ERICA
Aquellos hombres eran muy extraños. Sus pieles eran blancas, pero de un color ahuesado. Eran altos y flacuchos. Estaban buscando algo en aquel complejo departamental abandonado. Érica sospechó que se debía de tratar de una banda de saqueadores. Pero a diferencia de otras bandas como los reyes. Estos saqueadores usaban un trineo hecho con piezas de metal y que era jalado por ratas gigantes. Judas, Rebecca y Érica yacían viendo con sus binoculares aquellos extraños detrás de una duna de arena.
--¡Pero que rayos es eso!—había preguntado Rebecca.
--Se hacen llamar los moradores de las dunas—respondió Judas.--Son recolectores de piezas entre los escombros. De los pueblos.
--Son repulsivos—había dicho Rebecca.
--Son diferentes Rebecca—respondió Érica. Después la chica miró a Judas.—¿Son peligrosos?
--Como todo en Tierra de Nadie.—respondió Judas.
--Hay que irnos—respondió Érica.
Volvieron a subir a los vehículos y continuaron el camino, cuando vieron nubes de polvo tras ellos.
--¿Qué es eso? —había preguntado uno de los reclutas, mientras miraban las nubes de polvo que eran levantadas.
--No lo se —había respondido otro recluta.
Érica miró por el cristal trasero, era en efecto algo que estaba corriendo a gran velocidad hacia ellos. pero no hacía ruido. No eran vehículos motorizados. No pasó mucho antes de que se pudieran ver. Eran al menos 7 u 8 trineos con seis o siete personas sobre ellos jalados por gigantescas ratas del tamaño de perros. Los hombres de los trineos habían empezado a hacer sonidos guturales. Mientras acercaban sus trineos hacia el convoy.
--¡Nos van a atacar! —Exclamó Érica. --¡Rápido! ¡posición defensiva!
Los reclutas entonces se fueron hacia las ventanas y sacaron sus armas. Los moradores de las dunas entonces empezaron a arrojar sus pesadas lanzas hacia los vehículos, como si estuvieran tratando de cazar a una gran bestia. Entonces los reclutas comenzaron a disparar. "No eran muy buenos en ello" Las ratas eran rápidas y tenían una gran movilidad entre la arena. Habían mutado y adaptado a la arena caliente. También arrojaban dardos envenenados desde pequeñas cerbatanas. Uno de los reclutas cayó fulminado por uno de los dardos al lado de Érica. Entonces la teniente Gallen tomó la metralleta y comenzó a disparar. A penas disparaban y los trineos de los moradores empezaban a serpentear. Entonces Erika abrió la escotilla del techo del vehículo y desde ahí empezó a disparar.
La arena le molestaba y el viento de la velocidad. Mientras que los moradores de las dunas llevaban protectores en los ojos. Eran agiles. Uno de ellos arrojó su lanza tan fuerte que se enterró en el toldo del vehículo pacificador. Y el morador de la arena comenzó a trepar por el arpón. Sus pies estaban arqueados de tal forma como los monos para poder aferrarse por el pesado cable.
El Morador saco de su túnica una cerbatana de metal hecha con lo que parecía haber sido una flauta. Y metió un dardo en ella. Entonces Érica disparó una ráfaga de balas, pero el morador de las dunas dio un salto y se aferró al vehículo. Entonces tomó el cañón de la metralleta de Érica tratando de arrebatársela de los dedos. Érica forcejeó con el morador de arena. Entonces le dio un golpe con la culata en la boca. El morador de las dunas chilló de dolor y se abalanzó contra la mujer. La tenienete Gallen pudo sentir la fuerza de los dedos del morador estrujándole el cuello. Entonces se escuchó otro disparo y el morador cayó muerto Érica miró, en el vehículo delantero estaba Rebecca que desde el techo había disparado.
--¿Jefa está bien? —exclamó Rebecca.
--¡Sí! —exclamó Érica. —No te preocupes por mí, sigue , ¡hay que acabar con estos bastardos!—exclamó la teniente Gallen y sacó otro cargador y lo insertó en su metralleta. Entonces esta vez en vez de disparar hacia los moradores empezó a disparar hacia las ratas. Cuando tiró a dos de ellas, el trineo derrapó en una carambola y que de la fuerza arrancó el arpón del toldo.
Otro trineo, cayo y otros dos, después de ver que los moradores de las dunas no podrían vencer se alejaron y dejaron el convoy seguir su camino.
Cuando Érica bajó del techo pudo ver que dos reclutas habían muerto uno de ellos estaba agonizando, su cara se había puesto negra con venas purpuras que recorrían donde el dardo venenoso le había dado. Los ojos del hombre se desorbitaron y la sangre empezó a brotar de cada oído, de cada fosa nasal y de cada lagrimal y de la boca. Luego dejo de respirar ya había muerto.
Después de alejarse una considerable distancia decidieron detener el convoy y descansar por el día sacaron los cuerpos de los muertos y los encendieron en una pira. Judas les había dicho que tenían que hacerlo de lo contrario infectarían al resto del convoy. Mientras la pira humeaba Érica fue a hablar con Rebecca.
--Jefa...
--No dudaste en disparar—dijo Érica.
--No, la vi a usted en peligro y...
--Está bien—dijo Érica. —Puede que después de todo, si estés hecha para el Yermo—dijo Érica y meneó el cabello de la cabeza de la chica.

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Días de Anarquía: Año 7
Science FictionHan pasado 7 años desde que las bombas cayeron, Y el mundo como lo conocemos no ha desaparecido por completo, pero tampoco es el mismo. Mientras que el Yermo radioactivo alberga a saqueadores, mutantes y zombies irradiados, Ashton; ultimo bastión d...