Capítulo 3.

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Bajé la cabeza asustada, porque realmente había olvidado respirar por las pocas palabras que pronunció. Recordar el miedo que sufría a un lugar pequeño, donde seguramente el aire faltaría rápido, me enloquecía de tal manera que mis lágrimas surgían inmediatamente hasta recorrer mis mejillas.

Mi cuerpo tembló, y sentí como una mano alzaba mi rostro para mirarme directamente a los ojos.

— ¿Sucede algo? —preguntó.

¿Es que estaba siendo compasivo conmigo?

Negué con la cabeza.

Aun así Wade sonrió. Empujó mi cuerpo contra el suyo, acercándome un poco más al lugar donde supuestamente él me encerraría.

Para defenderme apreté mis dedos en la fina camiseta negra que llevaba, y levanté la cabeza mordisqueándome yo misma el interior de la mejilla para no soltar un grito de frustración.

Estaba acabando conmigo incluso cuando ni siquiera mi plan había comenzado.

— ¿Qué vas a hacer?

Soltó una risa.

—Relájate, muñeca —no necesitaba un guiño de ojo. Solo que me dejara en paz, pero era algo que no haría. —Solo quiero saber porque hablas de mí a mis espaldas.

—Curiosidad.

—La curiosidad desaparece cuando te acercas a mí —sonrió. — ¿No crees que es más fácil preguntármelo a mí antes que ir a otros?

Volví a callarme.

Sus dedos recogieron un mechón de mi cabello. Lo rizó jugueteando con él, y al darme cuenta que ya no estábamos solos, me aparté inmediatamente del cuerpo que impedía que saliera del cuarto de baño.

— ¡Wade! —gritó un chico.

— ¿Qué? —solo me miraba a mí.

—Tienes que volver a clase. La profesora Lorens está como loca —su amigo rió—, dice que está esperando a que este año sí que te presentes a su asignatura.

El chico de cabello castaño se dirigió hasta nosotros con los brazos cruzados. Una de sus mejillas estaba pintada con un pequeño número (exactamente el 74).

— ¿No puedes darme dos minutos?

Inmediatamente le dijo que no.

Wade ladeó la cabeza y salió del cuarto de baño sin despedirse, algo que agradecí. Volví a respirar con normalidad, sintiéndome libre de la maldita cárcel donde me vi encerrada. Pasé por el lado del amigo del quarterback, y cuando estaba a punto de alcanzar la puerta, algo me detuvo.

— ¿Sabes que posiblemente te ha descubierto, verdad?

¡No!

— ¿De qué hablas? —miré su mano aferrada a mi muñeca, y luego a sus enormes ojos grisáceos. —Te estás equivoca...

—Dos cursos. La chica de la taquilla.

En una sola hora ya me habían descubierto.

Pero tenía que seguir disimulando.

—No sé de qué me hablas —lo acusé con la mirada. —Por favor... ¿eres tan amable de soltarme?

El chico del número 74 pintado en la mejilla me soltó, pero en ningún momento se apartó de la puerta.

—Quieres vengarte de él.

—No.

—No era una pregunta, Kiara.

Sabía mi nombre.

—Estás loco. El fútbol americano os enloquece a todos.

La escandalosa risa del desconocido llegó a asustarme un poco.

—No eres la única —eso era imposible, ya que todos lo idolatraban—. Me uniré a ti, y seguiremos mi plan. Wade tocará hondo, y lo primero que tiene que perder es el equipo. Sin equipo no será nadie.

Ahora lo entendía todo.

—Quieres ser tú el quarterback —susurré.

Su sonrisa lo confirmó.

—Y si no me ayudas —el fue el primero en asomar la cabeza por la puerta para salir—, te hundiré a ti también.

Primera amenaza. Primer chantaje.

Ya no estaba sola.

El chico de la mejilla pintada cubriría mis espaldas, y ahora tenía que seguir un plan que desconocía.

¡Malditos deportistas de instituto!

Iban a acabar conmigo.



QuarterbackWhere stories live. Discover now