8. Dolor

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Las cosas transcurrieron en tanta calma y tranquilidad durante todo aquel mes, que Michael casi se había olvidado por completo de su vida antes de vivir con Larry.

- No te preocupes por la cena hoy... - Le dijo el gótico a su compañero de departamento desde el comedor aquella mañana.- Tengo una conferencia en una biblioteca, te invitaré a cenar después de eso.

- ¡Oh, vaya! – Bromeó Larry desde la regadera, con una media sonrisa.- ¿En serio tendré el honor de salir de ahí del brazo de un escritor famoso? Espero que una fan loca no intente apuñalarme.

Michael aprovechó el momento en que escuchó el agua salir en el baño para dejar escapar un suspiro, seguro de que Larry no podría escucharle. Si tan solo supiera cuanto deseaba convertir aquellas bromas en algo real.

El sonido del timbre lo sacó de sus pensamientos, caminando extrañado hacia la puerta del departamento. No solían tener visitas en general y menos aún tan temprano. No era ni siquiera el mediodía.

- ¿Esperas a alguien? – Pero Larry no le contestó, probablemente porque ni siquiera le había escuchado debido al sonido de la ducha. Michael se dirigió a la puerta y lo recibió el rostro sonriente de Mercedes, evidentemente ebria, quien de inmediato se arrojo a sus brazos, sellando sus labios con un beso con aroma a champagne y perfume caro.

- ¡Michael! – Chilló la chica, abrazandolo por la cintura para pegarse mucho a su pecho, frotando sus senos contra él sin ningún pudor.- ¿Dónde has estado, mi poeta? ¡Te he extrañado tanto estos días!

Como si aquella fuera su casa, la rubia se sacó los tacones, caminando descalza hacia el sillón de la sala, dejándose caer sin importarle que la minifalda roja que llevaba se le subiera hasta dejar ver parte de sus pantaletas negras de encaje.

Michael entró detrás de ella, hecho una furia, dispuesto a correrla a patadas si era necesario. ¡¿Con qué derecho se atrevía ella a profanar el pequeño santuario de paz que había formado con su ruiseñor?!

- Me has hecho mucha falta, cariño. – Susurró Mercedes cuando lo vio acercarse a ella. Cuando Michael intentó levantarla por el abrigo para sacarla de ahí, la rubia aprovechó para jalarlo del saco, haciendo que cayera sobre su cuerpo, rodeando la cintura del chico con sus piernas.- Nadie sabe complacer a una mujer como tú. Un verdadero caballero y un pervertido en la cama, la combinación perfecta.

Una vez más, Michael estuvo a punto de gritarle algún insulto, cuando sintió aquellos carnosos labios que tantas veces había disfrutado atrapar los suyos. Esta vez se sentían como algo repugnante.

- ¿Michael? ¿Qué debería ponerme para... oh... - Justo en ese momento, Larry venía saliendo del baño, únicamente con una toalla enredada en la cintura, para preguntarle al pelinegro que tan formal sería el evento en aquella biblioteca. Y cuando le vio enredado en el sillón con aquella rubia, en aquella posición tan comprometedora, supo que había cometido un error de nuevo.

Porque a pesar de lo mucho que se lo había prohibido, había terminado por enamorarse de Michael sin poder evitarlo. Y aquella noche, cuando le había invitado a la presentación de su más reciente libro, había pensando decírselo.

Por la forma en que solía mirarlo, sus sonrisas cómplices, la forma en que buscaba cualquier excusa para tocarlo, el castaño había pensado que tal vez esta vez las cosas podrían funcionar.

Pero al ver la forma en que besaba a aquella rubia, sin ningún pudor, lo poco que había logrado reconstruir de su mundo se derrumbó en un instante.

- No sabía que estabas ocupado. Lo siento. – Tratando de evitar que el pelinegro notara que estaba llorando, corrió a encerrarse en su habitación. Quizás era momento de pensar en mudarse de nuevo.

- ¡Larry, espera! – El gótico intento detenerlo, pero los brazos de Mercedes seguían enredados en su cuello, como una maldita trampa de osos.

- ¿Está solo tu amiguito, poeta? Puedo llamar a alguna de mis amigas para que le haga compañía. – Aquello fue la gota que derramó el vaso. No solamente había arruinado su momento, si no que la muy imbécil incluso ofrecía darle a alguien más a su ruiseñor. Porque incluso si no eran nada, él era suyo.

- ¡LARGO! – Rugió, arrastrando por el cabello a la rubia, hasta arrojarla a la calle.- ¡Lárgate, Mercedes! ¡No quiero volver a ver tu asquerosa cara!

- Pero Michael... - Cuando la rubia intentó regresar al departamento, el filo de una navaja de bolsillo la amenazó.

- No me hagas arruinar tu herramienta de trabajo.- Gruño el pelinegro, dejándole un pequeño corte en una mejilla, como advertencia.- Dije que te largues.

La prostituta retrocedió, aterrorizada. Nunca antes había visto a Michael de esa manera y no estaba segura de lo que era capaz de hacer en aquel estado. 

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⏰ Son güncelleme: Apr 21, 2019 ⏰

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