Luciano

1.4K 3 0
                                    

No me gustan las clases, no quiero ir más al colegio. Me cuestan las matemáticas, lo único que quiero es leer. Ni siquiera veo televisión y por eso, entre tantas cosas, paso siempre por raro. Mi vieja me dice que vea televisión con ella, que me meta al computador. Yo leo, leía, leeré. Leo los libros de mi abuelo (alineados en la estantería que nos dejó cuando se murió, ahí mismo, en el escritorio), que están llenos de polvo y mamá dice que me va a hacer mal los ojos y yo sé que leer será la única manera de estar en el mundo porque el mundo me duele. Me duele lo que pasa, me duele que reten a mis compañeros, me duelen los recreos donde te molestan y hay que correr y jugar a la pelota y yo no tengo piernas para la pelota, y quiero leer y todavía no sé que voy a terminar escribiendo y que voy a comenzar a sentir cosas raras. Cosas que no quiero ni puedo decírselas a nadie. En cuanto las sentí lo supe. Fue cuando llegó el Julio y me golpeó el hombro y me dijo que era Julio Valdés y yo le dije que era Luciano Santa María y se rió de mi apellido y yo le pregunté de qué se reía y se rió de nuevo y en vez de darme rabia su risa me gustó y me pasó algo extraño que me dio miedo, yo sé lo que es porque he leído sobre eso y no quisiera que me pasara lo que me está pasando —pero me está pasando— y ahí viene mi mamá a decirme que la comida está servida y yo estoy escribiendo y me encierro en el gabinete de mi abuelo en la enorme casa de la familia y mis cinco hermanos mayores se disputan el pan y el agua y las bebidas y el computador y yo leo y me dicen el ratón de biblioteca y yo estoy pensando en Julio y me acuerdo y me pongo colorado y eso no uede ser, no puede ser, no puede ser, qué diría mi madre si supiera, no quiero saber, quizás es la edad, lo dice algún libro de mi abuelo que era médico y lector y escritor y profesor de Filosofía y era un genio y estudió hasta Derecho y yo no soy nada de eso, soy el lector de sus huellas, soy el que escribe y esconde sus escritos debajo de sus enciclopedias donde jamás entrará ni se meterá ninguno de mis cinco hermanos y su ruidosa virilidad de potrillos, de machos, casa de hombres, casa de puñetes, combos en el hocico y puntapiés debajo de la mesa y donde desde que conozco a Julio yo no debería estar y entiendo por qué me quedo siempre solo, yo no soy como los demás yo soy de Marte, soy de otro planeta que nadie quiere ver y no sé si hay gente que se parezca y según los libros de mi abuelo sí y a veces los han perseguido y asesinado y encarcelado y no quiero llorar —pero lloro— y la Frida que es la más linda, la súper mina, se me acerca porque anda detrás de mí todo el día tiene los ojos verdes y al guatón Cárcamo loco por ella y todo el colegio loco por ella y me dice « ¿qué pasa, Luciano, mi amor?». «Mi amor», me dice, y yo le digo que no soy el amor de nadie, que no lo seré nunca. O, al menos, eso pensaba.

El año que nos volvimos todos un poco locosWhere stories live. Discover now