57- La caja de Pandora.

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Amsterdam. 1 a.m.

Para cuando el local empezó a llenarse de estudiantes, Alba ya llevaba unas cuantas copas entre pecho y espalda. Julia la observaba preocupada, había un aura negra alrededor de la rubia desde que se la había encontrado furiosa y resentida en casa esa misma tarde. Al principio entendió que le pidiera salir esa noche, estaba claro que necesitaba evadirse de lo que estaba sucediendo y que quedarse quieta la agobiaba, sin embargo a aquellas alturas de la velada el comportamiento de Alba se había vuelto frívolo, imprevisible y bastante turbador. No sólo no había rastro de su amable charla con los compañeros, o de ese buen rollo que normalmente despedía entorno a ella, sino que había estado cortante con Meike, había discutido con un par de tíos y ahora se había lanzado a bailar con una morena que no conocían de nada. Julia no sabía si le molestaba más ver claramente que Alba acabaría cometiendo una auténtica estupidez, o que hubiera escogido a aquella morena para perder los papeles.

- ¿Qué es lo que le pasa?

La pregunta inesperada de Meike le hizo apartar la mirada.

- Tiene problemas con su pareja –le contestó-.

- Ah, entiendo. ¿Y vas a dejar que se desquite con esa? –le preguntó Meike-.

Julia la miró entonces a los ojos. Meike era una mujer de pocas palabras, pero siempre increíblemente directa y clara. De hecho se había quedado bastante cortada cuando le había sido sincera diciéndole que le gustaría enrollarse con ella y que no le importaba si era sólo por unos meses, que le gustaba y quería pasarlo bien el tiempo que durara sin demasiados problemas. La andaluza no estaba acostumbrada a aquellas cosas, en el fondo era una romántica empedernida, enamorada platónicamente de Alba desde hacía ya demasiado tiempo, y pese a que había intentado olvidarse de su forma de ser entregándose a la relación sin problemas que le ofrecía Meike, ambas sabían que no había funcionado y nunca funcionaría por ese mismo motivo. Julia soñaba con el amor, Meike agradecía y disfrutaba de lo que quería y la vida le entregaba.

- No puedo hacer nada, es cosa suya. Ella elige –le contestó-.

- Ella ahora mismo no sabe ni lo que quiere, ni lo que le pasa ni lo que en realidad hace –le dijo Meike-.

- Por eso mismo no quiero ser yo con quien se desquite, me destrozaría –le contestó y Meike supo de lo que le hablaba, ya llevaban tiempo conversando sobre aquel punto-. La quiero.

Meike la atrajo hacia sus brazos y la retuvo unos segundos bajo su abrigo, luego se miraron a los ojos y sin querer evitarlo Meike la besó dulcemente en los labios mientras en los ojos de Julia caían unas lágrimas silenciosas.

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La cabeza de Alba era un hervidero, como su sangre. A pesar de acercarse a la pista de baile para que la música retumbara sobre su cuerpo más que las horas de silencio que habitaban en ella esperando una llamada de Natalia que no se había producido tras su pelea, nada conseguía suavizar aquel remolino que a aquellas alturas de la noche, y bajo el alcohol, se presentaba huracanado arrollando sus entrañas. Miró a la mujer con la que estaba bailando, ni siquiera sabía por qué había aceptado su invitación, sólo se había fijado en sus ojos, color miel como los de su novia, y luego en su actitud felina, tan segura de sí misma que a Alba la había enfurecido. Perversamente decidió jugar, jugar con ella. ¿Qué había de malo en que ella también coqueteara un poco? Se lo había visto hacer a Nat cientos de veces en el pub, y saber que nunca había sido después de estar juntas, no la frenó para dejar que la morena se le arrimara y cogerla de la cintura.

- "Bailas muy bien" –le susurró la morena-

Alba se rió con ganas. A pesar de que la chica se lo susurró en inglés, aquel halago típico de ligue le hizo demasiada gracia.

That was then... // AlbaliaWhere stories live. Discover now