CAPITULO 15 LOS TAISHO segunda parte

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     – ¿ Estás mareada ? – preguntó. Me había visto así con anterioridad.

– No ... No fue la misma clase de desfallecimiento de siempre. No sé qué ha sucedido – agité la cabeza con gesto de disculpa –. Creo que me olvidé de respirar.

     – No te puedo llevar en estas condiciones a ningún sitio.

     – Estoy bien – insistí –. Tu familia va a pensar que estoy loca de todos modos, así que ... ¿ Cuál es la diferencia ?

     Evaluó mi expresión durante unos instantes.

     – No soy imparcial con el color de esa blusa – comentó inesperadamente. Enrojecí de placer y desvié la mirada.

     Mira, intento con todas mis fuerzas no pensar en lo que estoy a punto de hacer, así que ¿podemos irnos ya ?

     – A ti no te preocupa dirigirte al encuentro de una casa llena de vampiros, lo que te preocupa es conseguir su aprobación, ¿ me equivoco ?

     – No – contesté de inmediato, ocultando mi sorpresa ante el tono informal con el que utilizaba la palabra.

     Sacudió la cabeza.

     – Eres increíble.

     Cuando condujo fuera del centro del pueblo comprendí que no tenía ni idea de dónde vivía. Cruzamos el puente sobre el río Gojo, donde la carretera se desviaba hacia el Norte. Las casas se aparecían de forma intermitente al pasar se encontraban cada vez más alejadas de la carretera, y eran de mayor tamaño.

     Luego sobrepasamos otro núcleo de edificios antes de dirigirnos al bosque neblinoso. Intentaba decidir entre preguntar o tener paciencia y mantenerme callada cuando giró bruscamente para tomar un camino sin pavimentar. No estaba señalizado y apenas era visible entre los helechos. El bosque, serpenteante entre los centenarios árboles, invadía a ambos lados del sendero hasta tal punto que sólo era distinguible a pocos metros de distancia.

     Luego, a escasos kilómetros, los árboles ralearon y de repente nos encontramos en una pequeña pradera, ¿ o era un jardín ? sin embargo, se  mantenía la  penumbra del bosque; ya que no remitió debido a  que las inmensa ramas de seis cedros antiquísimos daban sombra a todo un acre de tierra. La sombra de los árboles protegía lo muros de la casa que se erguía entre ellos, dejando sin justificación alguna el profundo porche que rodeaba el primer piso.

     No sé lo que en realidad pensaba encontrarme, pero defintivamente no era aquello. La casa, de unos cien años de antigüedad, era atemporal y elegante. Estaba pintada de un blanco suave y desvaído. Tenía tres pisos de altura y era rectangular y bien proporcionada. El monovolumen era el único coche a la vista. Podía escuchar fluir el rió cerca de allí, oculto en la penumbra del bosque.

     – ¡ Guau !

     – ¿ Te gusta ? – preguntó con una sonrisa.

     – Tiene ... cierto encanto.

     Me tiró de la coleta y rió entre dientes. Luego, cuando me abrió la puerta, me preguntó.

     – ¿ Lista ?

     – Ni un poquito ... ¡  vamos !

     Intenté reírme, pero la risa se quedó pegada a mi garganta. Me alisé el pelo con gesto nervioso.

     – Tienes un aspecto adorable.

     Me tomó de la mano de manera casual, sin pensarlo.

     Caminamos hacia el porche a la densa sombra de los árboles. Sabía que notaba mi tensión. Me frotaba el dorso de la mano, describiendo círculos con el dedo pulgar.

EL AMOR BAJO LAS SOMBRAS DEL SENGOKUWhere stories live. Discover now