Capítulo 3

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Narra Cayetano:

Cuando llegamos a la escena, nos encontramos el ómnibus al costado de la calle, a simple vista parecía que estaba vacío, pero todos los integrantes del club sabia que eso era táctica de ataque y de protección, en la parte trasera teníamos algunas armas y la única entrada y salida estaba al frente del ómnibus, pero ver le estado del ómnibus se me encogió el corazón no podía creer esos seres se metieran con unos niños, nuestra guerra era nuestra y no tenía porque llegar tan lejos de meterlos a ellos en esta guerra, que buscaban que yo volviera a declararles la guerra, que fuera atrás de su cabeza, que no me importara cuantos fueran, yo iba a asesinarlos uno por uno, y que sus gritos de agonía serían música para mis oídos y que su sangre sería mi nuevo néctar, que me bañaría en su sangre y me filmaría y se la enviaría a su jefe para que vea que mi promesa sigue intacta, que no descansare hasta acabar con cada uno de ellos, de esas lacras de los Vagos Motorcycle Club (VMC.

Cuando me aproxime al ómnibus lo hice con el detector de bombas, porque nunca se sabía con lo que nos podíamos encontrar, además como me había dicho mi vicepresidente, nuestros rivales se acercaron lo suficiente para poner una en el ómnibus de nuestro ángeles, después de estar revisando cada pequeño sector del ómnibus, me acerque a la puerta y hice la seña para que nuestro prospecto supiera que todo estaba en orden y que podía abrir las puertas para que el médico y su equipo pudieran hacer su trabajo y yo pudiera verificar con mis propios ojos si todos mis ángeles estaban bien, si bien me habían dicho que nadie había salido lastimado, solo que estaban conmocionados y algo rasguñados tenía que verlos con mis ojos y pero ante todo quería saber si ellos, estaban bien.

En el momento que subí los tres escalones del ómnibus y entre en el mismo, mi corazón bombeaba sangre por todas mis venas de una manera indescriptible, mis ojos examinaban todo, cada detalle no era menor para mí, pero mis ojos buscaban a ese par de ángeles que tenía mi corazón por completo, esos mismos ángeles que tenían un lugar en mi piel, encima de mi corazón, él y ella desde el primer momento me dejaron sin aliento y me prometí que mi historia no se volvería a repetir, ellos si sabrían que es vivir en un hogar lleno de amor, cariño, carisias, locura, guerra de almohadas que son muy frecuentes en nuestro hogar, ellos nunca tendrían que sentir el peso de una mano o de un cinturón en su cuerpo, porque yo hacía todo lo posible para que eso nunca pasara en esta vida, ellos día a día aprendían a ser buenas personas, a tener valores y respeto ante todo, ellos no juzgaban por ningún motivo, yo les enseñaba con amor y aun que me pese en el alma en algunas ocasiones los tuve que castigar porque hicieron cosas que estaba mal pero por suerte el destino puso en mi camino dos ángeles que tienen algo de demonio pero son más ángeles que todo.

No tuve que buscar mucho porque dos tornados salieron corriendo de su escondite y vinieron corriendo a toda velocidad claro toda la que sus pequeñas piernas les permitían y se abalanzaron y se colgaron de mí al estilo koala y por fin después de tanta angustia y miedo que a ellos le pasara algo por fin puedo respirar su aroma a coco y sus colonias infantiles que todas las mañanas le rociaba antes de ir a la escuela, pero sobre todo pude sentir sus pequeños brazos intentando rodear mi gran espalda, intentando darme un abrazo de oso. Mis tesoros estaban bien pensaba mientras nos fundíamos en deseado abrazo, unos segundos después los separe de mi para revisarlos mejor y inspeccionar si realmente estaban bien, y claramente ver si sus raspones no eran profundos.

Mi pequeña Aiko mientras la revisaba me decía que estaba bien, y que había sido una niña fuerte y no había llorado en ningún momento, y que hizo lo que pudo para que sus hermanos no lloraran y que protegió a su mellizo como siempre, mi pequeño tenía la cara hinchada por el llanto, su piel estaba rojiza y había restos de lagrimas en su bello rostro, me rompió el alma verlo así, porque de los dos, él era es más débil, a él no le gustaba los gritos, que hablaran fuerte, los ruidos fuerte y varias cosas más, por eso era muy común que mi pequeña lo cuidara pero no lo sobreprotegía, ella dejaba que el hiciera lo que quisiera y jugara con todos su juguetes, pero ella siempre estaba pendiente de él, de donde estaba y con que jugaba, si bien los dos tenían la misma edad, ella había nacido primero.

Club FénixWhere stories live. Discover now