Capítulo 4.

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Suaves. Sus labios son suaves, pero también firmes. El beso casto del principio ya no existe. Él pasa su mano por la nuca de ella y mete los dedos en su pelo. Ella abre la boca, momento que él aprovecha para introducirse en ella. Sus lenguas juegan a enredarse, se alternan el poder.

Primero domina la de él.

Después lo hace la de ella.

En el momento en que Amaia le acaricia la nuca, él suelta un gemido. Sus respiraciones están alteradas cuando una mano femenina se posa sobre la chupa de cuero de él. Lo avisa de que le toca en breves y el chico le pide dos minutos.

— Voy a enseñarte cómo se hace, Amaia.

Ella siente un escalofrío por cómo pronuncia su nombre: paladeándolo, saboreándolo, disfrutando de cada una de sus cinco letras...

Alfred coge la copa grande y redonda y se la acerca a la boca. La apertura del recipiente les permite introducir la nariz en la copa antes de beber y notar cómo las burbujas revientan contra la superficie del líquido.

—Primero coges la copa, así desde abajo, separando los dedos... —Amaia lo imita abriendo sus dedos anular y corazón lo suficiente como para coger el fuste de la copa entre ellos —si, así... —lo apremia él. — Ahora tienes que acercar la copa a tu boca, como si fueras a beber pero sin beber. ¿Me explico?

—No.

Él se ríe. Ella también.

—Haces como cuando vas a beber y antes de que el líquido toque tus labios... inspiras. Notarás cómo te embriaga el olor... El olor del gin tonic inundará tu sentido del olfato, entonces bebes. Su sabor se encargará del gusto y tú... tú solo tendrás que encargarte del de la vista...cerrar los ojos y disfrutar. El Jazz te inundará los oídos. Al perder un sentido se agudizan los demás.

—¿Cómo con los listenings de inglés?

—Exacto.

El chico coge su chaqueta y su trombón. Amaia no sabe dónde va pero tampoco se lo pregunta.

—Recuerda cerrar los ojos.

El maestro de ceremonias lo presenta pocos minutos después como Alfred García y entonces Amaia es consciente de que en ese momento aún no sabía cómo se llamaba el chico del trombón. Ese con el que había compartido taxi, gin tonics y un par de besos húmedos.

Desde dónde está sentada nota su mirada en ella, como si estuviese esperando algo. Entonces Amaia lo entiende, coge la bebida tal y como le ha enseñado y bebe. Al inspirar nota las burbujitas llegar a su nariz. Amaia retiene la bebida en su boca antes de tragarla. Se escalofría y cierra los ojos.

Resuena un saxo, después bajo y solo tarda unos segundos más en oír su voz.

"Embraceable..."

Su voz es penetrante y peculiar. Aterciopelada pero no empalagosa. Seductora... Atrayente...

Amaia mantiene los ojos cerrados a pesar de estar muriéndose de ganas por abrirlos y verle. Después de un giro se oye su respiración a través del micro, gime después de un falsete y Amaia nota cómo la tela fina de su ropa interior se humedece.

Joder...

Da otro sorbo al gin tonic, cosa que agudiza más la experiencia y entonces se deja llevar. Termina la canción y empieza otra totalmente distinta. Suena un trombón y Amaia abre los ojos.

El chico del trombón tocando su instrumento de tal manera que...

Madre mía.

Alfred acompaña la melodía con sutiles caderazos que no pasan desapercibidos por ella. Tres golpes de cadera y varios falsetes de infarto después, lo tiene decidido.

Se acabó.

Amaia se termina de un trago el Gin tonic, se levanta del asiento y sigue su camino. Sale de la zona con asientos, atraviesa una puerta de madera y llega a una encrucijada. Sigue el sonido de la música, toma el camino de la derecha y termina en la entrada al escenario, escondida tras la tupida cortina de terciopelo rojo que separa el bar del escenario.

Alfred termina de cantar "Georgia" y abre los ojos. Nota como la busca y no la encuentra. Los aplausos se le hacen eternos pero ella le espera impaciente.

Alfred guarda el trombón y sale del escenario.

Se encuentran de sopetón. Él sonríe de medio lado, socarrón y ella se apoya contra la cortina. Esta vez es él quien se dirige a sus labios, besándolos. Aferrándose a ellos cual náufrago a bote salvavidas.

Alfred tira de ella hacia detrás y quedan enterrados entre la inmensidad de los pliegues del telón. La mano del chico ha viajado de su nuca a su espalda. Amaia le aprieta el culo y no sabe si es el efecto de las bebidas, si es que quizás ha pensado que esta gente no la conocen de nada y seguramente nunca lo hagan, o si es que está terriblemente excitada y necesita liberar tensiones; pero cuando el maestro de ceremonias pregunta si alguien se anima, ella acaricia la intimidad abultada de él, tira de su labio con los dientes y sale al escenario.

No se presenta. Solo se sienta al teclado, inspira y al expirar sus dedos ya recorren las teclas del piano con facilidad.

Libera todo lo que siente. No sabe cuánto tiempo ha pasado, pero levanta la cabeza y lo ve apoyado contra la misma cortina testigo de sus besos. El bulto en sus pantalones es notable, pero no es en lo que Amaia primero se fija. Lo primero son sus ojos, deseosos de sexo, deseosos de ella.


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Hola a todas. Ya que hoy hemos superado las 1000 lecturas en esta historia y viendo todo el apoyo que tiene... he decidido subir hoy otro capitulito. Espero que os guste tanto como a mi escribirlo. Un beso a todas y gracias por leerme.

Emma.

Flor de LirioWhere stories live. Discover now