Capítulo 2

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Tenía 14 años cuando su madre se fue de casa. Sin avisar, sin despedirse. Cogió todas sus cosas y desapareció de sus vidas. 

Agoney podía llegar a entender que ella no pudiera más conviviendo con su padre, pero no entendía qué había hecho él mal para que ni siquiera le hubiera dicho que se iba.

La relación con su padre no era la mejor. El hombre se fundía la cartera en alcohol todas las noches. Y ahora era Agoney el blanco de sus frustraciones. Su padre le culpaba de todo, y el chico llegaba a creerse que, realmente, todo era su culpa. Desde lo de Ricky hasta lo de su madre, pasando por todas las deudas que iba acumulando su padre con el juego.

Su vía de escape eran los momentos que pasaba con Raoul. El rubio seguía siendo su mejor amigo. Aunque ya no iban a la misma clase, ni siquiera al mismo instituto, aunque ya no se veían diariamente, pero seguían manteniendo una amistad y un cariño tan puros que Agoney sentía que no debía perder a ese chico rubio nunca. Sólo él le reconfortaba tras horas de gritos con su padre. Sólo él sabía el infierno que estaba viviendo.

- "¿Qué le pasó, Ago?" – Preguntó Raoul mientras jugaba con la arena entre los dedos de sus pies. Se había convertido ya en costumbre que, las veces que ambos podían quedar, fueran de noche a la playa a mirar las estrellas y hablar de sus cosas.

- "¿Qué?"

- "A tu hermano... ¿Qué le pasó?"

- "No lo sé..."

- "¿Cómo que no lo sabes?"

- "No me lo quisieron decir..."

El rubio le miró confundido y prosiguió:

- "Pero Ago.. Es tu hermano. Tienes derecho a saberlo.."

Agoney no respondió. Se quedó mirando al frente mordiéndose el labio intentando controlar las lágrimas que amenazaban con aparecer. No pudo evitar un sollozo que alertó a Raoul.

- "Lo.. lo siento Ago, no quería que..."

- "Raoul.." – Le cortó el moreno girándose hacia él – "¿Puedes... Puedes abrazarme, por favor?"

Su voz se quebró de tal manera que el rubio sintió una punzada en su corazón. Sintió que el moreno se lo estaba suplicando, como si hiciera mucho que no recibiera un abrazo y dudara de ser digno de recibir uno.

- "Joder, claro"

Raoul acercó a Agoney hacia él. El moreno escondió la cara en su hombro y lloró todo lo que tenía acumulado. No solía llorar en público, no quería preocupar a nadie. Pero no podía más. Y cuando notó las manos de Raoul acariciarle la espalda, sintió que le importaba a alguien. Hacía mucho que no sentía esa sensación.

- "Lo.. lo siento..."

- "Ago, no pidas perdón por esto, por favor. Soy tu amigo, ¿no? Estoy para lo bueno y también para lo malo. Sé que no te gusta hablar de lo malo. Pero quiero que sepas que cuando estés listo, estaré ahí. Siempre. No te voy a dejar solo"

Esas palabras le llegaron muy adentro. Alguien que le aseguraba que nunca le abandonaría. No como habían hecho su madre y su hermano.

Esa noche, Agoney no podía dormir. Y como era costumbre, cogió el peluche de Mickey Mouse y salió al balcón a cantarle a la estrella de Ricky. Normalmente le cantaba y volvía a la cama, pero la conversación con Raoul seguía rondando en su cabeza y, tras terminar la canción, se quedó mirando la estrella y se atrevió por primera vez a hablarle:

- "Tete... "

Al principio se sintió un poco ridículo. Pero se dio cuenta de que era la única manera que tenía de desahogarse en ese tema. Necesitaba decirle muchas cosas, y nunca podría ser en persona. Tragó saliva y continuó:

- "Tete... No sé si te acordarás de mi... Seguramente sí porque no paro de salir a cantarte todos los putos días y si me ves desde arriba estarás harto de mi ya "

Una sonrisa triste se abrió camino en sus labios mientras sus ojos empezaban a humedecerse.

- "Tete... Ya apenas recuerdo tu voz, tus ojos, tu sonrisa... Sé que era muy pequeño pero por favor no dejes que me olvide de ti..."

Se abrazó fuerte al peluche mientras seguía intentando contener las lágrimas.

- "Ojalá estuvieras aquí Ricky... Ojalá que estuvieras aquí sentado a mi lado y poder abrazarte y que me terminaras de contar el cuento de los caballitos"

Esto último le hizo soltar una risita triste, acompañando a las lágrimas que ya no podía ni quería controlar.

- "Sí.. Aún no lo he terminado. Aún espero que vuelvas y me lo termines de leer. Qué gilipollez, ¿verdad?"

Agoney se quedó callado un momento. Mirando hacia arriba y dejando, por una vez, que florecieran todas sus emociones en forma de lamentos ahogados.

- "Tete, voy a descubrir lo que te pasó, ¿vale?. No pienso olvidarte, siempre vas a estar en mi, una parte de ti sigue en mi, y esa no me la van a poder arrancar. Ni el tiempo, ni el papá. Te echo de menos mi Ricky... te quiero demasiado..."

Agoney se derrumbó del todo abrazándose a su peluche. Y sin darse cuenta, se acabó quedando dormido en el balcón.

Su padre llegó a casa unos momentos después. Borracho, como siempre. Furioso por haberse fundido la cartera y ansioso por pagarlo con otro para mitigar su culpa. Se dirigió a la habitación de su hijo y cuando lo vio dormido en el balcón, le zarandeó bruscamente mientras le arrancaba el peluche de las manos.

- "¿Qué... Qué haces?" – Susurró Agoney desorientado todavía

- "¿Qué coño haces dormido en el balcón?" – Le gritó su padre

- "Me.. me dormí sin darme cuenta.. trae.." – Dijo levantándose e intentando recuperar a su peluche

- "¿Para qué quieres esta mierda? ¡Eres un hombre! ¡Esto es para niños o para maricones!"

Agoney sintió cómo la rabia iba aumentando dentro de él, a la par que una sensación de frustración se apoderaba de su cuerpo.

- "Papá.. Es lo único que tengo de Ricky..."

- "¡Olvídate de Ricky! ¡Ese maricón de mierda no va a volver y por mi como si no hubiera existido!"

- "¡¡¡No hables así de él!!!" – Agoney no quería gritar, pero no podía soportar que se hablara así de su hermano delante de él. Fuera quien fuera .

- "A mi no vuelvas a gritarme, niñato, ¿me oyes?" – Su padre se acercó a él con actitud amenazante.

- "Es mi hermano.. ¡Es mi puto hermano y ni siquiera sé lo que le pasó! ¡Tengo derecho a saberlo!" – Por primera vez, Agoney le aguantaba la mirada a su padre desafiante.

- "Te repito que te olvides de él. Y deja de jugar con peluches a tu edad. ¿O eres tan maricón como él?"

- "Preferiría mil veces ser como él antes que ser un padre de mierda como eres tú."

Ni siquiera sabía cómo había tenido el valor de decirle eso. Sabía lo que iba a pasar a continuación. Ya había sido testigo de lo que pasaba. Pero nunca había sido él la victima.

Tenía 14 años cuando su madre se fue de casa. Y también los tenía cuando recibió la primera paliza de su padre.

Aquella estrella de alláWhere stories live. Discover now