Capítulo 32.

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32 | El arma escondida.

En mitad de la noche, cuando Franco dormía, salí a correr. Sabía que era peligroso salir a esa hora de la madrugada, pero necesitaba despejar mi mente.

Había tanto por procesar. Pero, siempre fui bueno ocultando lo que me pasaba, así que, cuando estuve a solas, comencé a llorar. Fue como si todo me llegara de golpe. Vi el recuerdo del cuerpo de mi gata en mis manos y no me pude contener.

No sé por cuánto tiempo corrí, ni a qué velocidad lo hice, pero era consciente de que me adentraba a un bosque para deshacerme del ruido de la ciudad. Aceleré el paso hasta que el aire me faltó y tuve que apoyarme en un árbol para deshacerme de mi llanto por completo.

Fue entonces que, inconscientemente, había corrido hasta llegar al lugar del accidente de Sana.

Me senté en la tierra mojada por el rocío de la noche y navegué por mi móvil mirando sus fotos, mirando videos de mi gatita. Eran tan bonita, era increíble. Estuvo ahí en mis momentos de soledad y, a pesar de que no pudiera decir nada, era muy cariñosa.

Snowy fue el vínculo que me unió a Sana de una manera más concreta. Ambos la queríamos. No pude evitar soltar un par de lágrimas por ambas.

Había unos videos en lo que aparecían ella dos mientras jugaban y mi corazón se rompía con cada segundo. Eran momentos del pasado que ya no podría volver a vivir. Eran momentos de la vida que me gustaría jamás olvidar, porque que ellas ya no estaban, yo era el único capaz de recordarlos.

Entre ese gran momento de recuerdos y dolor. Me metí en el chat de Sana. Lo había evitado por demasiado tiempo porque no me quería torturar con eso. Pero, en ese momento, quise reírme de las cosas que había dicho. Quería recordarla feliz otra vez.

Miré hacia el lugar donde su auto se había chocado. ¿Cómo fue posible lo que le sucedió? Me parecía increíble. Fue entonces cuando tuve otro recuerdo. Ese aire frío de la noche me transportó a su accidente. Yo estaba en mi casa cuando ella me llamó.

—¡Miguel! ¡Miguel! —exclamaba con desesperación, se escuchaba la lluvia fuerte—. Por favor ayúdame. Yo... yo no vi nada. No diré nada. Me quedaré callada. Ayúdame. Ayúdame. Oh, mierda.

—¿Dónde estás? —me recordaba decir a mí mismo—. Necesito tú dirección.

Y entonces se escuchaba su carro al estrellarse. Ahí acabó la llamada.

Con el corazón agitado y la piel más fría, me levanté de ese lugar. Fui consciente de que a Sana la habían asesinado y que yo podría saber quién fue. Aunque no quería, necesitaba volver a ver a mi psicólogo.

(***)

Cuando llegué corriendo a casa, me cambié y me volví a meter entre las cobijas, lo hice con el mayor sigilo que pude. Aún faltaba una hora para que saliera el sol. Esperé no despertar a Franco, pero él me abrazó.

—¿A dónde fuiste?

—Necesitaba despejar la mente un poco —respondí—. Perdón si te desperté.

—No he podido dormir desde que te fuiste.

Entonces fue cuando lo abracé con fuerza. La verdad, nunca me había imaginado tener a alguien así a mi lado y ya sentía el temor profundo de perderlo. Quería asegurarlo a mi lado para siempre.

Todo ese tiempo me había dañado la cabeza con mis problemas del pasado que nunca me puse a ver qué futuro me tocaría, pero si en mi futuro estaba él, entonces lo quería con todas mis fuerzas. Me estaba negando a perderlo.

SNOWY Ⓓ [COMPLETA]Where stories live. Discover now