CAPITULO 01 PRIMER ENCUENTRO cuarta parte

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-Voy al gimnasio, y creo que lo puedo encontrar

-Es también mi siguiente clase.

Parecía emocionado, aunque no era una coincidencia en una escuela tan pequeña.

Fuimos juntos. Hablaba hasta por los codos e hizo el gasto de casi toda la conversación, lo cual fue un alivio. Había vivido en Tokio hasta los diez años, por eso entendía como me sentía ante la ausencia de sol. Resultó ser la persona más agradable que había conocido aquel día.

Pero cuando íbamos a entrar al gimnasio me preguntó: -¿Oye le clavaste un lápiz a Sesshomaru Taisho, o qué ? Jamás lo había visto comportarse de ese modo.

"Tierra trágame", pensé. Al menos no era la única persona que lo había notado y, al parecer, aquel no era el comportamiento habitual de Sesshomaru Taisho. Decidí hacerme la tonta.

-¿ Te refieres al chico que se sentaba a mi lado en biología ? -pregunté sin malicia.

-Sí-respondio-. Tenía cara de dolor o algo parecido.

-No lo sé- respondí-. No he hablado con él.

-Es un tipo raro- Hoyo se demoró a mi lado en lugar de dirigirse al vestuario de chicos-. Si yo hubiera tenido la suerte de sentarme a tu lado, yo sí hubiera hablado contigo.

Le sonreí antes de cruzar la puerta del vestuario de chicas.

Era amable y estaba claramente interesado, pero eso no bastó para disminuir mi enfado.

El entrenador Akago, el profesor de educación física, me consiguió un uniforme, pero no me obligó a usarlo para la clase de aquel día. en Tokio, sólo teníamos que asistir dos años aquí era una asignatura obligatoria todos los años. Sengoku era mi infierno personal en todos los sentidos.

Contemplé los cuatro partidos de voleibol que se jugaron, me dieron náuseas al verlos y recordar los muchos golpes que había dado, y recibido, cuando jugaba voleibol.

Al final sonó la campana que indicaba el final de las clases. Me dirigí lentamente a la oficina para entregar el comprobante con las firmas.

Había dejado de llover, pero el viento era más frío y soplaba con fuerza, me envolví con mis propios brazos para protegerme.

Estuve a punto de darme media vuelta e irme cuando entré en la cálida oficina.

Sesshomaru Taisho se encontraba de pie, enfrente del escritorio lo reconocí de nuevo por su largo cabello plateado. Al parecer, no me había oído entrar. Me apoye contra la pared del fondo, a la espera de que la recepcionista pudiera atenderme.

Estaba discutiendo con aquella voz profunda varonil y agradable.

Intentaba cambiar la clase de biología de la sexta hora a otra hora, cualquier otra hora.

No me podía creer que esto fuera por mí culpa debía de ser por cualquier otra cosa, algo que había sucedido antes de que yo entrara en el laboratorio de biología. La causa de su aspecto contrariado debía ser otro lío totalmente diferente. Era imposible que aquel desconocido sintiera una aversión tan intensa y repentina hacia mí. La puerta se abrió de nuevo y una súbita corriente de viento helado hizo susurrar los papeles que habían sobre la mesa y me alboroto los cabellos sobre la cara.

La recién llegada se limitó a andar hasta el escritorio, depositó una nota sobre el cesto de papeles y salió, pero Sesshomaru Taisho se envaro y se giró, su agraciado rostro parecía ridículo- al verme bueno para traspasarme con sus penetrantes ojos llenos de odio. Durante un instante sentí un estremecimiento de verdadero pánico, hasta se me erizó el vello de los brazos. La mirada no duro más que unos segundos, pero me heló la sangre en las venas más que el gélido viento. Se giró hacia la recepcionista y rápidamente dijo con voz aterciopelada:

-Bueno, no importa. Ya veo que es imposible. Muchas gracias por su ayuda. Giró sobre sí mismo sin mirarme y desapareció por la puerta.

Me dirigí con timidez hacia el escritorio- por una vez con el rostro lívido en lugar de colorado- y le entregué el comprobante de asistencia con todas las firmas.

-¿Como te ha ido en el primer día cielo ?- me preguntó de forma maternal.

-Bien-mentí con voz débil.

No pareció muy convencida.

Era casi el último coche que quedaba en el estacionamiento cuando entré en el monovolumen. Me pareció un refugio, el lugar más acogedor de aquel húmedo y horrendo agujero. Permanecí varios minutos sentada mirando el parabrisas con la mirada ausente, pero pronto tuve tanto frío que necesité encender la calefacción.

Arranqué y el motor rugió. Me dirigí de vuelta a la casa de Onigumo, y trate de no llorar durante todo el camino.







Perdón por el retraso pero prometo actualizar un capitulo por semana todos los días sábados por favor dejen sus estrellitas y sus comentarios se los agradeceré muchísimo

EL AMOR BAJO LAS SOMBRAS DEL SENGOKUWhere stories live. Discover now