Relato XXII: Poema al fuego

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Entre todas las investigaciones que hice, buscando seguir la pista a una creencia antigua, oscura y maldita, me encontré con cientos de cosas curiosas. Entre ellas, por casualidades amargas del destino, hallé el siguiente poema que dejo para beneficio del lector por si mi obra acabada no viera la luz antes de que la enfermedad me consuma hasta el último hueso. He de decir que, de todas las historias que he escuchado con erudita paciencia y escepticismo razonable, es esta una de las piezas que más me ha atormentado. No dejo de pensar que su autor, de carácter desconocido por la remotidad de la escena o por su propia decisión, tal vez tuvo la desdicha tan hórrida de mirar dentro de los ojos del Rey del Miedo. He aquí lo que, creo, es su último aliento:

Adentro, en los bosques, respira un fuego

Una llama perdida, un deseo ardiente

Susurra a oscuras su canción de muerte

Y en los días, esparce su ceniza al cielo


Quiénes serán los primeros en perder el consuelo

Al saber que lo incandescente consume la cordura

Pues su llama embobece y adormece en maldita amargura

Vuelve loco a quien le rete en mortal duelo


¿Vendrás esta noche a verlo conmigo?

Me gusta mirarlo mientras está dormido

No deja de dar vueltas, lleva semanas sin abrigo

Pero la soga al cuello le abraza, desde el inicio de los siglos


¿Vendrás a verlo bajo las estrellas de desdicha?

Te prometo huir antes de que muestre su torcida sonrisa

Antes de que llegue el hombre de las mil pesadillas

Saldremos corriendo e imploraremos por guarida


Adentro, en los bosques, arde un fuego maldito

No lo mires, no le hables, aléjate de él

Que su incandescencia es hoy aún peor que ayer

No vayas, no me dejes, por favor, te lo suplico


Regresa sobre tus pasos antes de que caigas vencido

No permitas que te consuma la hoguera de la demencia

O serás eternamente como el hombre que reza

Plegarias y oraciones de las que solo él es testigo


¿Vendrás esta noche a verlo conmigo?

Me gusta mirarlo mientras está dormido

No deja de dar vueltas, lleva semanas sin abrigo

Pero la soga al cuello le abraza, se detienen los siglos


Ya hace dos noches que te has ido

Y el fuego cada vez está más cerca

Puedo ver al hombre, distingo su silueta

Y empiezo a pensar que debí irme contigo


Pues el fuego nunca será tan temido

Como lo es el hombre de las manos asesinas

Maldito sea el árbol en que la maldad anida

Ahora siento sus ojos sobre mí, mientras estoy dormido


¿Vendrás a verme esta noche sin luna?

¿Podrás resistir mi llanto incalmable?

Me estoy volviendo más cuerdo cada tarde

Y, si me buscas, descanso en la laguna

Y, si me buscas, descanso en la laguna

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