Capítulo 5. ¿Me has llamado fea?

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El sol común que reinaba California parecía haber muerto. Llevaban una semana sin verlo, y Samy estaba cansada de tanta lluvia. Necesitaba ir a montar a caballo, y si llovía continuamente no podría despejarse del todo el caos que reinaba en su casa.

Pasó un mes para que supieran quien era el padre de Toby. Y como todo apuntaba, era hijo de Adrian, y no de Arturo. Cuando se supo, éste se fue de la finca y alquiló un apartamento en el centro. Llevaban separados dos semanas, y Adela se veía de los más aliviada y tranquila. Todo lo contrario a la señora Agatha que se pasaba los días discutiendo y llorando por los rincones de la casa, sumida en la tristeza y ahogada por la vergüenza.

En cuanto los Eastwood supieron que tenían un heredero en la familia, se encargaron de difundirlo, y en contra de la voluntad de la señora Stewart, toda California lo sabía ya. Pero el derecho al silencio y la discreción ya lo había perdido, porque Adrian Eastwood tenía tanto o más derecho al ser el padre biologico de Toby, a cuidarlo, criarlo y ponerle su apellido.

Adela y Arturo, no solo se habían separado, sino que también habían empezado los trámites de divorcio. Su hermana Gala estaba peor que nunca, no solo salía con todos los chicos que podía, sino que también se había liado con Alex Eastwood y mantenía una relación secreta con él....

El día que la familia Eastwood llegó a su casa buscando a la señora Agatha, Gala le confesó en el mismo porche, y justo a unos metros de Max y Alex Eastwood, que había pasado una noche entera con éste último: <<"No seas aguafiestas, solo ha sido una alegria al cuerpo''>>, le había dicho Gala. Pero no sólo fue eso. Después de esa noche, vinieron otras cinco y después de eso: <<"Prométeme que no lo dirás a nadie. Estoy saliendo en serio con Alex Eastwood''>>

Dolor de cabeza fue lo que sintió Samy. ¿Por qué le confesaba eso? Tenía claro que en su casa no pintaba nada. Todos pasaban de ella. Eso quizá fuera porque era demasiado.... obediente, demasiado previsible. Deseó por un segundo poder cambiar por alguna circunstancia y salir de aquel agujero pringoso, que sobretodo, no la dejaba ir a montar.

Lo único que le daba algo de luz, era que su madre estaba centrada e ilusionada en comprar unas tierras, situadas en los límites de su finca, para poder aumentarla.

Esa misma tarde los dueños de los terrenos, visitarían su casa y hablarían con su madre y con ella sobre el tema. Era algo aburrido, pero si eso distraía un rato a su madre, Samy consideraría aquello, una actividad productiva.

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Se vistió, con un vestido vaquero, de media manga azul, acompañado de unas botas altas y el pelo liso peinado a un lado.

Bajó las escaleras y dirigió a los invitados a la salar de estar, donde su madre los esperaba. Era una sala pintada de blanco, y acabados de madera, donde había un sofá largo beige y asientos individuales tapizados del mismo tono. Cogió una taza de café y se acomodó en uno de los asientos individuales.

-Gracias por invitarnos Agatha. La verdad es que cuando me llamaste ayer para invitarme, no pude resistirme a aceptar, llevábamos mucho tiempo sin vernos. -dijo Lisa Wayland

Y tanto pensó Samy, desde la última fiesta que celebró su madre, osea la boda de su hermana Adela con Arturo....

-No te voy a negar que te llamé por asuntos de negocios, pero sí que es cierto que llevábamos tiempo sin vernos- dijo la señora Agatha

-Mmm ¿negocios?, ¿de que se trata Agatha?- le preguntó Thomas Wayland

-Mi madre y mi familia, queremos comprar las tierras que sabemos que han puesto a la venta, cerca de los límites de nuestra finca. Llevamos tiempo detrás de ellas, y disponemos del dinero que estáis pidiendo por ellas....

No eres tú; Tampoco soy yo; ¡SON ELLOS!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora