Capítulo Tres

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— Además, puedo percibir que tu cuerpo está dispuesto a cooperar

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— Además, puedo percibir que tu cuerpo está dispuesto a cooperar.

Con impulso y coraje levantó su pie y piso el ajeno provocando que aquel lo soltará.

— ¡He dicho que no! —gritó a todo pulmón y casi en sonrojo. Ordenó su ropa y volvió a dirigirse al hombre— Por favor, le pido que se retire, ya pasan de la diez así que voy a cerrar la cafetería, o si no, llamaré a la policía.

El hombre soltó una carcajada, se levantó con el fin de aproximarse dónde la salida: — Quiero mi dinero antes del viernes.

¡Imposible! ¿¡cómo va a juntar esa cantidad de billetes en solo seis días!

— P-pero...

La puerta se cerró impidiendo hablar. Su hija es tan buena, amable y adorable —bueno ni tanto— pero su padre, es todo lo contrario.

— Ahora entiendo las palabras de Lyria... Maldición.

Al salir del lugar, de inmediato sintió pequeñas gotas caer en su rostro, sí está lloviendo y lo peor es que no trajo su paraguas. Suspiro, como siempre su día va de mal en peor. Bajo las cortinas metálicas y luego le colocó candado con el fin de dejar seguro el local. Cubrió su cabeza con su gorro y luego se llevó las manos a los bolsillos de su chaqueta.

Tenía que admitir que caminar en la noche era tranquilo, sin embargo, bajo la lluvia, no era para nada lindo.

Las calles estaban completamente desiertas, sí, era un poco peligroso caminar de noche, pero, agradeció que estuvieran iluminadas, porque si no, claramente le podría pasar más de algo.

Se detuvo al ver que el semáforo cambió a un rojo, lo cual, le impedía cruzar a la otra vereda. Por unos segundos espero a que diera verde, sin embargo, cuando cambio de color no continuó caminando por el simple hecho que un auto se detuvo delante de él con el vidrio abajo dejando ver al chofer.

— ¿¡Me estás acosando o algo por el estilo!?

Observo a ese hombre, ¡esto ya es demasiado! ¿¡incluso lo seguía!? ¿¡acaso no le bastaba con ir a su lugar de trabajo!?

— Cambie de parecer, el dinero lo quiero el martes y sin falta.

El auto arrancó sin dejar que aquel pudiera responder por segunda vez.

— ¡Miserable! —grito corriendo y quedando en la mitad de la calle— ¿¡Quieres que te lo entregue en tres miseros días!?

«¿¡Por qué me hace esto esté sujeto!? ¿¡qué le he hecho yo!?». Otra vez gritó. Pensó que le iba decir si quería que lo llevará a su casa, era lo menos que podía hacer en estos momentos, pero, aquel sí que es un descarado. «Sinceramente Lyria, ¡tu padre es el mismísimo diablo!».

Volvió a caminar e intento mantener la calma.

Al llegar al edificio, subió las escaleras hasta llegar al piso de su departamento.

Sugar DaddyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora