El Vecino

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El vecino...

Eran un poco más de las 5:00 de la tarde. Estaba cansada, dejé mi pesado maletín en el sofa de la sala. Los casos en el juzgado acabaron con mi poca paciencia. Añade que tenía que llegar a preparar la cena. Me deshago de esos malditos tacones que representa elegancia y porte. Si por mi fuera, me iba en zapatillas o descalza. Me  hago una cola de caballo, me quedo en faldas y abro mi camisa mostrando a complacencia del vecino mis voluminosos pechos. Siempre lo veía llegar un poco después de mí. Ese día no corrí la cortina de la puerta de cristal. Es mi casa y pago, bueno, mi esposo y yo pagamos por ella.

Estaba estresada, decido esperar un poco antes de cocinar y me recuesto en el sofá. El sofá quedaba frente a la puerta de cristal. Yo en esas fachas llamaba la atención. Estuve como 20 minutos recostada, cuando me levanto pude ver como el vecino estaba sentado en su balcón mirándome. Lo ignoro y sigo recostada, pero despierta. Con piernas desnudas y pechos a fuera, era la provocación en persona. De momento reflexiono mejor y decido abotonar mi camisa, me  paro y poco a poco lo hago. Miro hacia la izquierda y veo que el vecino frunce el ceño y haces chasquidos con la boca. No escucho el ruido, pero vi la curva de sus labios. Obviamente era una negativa, ya iba por el quinto bontón.

Este juego me estaba gustando, desabrocho el botón donde están mis pechos y el sonríe. Veo que se sienta y comienza acariciar o acomodar tal vez su firmeza. Me paso un dedo por la avertura de mis senos y desabotono 2 botones más. Suelto mi cabello, es largo, más a bajo de mi cintura. Me dispongo a quitar aquel incómodo sostén que el único trabajo que tiene es joder todo el día. Me lo quité y me  recuesto con mi cara hacia la puerta. Ya me encontraba en faldas sin brasier y provocando al vecino. Se logra ver su dureza, el sube y baja de sus manos en aquella grande verga. Me comienzo acariciar mis pechos y hacer círculos en mis pezones.

Ver como ese hombre mordia sus labios y abría la boca para gemir me comenzaba a excitar. Ver como con sus dos manos se daba placer. Juntaba mis pechos y jalaba de mis pezones. Mordia mis labios y fui tan atrevida que abrí las piernas. Cuando desciendo mi mano para tocarme tenía un océano en los muslo y mi tanga estaba húmeda. Cuando casi cometo la locura de complacerme ante él, veo como se echa para al frente y coloca un mano en el barandal del balcón. Ya había llegado al climax y yo aún no. Echa su flequillo hacía atrás y me lanza una sonrisa.

Me levanto y voy al baño, en ese momento llega mi esposo y abre la puerta. Se abalanza en mí, me sube la falda y allí estaba doblada en el borde de mi bañera, con la manos apoyadas en la pared cogiendo en nombre de otro hombre.

Amo a mi esposo, pero al igual que ellos, nosotras tambien tenemos derechos a fantasear. ¿No creen?©

Keila M.
D.M.

Tranvía de MusasWhere stories live. Discover now