Capítulo 30. Lo que mal empieza, mal acaba...

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Había pasado semana y media, desde el encontronazo con Agatha Stewart. Max intentó por activa y por pasiva contactar con su novia. Pero Samy no parecía querer lo mismo. Un día, incluso, la llamó directamente a su casa, pero fue su madre la que descolgó el telefono, en cuanto escuchó la voz de Max, colgó.

Estaba más desesperado que nunca. No sabía nada de ella. Se fue, más bien Samy lo echó y, tuvo que aceder, frustado y conmocionado por la situación... Pero estando en su casa y, pensando con calma, supo que debía haberlo hecho.

Huir, se dijo, implicaba esconderse. Esconderse de algo que habían hecho mal. Y ese no era el caso. Los dos se querían y estaban enamorados y, eso, no era ningún delito. Agatha quería separarlos porque daba a entender que Max no era bueno para ella... Pero ¿acaso ella lo estaba haciendo con su propia hija? ¡Estaba dejando trabajar y convivir a alguien, que esa misma tarde había agredido a su hija! Samy lo había negado, pero Max no era idiota. En aquel momento pudo habérselo tragado, pero al ver plantado a la rata de cloaca allí delante, algo se le iluminó en el cerebro, haciendo darse cuenta de la verdad...

Sus padres sabían lo ocurrido, y ofrecieron entre dientes su ayuda a Max. Ellos no odiaban a muerte a los Stewart, pero tampoco tenían buena relación. Soportaron el trance con Adela y Adrian. Alex, en un acto de desesperación contó lo suscedido con Gala, e incluso lo aceptaron y apoyaron... También lo apoyaban a él con Samy, pero no querían tener que enfrentarse a la matriarca de la familia. Max tampoco quería involucrarlos más... Bastante tenía con la preocupación de no saber qué le había pasado a su Samy por culpa de lo que su madre hizo en un pasado con la señora Stewart....

Llevaba al menos dos días dándole vueltas a una idea... Ir y plantarse en casa de Samy. Liarla hasta poder verla, y al menos comprobar que estaba bien. Si no quería hablar con él ahora, lo entendería y respetaría...

Habían pasado muchos días, y no se la podía sacar de la cabeza. No quería admitirlo, por verguenza o por cabezonería. Porque quizás fuese alguna idiotez o algo estrepitoso, pero el momento en la cabaña con Samy, cuando estuvieron a punto, a tan sólo un poco más de acabar juntos, fue el más feliz de toda su vida.

Recordaba la excitación, la descontrolada respiración de Samy sobre él, sus labios ardiendo sobre su piel...

Max, que había estado sentado en el borde de su piscina mirando el agua, sacudió la cabeza pensando en lo egoísta que estaba siendo. Habría suficiente tiempo de pensar y recodar todo eso. Ya habría más momentos como ese... Lo importante en ese momento era idear el plan que quería llevar a cabo... ¡Pero era tan difícil no desconcentrarse pensando en Samy! La tuvo entre su cuerpo, la acarició, la besó, la tocó.... ¡la vió semi-desnuda!

Max se tapó la cara, roja por el rubor que se le formó al recordar la escena. Estaba tan sexy, tan sencilla y espectacular con su conjunto rosa... Recodaba como con sus ojazos azules se lo comían entero. Era bella. Sus caricias, sus besos por su cuello, pecho, rostro, labios eran bellos. La sensación que tuvo al estar encajado con ella, conectado fue electrizante...

Por eso, tenía que centrarse y luchar por ella. Porque si no conseguía verla pronto, se volvería loco...

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Max estaba dudando. Estaba plantado delante de... "LA CASA''. Había aparcado el descapotable rojo donde solía aparcarlo cuando había ido a por Samy. Bastante trabajadores se habían dado cuenta de su presencia allí, gracias al su discreto coche...

Era cuestión de tiempo que alguien fuera a echarlo de allí. Él quería salir del coche. Quería ser valiente y soportar lo que tuviera que soportar pero... No podía. El miedo, la indecisión, las dudas lo bloqueaban por completo.

No eres tú; Tampoco soy yo; ¡SON ELLOS!Where stories live. Discover now