Capítulo 9 | Madre

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JAMAL


"Odiaba verla postrada en cama todo el día, sin nada que hacer, sin poder ver la televisión o escuchar la radio, solo viendo las nuevas manchas de moho que crecían en el techo sobre aquel papel tapiz que se estaba cayendo." Pensó Jamal.

El hombre cerró la puerta del departamento y se quitó la chamarra gruesa, después caminó en dirección a la cocina y empezó a hervir el agua. Midió con el contador Geiger la toxicidad del agua en la cisterna. Estaba por debajo de la zona peligrosa, por lo tanto era bebible. Entonces llenó una olla con agua y la puso a calentar sobre la estufa.

Jamal después se fue a sentar a lado de su madre, se rascó la tupida barba mientas obsevaba a su mandre. La anciana tenía al igual que Jamal la piel oscura, con el cabello rizado y blanco grisáceo. En sus mejillas tenía manchas color azules y pequeños cristales se solidificaban en el exterior de su frente.

—Hay una nueva mancha de moho en el techo, Jamal... —Dijo la anciana, su voz era lenta y pausada. La madre de Jamal se pasaba casi todo el día acostada en el camastro mirando el techo, y cuando ya se cansaba, había que llevarla a su cama, para que descansase. —...Y las otras dos se han hecho una gran mancha.

—Has hecho una telenovela viendo solo las manchas que crecen el techo. Saca tu brazo de las cobijas. —Le pidió Jamal a su madre, mientras retiraba del interior de la bolsa de papel la pequeña botellita y una jeringa.

—¿La esterilizaste? —Le preguntó la mujer.

—No, esta es nueva, ahora pásame tu brazo mamá.

—Oh...odio que me pongan esas inyecciones, no soy una niña. —Replicó molesta la anciana a medida que Jamal atravesaba con la aguja la membrana que protegía el líquido y llenaba la jeringa hasta la dosis permitida, después tomó el brazo de su madre.

Cuando Jamal era niño le tenía miedo a su madre, ella le golpeaba mucho y fuerte. Los brazos de su madre solían ser gruesos y firmes por todas las palizas que su madre le había dado a Jamal. Pero ahora sus brazos eran tal delgados como los de un niño: con la piel colgándoles de ellos.

Su madre ya no comía más.

Jamal entonces le inyectó el líquido en el brazo a la anciana. La anciana lanzó un bufido de dolor y luego volvió a meter el brazo bajo las cobijas.

—Ya está. —dijo Jamal. —Tengo comida, vamos mamá tienes que comer.

—No quiero comer. —Replicó la anciana.

—Si no comes no tendrás fuerzas para recuperarte. —Dijo Jamal. —Vamos, Tengo algo de atún y barras nutritivas, será como en navidad.

—Que mierda es lo que ha quedado de este mundo. —Replicó su madre.

—Debes alegrarte mamá, estas con vida. Es más de lo que podemos decir de todos los demás. —Respondió Jamal. —Pudimos haber muerto en la explosión, pero en cambio aquí estamos.

Sin embargo, la mujer ignoró lo que su hijo le había dicho.

—Recuerdas cuando el oficial John Johnson te traía de la escuela en su patrulla. —Dijo su madre viendo a su hijo.

—No me traía mamá, me había arrestado. —Respondió Jamal.

—No, no. Eso lo hacía para traerte a casa y que los otros niños no te molestaran en la escuela y que los maleantes no te quitaran tu dinero.

—No mamá, el oficial Johnson solo me traía de la escuela para tener una excusa para hablar contigo.

—Te llevaba a las prácticas de box en el gimnasio los fines de semana. —Dijo la señora sonriendo.

—Trataba de sacar puntos contigo. Y además, tenía esposa. —Respondió Jamal.

—Ja, es cierto. Pero, aun así, él te quería. Nunca tuvo hijos y yo sabía... sabía que Johnson hacía todo eso por mí.

—¿Y si lo sabías por qué lo permitías?

