CAPÍTULO XXXVII: EL MAL DEL QUE DEBES LIBRARTE

525 68 4
                                    

Madre Oana sonrió al ver llegar a Yuzu a su casa y le dejo pasar. Era cálida la estancia a pesar que desde fuera se pensaba que no era más que un lugar frio y destartalado. Crina estaba en la cocina y al verle su cara se ilumino y le ofreció un tarro de cerveza caliente con jengibre.

- ¿A que debo el placer de tu visita? -le pregunto la albina emocionada.

-Creo que madre Oana ya sabe a que vengo. -respondió sonriéndole a la joven mientras daba un sorbo. -Ese joven, Deniel, se ve que va en serio contigo.

-Él es un amigo nada más. -se sonrojo.

-También mi esposo y yo éramos amigos. -intervino madre Oana con una sonrisa de niña traviesa. -O, bien que recuerdo esos tiempos como si fuera ayer. Jean y yo solíamos escondernos en el bosque cuando tomábamos queso del señor Wirchers, trepábamos a lo más alto del árbol y repartíamos el botín.

Yuzu y Crina escucharon atentamente el resto de la anécdota sobre la vida de madre Oana. Esa mujer tenia chispa, siempre trabajadora y le gustaba divertirse de maneras poco ortodoxas pero sanas. Incluso llevo a Yuzu a preguntarse si podría estar alguien a su lado hasta ser un adulto de la tercera edad para quejarse del ruido de las personas y así conseguir regalos como disculpas.

-En fin. No creo que hayas venido hasta aquí, Yuzuko Okogi, para oír las travesías de una momia andante. -bromeo.

-Nunca cae mal una conversación agradable antes de tocar el tema. -respondió algo decepcionada por la interrupción.

-Considerando que te tienes que ir y quieres deshacerte de esas cosas horribles no me hubiera molestado una interrupción.

-Como es que... -de pronto comprendió que lo sabía por su don de clarividente.

Madre Oana soltó una expresión de pomposa presunción y se puso seria.

-Para librarte de esos libros malditos debes ir a donde los conseguiste, quemarlos hasta las cenizas en un lugar alejado de la gente y enterrarlo con una cruz bendita de plata sobre la tierra. No importa si luego alguien se la lleva, simplemente es un... ritual para que no te sigan más. –explico madre Oana mientras bebía su avena caliente.

-Entonces... debo viajar por cinco lugares diferentes. –murmuro avergonzada.

-Del libro de aquí no hay mucho problema porque no pasaste mucho tiempo. Déjamelo a mí, ya me desharé de él. –extendió su arrugada, huesuda y pecosa mano para sostener el libro con asco. - ¿La investigadora Testarossa no piensa venir a comer algo?

-No. Está hablando con su esposa ya que en dos días es el cumpleaños de su pequeña.

-Ya veo. –dijo metiendo su mano en su largo mantel y saco una muñeca de trapo. –Cuando vayan a Venecia dale esto de mi parte.

-Pero vamos a ir directo a Londres. –Yuzu la miro con ojos entrecerrados.

-Los humanos cambiamos de opinión siempre. –respondió madre Oana con una expresión de niña traviesa mientras bebía de su taza en forma de bailarina exótica que le regalo su amigo Frank en honor de sus ciento veinte años. –Además esa pequeña Paola te necesita, luego de perder a su hermana necesitara alguien que le cuide. Te aconsejo que antes de que vuelvas a Japón resuelvas esos tramites para que te sea más fácil obtener la custodia.

Yuzu se asombró por el comentario y estuvo a punto de preguntarle como sabia de María cuando Fate entro a la casa con rapidez para avisarle a la castaña el cambio de destino. Yuzu se sorprendió por aquello y miro a Madre Oana con algo de miedo, pero la anciana simplemente sonrió mientras pedía que se le rellenara su taza exótica.

DESEO DE MEDIA NOCHE (CITRUS)Where stories live. Discover now