Capítulo 26.

3.6K 444 91
                                    


26 | En la feria.

Mina y yo íbamos en el carro de Aaron con dirección a la feria. Pero yo no podía dejar de pensar en las últimas palabras de la madre de Sana. Iba con la mirada perdida, sin entender lo que sucedía a mi alrededor. Me sudaban las manos y mi corazón estaba comprimido. ¿Cómo había Franco tenido una discusión con Sana si se suponía que él ni la trataba? ¿Él me había mentido? Necesitaba preguntárselo por más que no quisiera.

—¿Sigues preocupado por el asado con los padres de Franco mañana? —Dejé de pensar cosas locas y me centré en la pregunta de Mina—. ¿A qué hora habían quedado?

—Un poco. Quedamos para el almuerzo. —Ella dejó pasar una risita. Me alegré de que pensaran que era por eso. No quería admitir lo que me tenía preocupado en realidad—. Los conozco, los he visto cuando he ido a su casa, pero no he tenido una conversación con ellos.

—Pues llévales flores y quedarás como el mejor pretendiente —aportó Aaron.

—¿Flores a un asado? ¿Pretendes que quede como un idiota frente a sus padres?

—Supongo que eso es imposible, fueron ellos mismos los que te invitaron, eso quiere decir que quieren incluirte en su familia. Además, ¿qué importa lo que ellos piensen? —soltó—. ¿Acaso Franco no te ha dicho que eres lo único que le importa?

—Lo dijo, pero yo quiero caerles bien a sus padres.

—No necesitan tener una aprobación para salir.

Yo miré por la ventana y me quedé en silencio por un segundo al mirar hacia afuera. La base de mis miedos era que antes no fui un hijo perfecto y que en mi pueblo no me percibían como una persona buena.

—¿Cómo van con tu emprendimiento? —le sugerí a Mina solo para desviar la conversación—. ¿Qué tal?

—Bien —respondió ella, sonrojada—, ha podido pagar unas cuentas que tenía atrasadas. Ya no me siento tan preocupada por todo esto.

—¿Cuál es tu emprendimiento? —preguntó Aaron.

—Una tontería —dijo ella—, pero eso no es tan importante. Vendo manillas, collares...

Casi dejé salir una risa. Mina me echó una mirada significativa. Aaron le gustaba tanto como para dejarle saber que estaba vendiéndole fotos de pies a un pervertido.

—Es una muchacha muy dedicada y bonita —dije para Aaron.

—De eso ya me di cuenta —dijo él.

Los dejé que siguieran hablando ellos hasta que llegamos al parqueadero. Ahí estaba Franco esperándonos. Él estaba vestido informal, pero guapo como siempre. Me vio a través de la ventana y me sonrió, sonreí de vuelta. ¿De qué discutieron con Sana? ¿Acaso implicó algo más que una discusión y escaló a algo más?

Quise dejar de pensar en cosas que implicarán a Franco y Sana. Quería disfrutar esa noche y no pensar en locuras. Todo lo que mi mente había maquinado eran puras bobadas. No debía pensar en ello. Franco me abrió la puerta. Yo me puse la chaqueta en el brazo y bajé. Él pasó su mano por mis hombros y me apegó a su cuerpo. Yo respiré hondo.

—¿Cómo estás? —preguntó.

—Genial —respondí. No quería confrontar esas cosas en presencia de mis amigos y, tal vez, sería una tontería—. Me encantan tus zapatos.

—Los acabé de comprar, ¿sí están lindos?

Asentí.

Junté mi mano con la de él y acoplé nuestros dedos. Le di un apretón y una gran corriente me recorrió el cuerpo. Él me sonrió como si supiera qué me pasaba debajo de la piel. Llevó mi mano hasta su boca y me dio un beso en el dorso. No pude evitar sonrojarme.

SNOWY Ⓓ [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora