Parte 1

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Agoney acababa de cumplir 4 años la primera vez que vio llorar a su hermano mayor.

Ricky para él era más que un hermano, era su superhéroe favorito. El que mejor le cuidaba y el que amenazaba a los monstruos para que no se lo comieran por las noches.

Ricky tenía entonces 14 años. Y para Agoney era la persona más fuerte del mundo. Hasta aquella noche, la primera vez que lo vio llorar.

El pequeño volvía con sus padres del parque. Normalmente volvían más tarde, pero unas nubes negras posándose sobre ellos les obligaron a volver 2 horas antes.

Cuando salieron del coche, vieron a Ricky despidiéndose de un amigo en la puerta.

Su Mamá cogió su manita y lo entró a la casa, mientras su papá se acercaba lentamente hacia los jóvenes.

El pequeño Agoney miraba la escena escondido, y no entendía por qué el amigo de su hermano se fue tan deprisa. Tampoco entendía por qué su papá empezó a gritarle a Ricky. Y desde luego no entendió porqué le pegó un puñetazo que hizo caer a su superhéroe al suelo.

Los golpes siguieron, Ricky gritaba, y el pequeño Agoney sentía que debía hacer algo, que debía proteger a su hermano como él lo protegía cada noche antes de dormir.

Agoney salió de su escondite, corrió todo lo rápido que pudo y se tiró sobre su hermano. Quizá con su pequeño cuerpecito abrazándole, podría evitar que su hermano sufriera tanto.

La madre de los niños salió con semblante serio pero con miedo en su mirada.

- "Delante del peque no, por favor..."

Agoney vio como su papá se retiraba enfadado y se incorporó para mirar a su hermano.

Entonces lo vio. Ricky lloraba. Su superhéroe también lloraba, como él. Se apretó muy fuerte a él rodeándole con sus bracitos, y Ricky le correspondió sin poder pronunciar palabra.

Agoney se sentía orgulloso. Había conseguido salvar a su hermano de un monstruo de la noche.

- "Tete, si tenes medo.. ¿queres que duema contigo?"

Ricky sonrió a pesar del dolor y volvió a abrazarlo.

Unas horas después, mamá le bañaba antes de acostarlo mientras escuchaba a papá seguir gritando a su hermano.

No le gustaba que le gritara. Ni siquiera entendía la mayoría de las cosas que se decían. Pero quizá, fue esa misma noche, tras todo lo que presenció, el momento en el que "aprendió" que "ser gay era malo".

Ya seco y con el pijama puesto, el pequeño Agoney estaba ya en su cama abrazado al Mickey Mouse que le regaló su hermano. Quería mucho a ese peluche. Era especial. Ricky le decía que era mágico, y que cuidaba de él cuando su hermano abandonaba la habitación y la oscuridad le cubría con su negro manto invisible.

Escuchó a su hermano entrar a su habitación. Como cada noche, venía su superhéroe a espantar a los monstruos.

Ricky se acostó a su lado y le acarició la cabeza. Agoney pudo ver el tono rojizo de sus ojos. Extendió una de sus manitas y deslizó sus dedos por los ojos de Ricky, retirando las últimas lágrimas y abrazándose a él mientras le decía:

- "Tete, hoy te cuido yo. Verás que no vendrán más mostros."

Su hermano le estrechó entre sus brazos y le besaba la cabeza mientras sólo podía repetirle un : "te quiero, pequeño".

Y el pequeño sonreía. Quería tantísimo a su hermano. Le daba igual que tuviera la enfermedad esa de los gays que decía su papá.

Si Agoney hubiera sabido lo que pasaría después, habría hecho lo posible para mantenerse más tiempo despierto, disfrutando de su superhéroe.

Aquella estrella de alláWhere stories live. Discover now