Capítulo 5.

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Cuando el timbre retumbó por toda la casa, bajé los últimos escalones que me quedaban para llegar a la entrada. Mi madre se ocupó de abrir la puerta, y en un cerrar de ojos sus brazos arroparon el alto cuerpo de Jay. Él hizo lo mismo, le respondió con otro delicado brazo.

Miró por encima del hombro de mi madre, encontrándose con mi mirada.

—Estás preciosa —dijo alejándose de mi madre. Intentó coger mi mano, y con una sonrisa fingida apreté la suya. —Volveremos pronto, solo estaremos un par de horas.

Quería tranquilizar a mi madre.

Observé cada movimiento que daba. Era tan alto, que mi cabeza quedaba a la altura de sus hombros. Su corto cabello oscuro conseguía destacar su tez pálida. Y por primera vez, su mejilla no estaba pintada con el número que lo acompañaba.

—No sabía que erais tan amigos. Y muchos menos novios —soltó una risa.

Y entonces caí en todo. Jay había sido capaz de decirle a mi madre que nosotros éramos novios, cuando solo se trataba de un estúpido plan contra Wade.

Mi padre asomó la cabeza, señaló a Jay.

—Cuidado con lo que le haces a mi pequeña.

Sonreí, al menos las amenazas de mi padre me protegían.

—Lo único que haré será cuidarla. Lo prometo señor —sabia como sonreír y actuar delante de los adultos. Cogió mi mano con fuerza. —Nos vamos ya.

Me guiñó un ojo. La puerta de mi casa se cerró y seguí los pasos de Jay hasta su coche; un precioso Ford rojo que brillaba gracias a los faros de la calle.

Su vestimenta era informal; una camiseta negra de mangas cortas que destacaban sus músculosos brazos, y unos vaqueros azulados que le quedaban demasiado bien para ser un chico que le importaba poco su aspecto (ya que llevar un número pintado en la mejilla era más que raro).

Y yo llevaba un vestido de verano que acababa por encima de las rodillas; simple, pero bonito.

—Se te da muy bien fingir —rompí el silencio que había en el coche.

Él sin mirarme dijo:

— ¿A qué te refieres?

—Decirme lo bien que estaba delante de mi madre —no lo miré, prefería mirar el largo recorrido que estábamos haciendo hasta la casa de Molly.

—Bueno —soltó una risa—, ahora tenemos cosas que hacer...pero ya tendré mi momento para demostrarte que lo que decía era cierto.

Mis dedos apretaron el cinturón de seguridad.

—Cuando esto acabe te quiero lejos de mi lado. Me gustaba mi vida de antes.

— ¿Ser la diversión de Wade te gustaba?

Cada vez que me recordaban ese día, odiaba mucho más a Wade.

—Él solo me humilló una vez.

—Lo sé —aparcó, y de repente me miró con la misma rabia de aquella mañana—, yo estaba allí. Y a diferencia de lo que me ha pasado con él, tengo que confesar que me sentí muy mal.

Crucé mis brazos.

—Pues no hiciste nada —ninguno bajó. —Podrías haberme ayudado.

—No era el de ahora. Me reí de ti junto a ellos —bajó el cabeza... ¿avergonzado? —, y estoy arrepentido. Lo siento, ¿vale?

Abrí la puerta y antes de bajarme dije:

—Nunca os perdonaré.

Bajé sin esperarlo. Pero Jay era rápido, e inmediatamente quedó a mi lado.

El enorme jardín de la casa de Molly estaba repleto de barriles de cerveza. Parecía la fiesta de una hermandad de universitarios. La música se escuchaba desde la calle de enfrente, y por suerte los vecinos guardaban una larga distancia a su enorme hogar.

Los invitados de la fiesta de cumpleaños salían y entraban sin tener que llamar al timbre. Nosotros nos colamos como los demás (pero con invitación) y buscamos un sitio más tranquilo para charlar un poco.

Pero no había intimidad por ningún sitio.

Jay se acercó a mis labios, y su mano arropó la mía.

—Bésame.

Presioné mis manos sobre su pecho, apartándolo.

—No —respondí.

—Wade nos está mirando, Kia.

—Kiara —corregí.

—Kia, bésame de una maldita vez —sus dedos se hundieron en mis mejillas—, o voy a tener que violar tu boca con mi lengua. Y hazme caso, muñeca, no me quieres agresivo.

Mi cuerpo tembló.

—Voy a patearte el culo cuando salgamos de aquí, Jay.

Y entonces cerré los ojos y presioné mi boca contra sus carnosos labios. Los dedos del chico que estaba besando se enterraron en mi larga melena castaña con extensiones de clip. Acarició el cuero cabelludo, y presionó para tener más acceso a mi boca.

La mano que se suponía que estaba libre, tocó con descaro mi trasero, y mi pecho impactó contra el suyo. Sentir su lengua en mi interior me estaba ahogando (me faltaba la respiración) y él parecía disfrutar, sin querer terminar ese beso fugaz que surgió obligatoriamente entre nosotros.

Eran suaves, blandos y delicados los labios de Jay. Y podía saborear la menta que había dejado su chicle en la boca. Pero no estaba disfrutando del beso.

Por suerte alguien lo apartó de mi lado.

Wade.

Con una ceja alzada me miró con esos enormes ojos azules que aparecían cada noche en mis pesadillas.

No sonreía, apretaba los labios por la escena que vio.

— ¿No vas a presentarme a tu novia? —él solo me miraba a mí.

Jay le golpeó el pecho de forma amistosa.

—Sí tú ya la conoces.

—Es verdad —me guiñó un ojo—, es la chica del baño.

Se arrimó hasta dejar un beso en mi mejilla, y me puso el vello de punta con las palabras que susurró:

—Si Jay te está molestando, solo tienes que decírmelo.

Wade se alejó de mi cuerpo, con una sonrisa que no había visto antes, porque siempre eran fingidas o picaras.

Entrelacé mis dedos con los de Jayden.

—Me gusta estar delante del quarterback del equipo —y apreté la mano de Jay enfurecida—, y del sustituto.

Porque aquel era el plan;

Jay solo se quería librar de Wade porque de esa forma lo sustituiría.

Pensaban que era estúpida.

Y se habían cruzado con la chica equivocada.

—Voy a felicitar a Molly —por segunda vez me besó, y presumió delante del quarterback. — ¿Puedes cuidar de mi muñeca?

Será capullo —pensé—, odio que me llame muñeca.

Wade le guiñó el ojo gracioso, y acarició mis hombros con su brazo. El tono de su piel era muy diferente al mío; él estaba mucho más bronceado por el sol, que yo.

—La cuidaré como si fuera mi novia —pero eso solo lo habían escuchado mis oídos.





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