X

9 4 0
                                    

Manuel, con la imaginación y las ideas aceleradas se levantó para servirse una taza de café colocándole frente a él y bebiendo de a pequeños sorbos retomó la lectura.

¨No sé cómo llegué a ese punto o en que momento salí de mi tibia cama a vagar tal como una alma en pena que está siendo torturada por sus malas decisiones y es que ahora veo que he tomado la peor de ellas al casarme con Jerónimo Lozano, ¿de qué me ha servido todo su dinero encerrada en este taciturno pueblo? Lleno de gente sin el más mínimo grado de educación o buenos modales, cada día aborrezco más a ese hombre, odio que me toque, que me bese, es más, he llegado al punto de no soportar el timbre de su voz, la de él o la de cualquier otra persona me irrita en exceso. Me he sumido en una bruma de oscuridad, no le veo sentido a nada y aunque intentó con todo mi aliento aferrarme a la mujer que alguna vez fui cada vez la siento más lejana, agonizando lentamente. Con lágrimas en los ojos escribo estas palabras, y aunque mis manos tiemblan debido al terrible terror del que soy víctima, necesito contar lo que vi esa horrible noche a modo de liberar un poco el peso de mi atormentada alma, aunque tal vez nadie lo lea nunca y mucho menos lo crea.¨

¨He sido guiada dentro de un nebuloso sueño por una serie de murmullos, ellos me indicaron un camino hacía un lugar lleno de paz donde no gobernaba sobre mí miedo alguno. Recuerdo haber caminado entre una espesa niebla, la misma que siempre rodea Babaal por las noches. Sentía el frío ceñirse sobre mi cuerpo y no pasó mucho tiempo antes de admirar un hermoso lago, sus suaves aguas se mecían con la más tranquilizante calma, el pasto verde resplandecía a luz de los tenues rayos de la luna, cerré los ojos dejándome envolver en esa inmensa armonía.¨

Y entonces la escuché, una voz nueva, una linda y amable que con dulzura me susurraba el nombre de aquel lugar: Cheén. Sonreí ante la gran ironía de la palabra y su significado de pureza. Cheén, me gustaba mucho y recuerdo haber pensado en hablar con Jerónimo y pedirle que nos mudáramos a ese lugar.

Un fuerte ruido me hizo despertar de golpe y lo primero que sentí fue un fuerte estremecimiento, seguido de la paralizante sensación de estar dentro del más oscuro averno, lejos había quedado ese lago lleno de paz, ahora estaba parada en medio de un espeso bosque, uno que para mí desgracia conocía demasiado bien. No sabía qué hacer el terror se apoderó de mí, de mi pobre alma aturdida de dolor y miseria y entonces corrí, lo hice de una manera frenética usando todas mis fuerzas a pesar de estar descalza y experimentar como a cada pisada afiladas ramas se encajaban desgarrando mis pobres pies. Pero no paré, aun cuando no sabía hacía donde ir, solo tenía esa fiera seguridad de que si dejaba de hacerlo, esa cosa, esa sombra, terminaría arrastrándome a él.

Y entonces la vi, como una aparición lejana surgiendo entre la brumosa neblina, aquella vieja cabaña de madera que prometía ser el mejor refugio contra aquel despiadado ente y su persecución sin tregua ¡Oh, que ingenia fui! No pude notar que corría como un indefenso conejo a la trampa del astuto cazador o en este caso, al hambriento lobo. Pero yo no podría saberlo y en menos de un minuto me metí por mi propio pie a sus terribles fauces. La vieja puerta de madera se cerró tras de mí, la oscuridad se volvió aún más abrumadora, una voz ronca surgía por todos los rincones de aquel lugar, giré mi cuerpo en un intento de huir pero él me tomó entre sus fuertes brazos, era mi fin, esa sombra de agrio aroma me tenía a su merced.

Poco recuerdo de esa noche, me es imposible ver más allá de la gruesa sombra que se posicionó sobre mi cuerpo y temo ¡Dios cuanto temo de lo que haya hecho con el! Solo sé que cuando Jerónimo acompañado de algunos habitantes de Babaal me llevaron a casa, ya era tarde, ni el gran enrejado o los fuertes candados que mandó a colocar en cada puerta y ventana de la casona podrían salvarme de lo que ya llevaba dentro. Algo ya vivo, pero no de este mundo.

Con un suspiro lleno de consternación Manuel terminó de leer, era horrible el relato, doña Catalina sin duda había tenido una vida tortuosa en Babaal ¿Pero se podía confiar realmente en sus palabras? Quizá no eran más que delirios y su educada forma de expresarlos les otorgaban ese aire de credibilidad. Fuera como sea, lamentó el hecho de que nunca buscara algún tipo de ayuda, su mente y alma, se volvieron contra ella. Así pues la pobre mujer vivió envuelta en sombras.

La noche ya había caído, pero la sensación de intranquilidad que había ejercido sobre su espíritu la lectura no le permitía sólo acostarse, cerrar los ojos y fingir que lo que acababa de leer no le había perturbado de una manera increíble y extraña. Un raro impulso se apoderó de él llevándolo a tomar las llaves de su coche y salir de la tranquilidad de su departamento en medio del arrebató y no parar hasta llegar al lago Cheén. 

La sombra de BabaalWhere stories live. Discover now