SNOWY Ⓓ [COMPLETA]

Prefacio.

El pasado no desaparece, le gusta esconderse para atacarnos cuando
menos lo pensamos.

NO RECUPERAR LO PERDIDO

Lo primero que me ponía de los nervios era que la sangre seca se me quedara en las uñas. Volví a abrir el grifo para terminar de lavarme. Y lo segundo era que estuviera cubierto de barro y que sabía que tendría que fregar mucho para limpiarlo.

La tormenta afuera era una furiosa bestia en busca de venganza. Escuché los truenos caer cerca, las gotas golpear contra mi ventana y el cuarto de baño en el que yo estaba se hacía más pequeño y frío a medida que el tiempo pasaba.

Palabras y mentiras son la únicas capaces de destrozarte por completo.

Creo que, una vez que lo pierdes todo, es difícil sentir dolor por otra perdida. No tenía ganas de llorar, solo tenía ganas de quebrar algo contra un muro. A ver, tampoco es que fuera el fin del mundo: simplemente un hombre me había estado extorsionando con revelar uno de mis secretos del pasado.

Dios, no crean que lo maté, mi aspecto tan asqueroso era por... algo más. Cosas que a veces se salen de las manos.

Cuando me di cuenta de que no había más manchas en mis manos, me sequé y abrí el cajón que estaba bajo el lavamanos. Respiré tranquilo al ver que todo el dinero estaba ahí. Sí, estaba encabronado porque el hijo de puta me hubiera utilizado de esa manera, es que me había hecho la vida imposible. Juro que podría hacer cualquier cosa por sacármelo de encima.

Me quité la ropa y la dejé arrumada en el lavadero. Me paseé por mi habitación en ropa interior, me acerqué por la ventana y abrí un poco la cortina. El agua corría como río en las calles, ningún alma era capaz de salir de su casa con ese clima y a esas horas. Pero, al otro lado de mi casa, estaba estacionado un carro y ya me sospechaba de quien era.

Corrí a la cocina y tomé el cuchillo más grande que me topé. Mi madre de seguro habría repetido, como tantas veces lo hizo, que yo estaba loco y que debía cambiar. Mi padre me habría dado una bofetada para que me calmara. Pero yo sabía que ese hombre de afuera era peligroso y que podría hacerme daño. Volví a ver por la ventana, pero ya no había nada. Dejé caer el cuchillo al tiempo que tomaba el celular que había comenzado a sonar.

A ver, tampoco es que no tuviera sentimientos, si sentía dolor y miedo... nunca había podido olvidar de verdad, solo me había convertido un buen mentiroso.

—¿Aló?

—Miguel... —Era la voz de una mujer que a primera escucha no la reconocí.

—¿Pasa algo? —Era la madre de mi mejor amiga. Se me hizo demasiado extraño, nunca me había llamado desde hace tiempo atrás cuando viví con ellos.

—Miguel, es sobre Sana... —mencionó ella con la voz débil.

Tal vez habría sido uno de esos días en los que ella les metía a sus padres para que pudiera salir. Pero lo catalogué como algo más grave por la forma en que la señora sonada. Parecía que había llorado.

—¿Todo está bien?

—Sana se nos fue. —Es de ese tipo de cosas que no entiendes a la primera y no le prestas tanto peso. Imaginé que se había marchado de casa, pero después de una pequeña pausa dijo—: Ha muerto esta noche.

Entonces, sí sentí que me congelaba.

—Quería que fueras el primero en saberlo. —Yo ya no escuchaba muy bien. Quería creer que era una broma tonta, pero el doloroso llanto era irreconocible. Su voz se entrecortó al continuar—. ¡Mi niña! No puede ser, Dios, ¿por qué eres tan injusto?

Yo colgué, no quería escuchar más.

Afuera llovía como nunca, las gruesas gotas de lluvia chocaban contra la ventana y hacían que se sintiera de alguna manera detenido en el tiempo. Me senté en el filo de la cama y sentí el dolor triturarme los huesos, pero no grité, ni solté una lagrima.

Tal vez solo era el golpe de shock que llega con un evento que nunca esperas.