—Porque necesitabas una figura paterna en tu vida, hijo. —Replicó su madre con un tono alegre, mientras acariciaba la mejilla de Jamal. —Todos los otros niños, todos ellos tenían un padre que los llevaban en sus hombros a los partidos de baseball y les enseñaban a luchar y a conducir y a hablarles a las chicas, yo no quería que tu fueras un niño raro, quería que no te perdieras de los mismo que el resto de tus compañeritos en la escuela.

—Pero de que hablas mamá, yo tenía padre. Tú eras también mi padre. —Dijo Jamal en broma

—Grosero. —Dijo riendo su madre. —A veces me pregunto, que hubiera pasado si yo le hubiese dicho que sí al oficial Johnson, hubiera estado con nosotros durante tu foto de graduación de la preparatoria. Te hubiera ayudado a buscar un trabajo en la fuerza. Yo hubiera estado muy orgullosa, presumiendo el salón de uñas con mis amigas a mis dos muchachos en la fuerza. A veces sueño con eso, con otra vida una donde...ya sabes.

"Donde no cayeron las bombas, sí supongo que sí, mucho había cambiado cuando las bombas cayeron. El gobierno se acabó, las autoridades se esfumaron, solo quedó el caos y lo que vino después fue un horror. Sweet-T y el Coliseo de los fines de semana. Había veces que quería decirle a mamá lo que hacía los fines de semana, que los sábados me la pasaba peleando en el estadio donde antes solíamos ir a los partidos de baseball. Peleando contra otros hombres e irradiado. Había noqueado a tantos y matado a otros tantos."

—Hoy la volvía a ver... —Dijo la madre de Jamal.

—¿A quién?

—La hada.

—¿La Hada?, ¿de que estas hablando?

—Es un hada que se pasea por el jardín en las mañanas y desaparece en las noches antes de que llegues. Se ríe constantemente y a veces hace travesuras, como tirar los botes de basura y revuelve la basura como si fuera un mapache.

—Creo que estás viendo cosas mamá. Las hadas no existen. No existían antes de las bombas y dudo que existan incluso después de ellas.

—Aun así, creo...creo que...- —Su madre dio un bostezo. —Ya me dio sueño por la medicina, me voy a dormir ahora, y comeré mañana temprano. —Dijo la mujer. Y se quedó dormida.

—Está bien mamá—Respondió Jamal. —Que descanses. —dijo el hombre y le dio un beso en la frente a su madre.

—Le mandaré tus saludos al oficial Johnson. —dijo la señora y luego se acurrucó en las cobijas y se quedó dormida.

Jamal entonces dio una profunda respiración, levantó a su madre y la llevó a la habitación de ella, a Jamal le inquietaba lo liviana que era su madre, casi como si estuviese cargando a una niña.

Jamal se despidió y dejó dormir a la señora. Entonces el hombre joven se encerró en su habitación tomó el pesado bate de baseball que tenía junto a su armario y lo puso a un lado de su cama. Tenía que estar preparado por si su madre...se convertía en una de "ellos", en una irradiada.

Después se recostó y cerró los ojos, pero a diferencia de su madre que soñaba con el pasado donde veía una vida con el oficial Johnson, los sueños de Jamal estaban llenos de ojos sin vida, púas de cristal que perforaban los cuerpos de su contrincante. A veces soñaba que era mordido por los irradiados, y como si fuese rabia, una vez que te mordían, te rasguñaban o te tocaban, te convertías en uno de ellos, aunque muchos también se convertían en irradiados por las tormentas de radiación. Los hombres perdían la cordura y solo quedaba una bestias rabiosas.

La madre de Jamal se había contagiado. Sin embargo, era gracias a la medicina antiradiación lo que evitaba que se acelerara su converción

Jamal se despertó en medio de la noche, y fue al cuarto de su madre, abrió la puerta solo un poco y desde ahí le echó un vistazo a su madre, quien profundamente dormida y enrollada en las cobijas su rostro brillaba con un fulgor azul por los pequeños cristales en sus mejillas. 

Días de Anarquía: Año 7Donde viven las historias. Descúbrelo ahora