Capítulo Uno

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Se dejó caer en la banca y golpeó el suelo con sus pies

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Se dejó caer en la banca y golpeó el suelo con sus pies. «¡Maldición!» gritó en sus pensamientos mientras se llevaba ambas manos a su rostro, y en consiguiente, comenzar a llorar sin consuelo de una forma exagerada.

Ya era la cuarta vez que recibía una pésima nota.

¡Estaba perdido! si volvía a reprobar tendría que volver a cursar esta asignatura el otro año...

¡Un completo infierno!

Con sus puños golpeó la madera y se quejó ante el dolor: — ¡Mierda! —gritó a todo pulmón enfadado por las circunstancias de su situación— ¡Cómo me puede ir tan mal! ¡Si tan solo es el segundo semestre!

Todo iba mal a peor, lo cual provocaba que cada vez surgían más obstáculos en su camino.

Uno más profundo que el anterior.

Sí, sus padres le advirtieron desde un principio que estudiar medicina no es su fuerte, pero como es testarudo y se deja llevar por sus sueños, este chico no les hizo caso.

"Después no vengas llorando con nosotros"

Al recordar las palabras de su papá, un escalofrío recorrió su espina dorsal ya que si volvía, esta claro que le iba a reprender.

— Y no solo eso, me va atacar con sus demandas del porque me fui de la casa... —Agacho su cabeza como si estuviese falleciendo—.

En parte, sus padres siempre han sido protectores como también le han dado todo, lo cual, cuando les dijo que quería estudiar algo relacionado no con su ámbito y lejos, estos no accedieron.

Solto unas rodillas nerviosas al recordar el día que se fue de la casa por su propia cuenta —casi como escapando— y vio a esos dos estaban a punto de colocar una orden para retenerlo.

— Que más se puede esperar de dos abogados —cerro sus ojos y forzó un pequeño arquear de labios—.

— ¡OLIVIER!

Por un horrendo grito, levantó su cabeza y de inmediato intentó enderezarse pero ante alguien que se abalanzó y lo abrazo por atrás, lo único su consiguió hacer fue ser zamarreado como un peluche.

— ¡Idiota! ¡Te estuve buscando por todos lados! —espetó la joven moviendo de un lado a otro a Olivier— ¿¡Cómo te atreves a irte sin mí!? ¡Qué descarado e insolente eres!

Ya estaba acostumbrado a este tipo de tratos, y más cuando se trataba de una niña recién salida de la escuela. Aunque  cuando sintió como lo dejo de mover y ahora aquella se quedo delante de él arrugando su nariz mientras que sus mejillas se teñían de un rojo por su enojo, no evito sonreír y dejar en el pasado todo ese acto bruto.

¡Pero qué adorable!

— Disculpame. Es solo que... Tenía algo que hacer.

El dedo índice de su amiga se aproximó a su rostro: — ¡La próxima vez envía un mensaje! ¿¡Okey!? Así no volveré a esperarte afuera del aula como una tonta. ¡Idiota!

Sugar DaddyWhere stories live. Discover now