Capítulo 4

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Aquella noche, pese a las quejas del moreno, ambos durmieron en casa de Raoul.

Agoney no se atrevía a decírselo a su padre, así que fue el rubio el que habló con él para convencerlo.

Antes de acostarse, como siempre, salieron al balcón a cantarles y hablarles a sus respectivas estrellas.

Ya eran mayores. Así que "Aquella estrella de allá" dejó paso a "talking to the moon" :

"I know you're somewhere out there

Somewhere far away

I want you back

I want you back

My neighbors think I'm crazy

But they don't understand

You're all I have

You're all I have

At night when the stars

Light up my room

I sit by myself

Talking to the moon

Tryin' to get to you

In hopes you're on

The other side

Talking to me too

Or am I a fool

Who sits alone

Talking to the moon".

Y como siempre, terminaban abrazados, mirando al cielo y sin hablar.

Aunque en esa ocasión, el rubio rompió el tradicional silencio.

-"Ago, deberías denunciarle"

Agoney suspiró.

-"Ya te lo he dicho. No es tan fácil. Y además no tengo a nadie más"

-"No me gusta que te trate así"

-"¿y te crees que a mi sí?" - El moreno gritó más de lo que hubiera querido mientras se levantaba para volver a adentrarse en la habitación.

El rubio le siguió y se sentó en la cama.

-"Lo siento. Sólo quería ayudarte"

-"No, lo siento yo por gritarte. No te lo mereces"

-"Es que no sé qué hacer, ¿sabes? Quisiera ayudarte y no sé cómo"

-"La mejor manera de ayudarme sería hacer volver a mi hermano, Raoul. Y eso no puedes hacerlo. Ya haces demasiado por mi siguiendo a mi lado"

-"Siempre estaré a tu lado, Agoney. Siempre" - le dijo mientras le envolvía en sus brazos.

Y Agoney volvía a sentirse reconfortado, cuidado y querido.

[...]

Tenía 17 años cuando conoció a Thalía. Acababa de mudarse y era nueva en el instituto. Enseguida hicieron muy buenas migas. Se sentía muy bien a su lado y se divertía mucho con ella.

¿Querría decir esto que Thalía le gustaba?

La verdad es que no sabía lo que era sentirse atraído por alguien. No sabía exactamente lo que debía sentir. Y quería autoconvencerse de que lo de Thalia era precisamente eso.

Quería autoconvencerse porque en el fondo sabía que no. En el fondo sabía que, por muy agusto que se sintiera con ella, por mucho que la apreciara y que la echara de menos cuando no se veían, no era nada comparado a lo que sentía cada vez que compartía momentos con Raoul. Cada vez que le veía sonreír, cada vez que le miraba con esos ojos claros y cada vez que se acercaba el momento de volverle a ver.

El corazón le daba un vuelco cada vez que escuchaba su voz a través del teléfono. Y se odiaba por ello.

Se odiaba porque sabía que estaba mal. Porque si algo había aprendido en estos años con su padre, era que ser gay era lo peor que podría pasarle.

Y aunque Agoney respetaba la orientación sexual de los demás, fuera la que fuera, no podía respetarlo ni aceptarlo en sí mismo.

Porque eso es lo que le habían enseñado. Él no merecía cariño. No merecía nada. Y sentirse atraído por otro chico sería reafirmar lo que su padre siempre le gritaba cuando lloraba : "Eres igual de maricona que tu hermano".

No podía ser. Su padre no lo aceptaría. Él mismo no lo aceptaría. Y Raoul... Quizá Raoul también se alejaría de él si se enterara. Y eso sí que no podía permitirlo.

Así pues, sólo había una salida.

Esperó a Thalía en el parque de siempre. Tras horas de risas y varias cervezas, Agoney se atrevió. Lo hizo. Se lanzó hacia su amiga y la besó tímidamente en los labios.


Continuará...

Aquella estrella de alláWhere stories live. Discover now