Capítulo 3. Sorpresas sorprendentes...

124 6 0
                                    

Era un sitio con magia propia. El sitio en el que iban a cenar en honor al sobrino de Samy, estaba en la costa californiana, pegado a unos altos acantilados y a un largo paseo marítimo, plagado de farolas que iluminabam un ambiente cálido.

El sitio, estaba decorado con múltitud de mesas de madera con sillas de mimbre. En cada una de las mesas había una vela encendida decorativa, y cerca de ellas también había antorchas encendidas, que daban un ambiente místico al lugar. El suelo, de piedra, presentaba desniveles, debido a que, prácticamente estaban en la costa, y había un curioso techado construido con madera, que cubría la larga barra en la que se sentaba la gente a disfrutar de la magia de los músicos contratados los viernes y domingos para ambientar elegántemente el sitio.

Su mesa, a especial petición de su madre, era una de las más escondidas de la estancia, ya que a ella siempre le había enloquecido la discreción y el no estar cerca del alboroto.

-Es un sitio magnífico Agatha- dijo Arturo- ¿Por qué no nos habías traído antes si ya lo conocías?

Y claro que lo conocían. Era el restaurante favorito del difunto esposo de Agatha, el padre de Samy, John Stewart. Siempre que quería celebrar o contar algo especial, llevaba a la familia entera a ese sitio. Samy todavía recordaba la primera vez que estuvo allí. <<"Cuando me vaya a casar, lo anunciaré aquí'>> había pensado Samy.

Ella recordó ese pensamiento. Se extremeció por un instante y pensó <<"Pobre de mí''>> . Claro que por aquel entonces tenía 6 años y todavía se dejaba manipular por las ideas de su hermana Gala, que solo pensaba en casarse con alguien rico y no trabajar mas que en sus uñas por el resto de su vida cuando ese momento llegara.

-Sentémonos- sugirió su madre

<<"Maldito vestido''>> pensó Samy.

Esa noche había elegido un vestido blanco, un poco por encima de las rodillas, con un cuello alto chino, decorado con un bordado, que se repetía en la parte de las rodillas, y que era el culpable de que se hubiera quedado enganchada a un árbol sin hojas, decorado con pequeñas luces blancas, que estaba pegado a su mesa.

Había escogido unas sandalias planas color marrón y se había echado su larga melena rubio oscura lisa a un lado, resaltando el cuello alto chino.

Antes de salir de su casa, se dijo a sí misma que no iba mal, pero cuando vio bajar las escaleras de su casa a su hermana Gala con un largo y escotadísimo vestido negro, acompañando con unas plataformas en rosa chicle, el alma se le cayó a los pies. Estaba preciosa. Más que eso, ¡estaba buena! y el vestido le quedaba implecable. Su madre por supuesto, la había mandado de vuelta a su cuarto y le había pedido por favor, que se quitara aquel trapo inmediatamente. Tras media hora de riña, su madre cedío y la dejó salir a la calle vestida así.

Ahora su hermana estaba cruzando la estancia, en direccíon al baño y atraía más miradas, que la miel moscas... Y, en especial una mirada que atravesaba también el centro de la estancia en aquel preciso momento.

Alex Eastwood.

<<"Mierda''>> pensó Samy

Alex iba acompañado de su primo Max. Max Eastwood, que se estaba relamiendo tambíen con la figura de su hermana.

<<"Mierda, mierda''>> volvió a pensar

Y allí llego toda la familia Eastwood, estaba... completa y... ¿acompañada?

Sí, estaban acompañados de otra familia que ella no conocía. Negocios pensó Samy.

-Los Eastwood están aquí- Soltó repentinamente

No eres tú; Tampoco soy yo; ¡SON ELLOS!Where stories live. Discover now