Capítulo Seis

28.8K 2.2K 306
                                    

Anotó los pedidos de las personas y se dirigió donde la barra para traer los cafés

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Anotó los pedidos de las personas y se dirigió donde la barra para traer los cafés.

— Que agotador —susurro pasando una de sus manos en su rostro—me hubiera enfermado, así estaría descansando y la licencia me la pagarían completa... Jodida suerte que tengo

Vaya que se notó su sarcasmo.

Colocó en la bandeja los cafés y los pasteles para entregarlo. Otra vez se dirigió donde una mesa y esperó a que las personas pidieran  «malditos par de lentejas» pensó por esa pareja que se demoraba en ordenar.

Sus ojos observaron a través del vidrio, sí faltaba poco para que el sol se ocultará. Sus orbes se movieron a la vereda de enfrente y vio a un hombre, no un chico «¿Ian?». Se tensó y nuevamente bajo la vista para escribir el pedido de esas personas.

Con rapidez se dirigió a la máquina y comenzó a usarla.

— ¿Qué está haciendo aquí?

Nuevamente giró y vio como aquel joven continuaba en la misma posición «le advertí que no se me acercará, no obstante, debí suponer que él no cumpliría su palabra».

El sonido de la puerta lo alertó, de inmediato se alegró al ver a aquel hombre, pero, ¿desde cuándo estaba feliz por verlo?. Dejó los vasos donde las personas, sacó su libreta y fue donde Paín.

— ¿Qué deseas para comer?

El hombre movió sus iris azules: — Nada, solo a ti —el joven se sonrojo y a la vez hizo una mueca— Te espero hasta que termines de trabajar...

— Esta mesa... —le interrumpió— la puede ocupar un futuro cliente —exclamó— así que como no vas a ordenar nada, es mejor que te retires.

Paín cambio su sonrisa a una expresión seria, tomó el menú y lo leyó «niño caprichoso pero astuto» pensó.

— Un capuchino de menta doble y un pedazo de torta de merengue.

El joven no desperdicio el papel en escribir. Con rapidez se dirigió a la vitrina y comenzó a trabajar en el pedido del señor White.

— Que jodido estoy, ¿por qué me están acosando? si yo no tengo nada de bueno.

Avanzó hacia Paín y dejo las dos cosas con la finalidad de volver a la vitrina y esperar.

— ¿El azúcar?

El chico movió sus labios enojado: — El capuchino de menta no necesita azúcar, por el simple hecho que ya es dulce.

— Igual que yo, un sugar daddy ¿no crees? —Olivier se sonrojo, entendió perfectamente aquel inglés. Paín volvió a ver y otra vez hablo— ¿Y mi tenedor?

El chico bajó su mirada, oh sí, no se percató de ese detalle. Con rapidez volvió a su puesto y retiró un servicio de la caja.

— Disculpe mi descuido —extendió el cubierto—.

Sugar DaddyWhere stories live. Discover now