Capítulo 13.

957 97 48
                                    


—Hola hijo. Hola Amaia. Hola Noemí. ¿Pasa algo grave?

Alfred oye a su madre hablar, pero no la escucha. Para él no pasa nada grave. Algo gordo quizás... bueno ahora mismo aún no es gordo pero dentro de seis meses...

El chico ríe de su propio chiste. Pero se arrepiente al notar el codazo que Amaia le da en las costillas.

Los respectivos saludos se le hacen eternos a Amaia. La chica tiene ganas de vomitar. Tiene pánico. Tiene miedo. Mucho miedo.

Así que... aún en medio de la cháchara sin sentido... coge aire y lo suelta.

— Estoy embarazada.

...

...

Silencio.

...

...

Javiera siente que el mundo se para a su alrededor. Un peso se instaura en el pecho. Y baja... y baja.

Para Amaia la situación es completamente distinta. El peso instaurado en el pecho de Amaia cinco semanas atrás acaba de desvanecerse... y ante ella solo hay expectación.

Primero expectación, pero cuando su madre mira fijamente a la cámara del portátil y se pone a llorar... entonces solo hay pesar. Porque Amaia lo siente, lo siente mucho. Pero no va a pedir perdón. Para pedir perdón hay que arrepentirse, y eso no sucede. Amaia no se arrepiente. Un bebé. Es un bebé. Un bebé suyo y de Alfred. Alfred... ese chico raro que ha entrado en su vida regalándole cosas que no sabía que quería, dándole eso que no sabía que necesitaba. Enseñándola a amar. Amaia no pide perdón, pero sí que lo siente... porque entiende que ha decepcionado a sus padres y entonces... ella... ella también llora.

— Lo siento. Lo siento muchísimo, mamá... papá... Lo siento muchísimo.

Alfred abraza a su... su... el chico no sabe cómo definirla. ¿Novia? No es su novia. ¿Pareja? No... tampoco es su pareja, no han hablado de ello... pero tampoco había hecho falta. Y Alfred, al final... rebusca entre sus palabras y la encuentra: COMPAÑERA. Compañera de camino y de vida. Compañera por completarse, compañera por aportar a su vida aquello que a él le faltaba. Compañera por complementarle. Compañera por sumar juntos, por hacer que uno más uno sumen tres.

— Javiera... yo... Sé que es difícil, para nosotros también

Alfred mira a su madre, ella no ha abierto la boca en todo el rato. Su padre tampoco lo ha hecho. Pero ellos han hablado. Se han mirado a los ojos y se han entendido. Y a pesar de no compartir palabras con ellos... Alfred lo sabe.

Sabe que a pesar de haberles decepcionado, lo ha visto en sus ojos, la decepción no estaba sola. El orgullo y miedo la acompañaban. Miedo por la situación, miedo por él. Pero orgullo también. El orgullo está ahí. Y eso es lo que importa.

—Amaia y yo no planeamos esto. Nos encontramos en un bar de jazz, compartimos música, gin-tonics y algo más. Las probabilidades de que entráramos a la academia los dos... eran muy pocas. Pero lo hicimos. —Alfred siente los seis pares de ojos fijados en él. —Sé... sé que soy un tipo raro... pero quiero a Amaia.

—Ay Alfreed... —Amaia rodea el cuello de Alfred con sus brazos y deja un beso en su cuello. La chica casi ha olvidado que Noemí está con ellos, manteniendo las distancias pero con ellos al fin y al cabo. Noe ha estado callada todo el rato y ahora no es distinto, pero no puede evitar sorberse los mocos de la nariz y limpiarse las dos lágrimas que han escapado de sus ojos. —Y yo le quiero a él.

—Esto no va a ser fácil, tampoco va a ser un camino llano. Pero solo pido... pedimos... que nos apoyéis. Amaia y yo hemos decidido seguir... y queríamos decíroslo antes de que se nos escape u os enteréis por otros medios... Porque la pequeña clave de fa que era nuestro bebé la última vez que lo vimos, ya es menos gambita y más bebé.

Se hace el silencio. Hasta que Alfredo habla, emocionado.

—¿Ya se te nota hija?

Amaia sonríe. Se levanta del sofá y para que la impresión sea un poco mayor... se da la vuelta y les da la espalda a los cuatro adultos que la miran con cara interrogante. Amaia mete la mano bajo su jersey rosa y tira del velcro del cinturón. La petaca y el micrófono terminan sobre el sofá. La chica se pone de perfil, se levanta el jersey y entonces aparece.

Javiera mira a su hija, expectante. Se ha limpiado las lágrimas hace rato y ahora un amago de sonrisa empieza a nacer. Empieza y termina. La sonrisa se agranda.

Ante Javiera, ante Ángel y ante los padres de Alfred aparece una barriguita ligeramente abultada. Ya se le nota, dentro de Amaia hay una pequeña parte de música y de amor. Una pequeña parte de ella, una pequeña parte de él.

Alfred se levanta del sofá, rodea a Amaia por detrás y le acaricia la barriguita. Y eso; ese gesto tan simple, hace que las preocupaciones se vayan y que sientan que ahora ya pueden con todo.

Flor de LirioWhere stories live. Discover now