yo hemos querido ser discretos. Ya sabes, por su familia.- Y Michael estaba seguro que ser el chico más pobre del pueblo no era la única razón por la que habían querido ocultar su relación.

Después de todo, siendo tan hipersexuados como lo eran ambos, era natural que Henrietta y Kenneth no quisieran que se supiera de su relación, seguros de que aquello espantaría futuras conquistas.

Ahora como adulto, Michael habría deseado que aquella experiencia le rompiera el corazón, porque quizás así podría culpar a Henrietta de su imposibilidad para amar ahora.

Pero lo cierto es que aquella noche, mientras tenían sexo de despedida antes de que su amiga corriera a los brazos de su rata de basurero, Michael solo podía preguntarse si algún día él también encontraría alguien por quien estuviera dispuesto a dejar toda su vida detrás. 

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