Capítulo Ocho

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Capítulo Ocho. Gian Caccini.

Estaba seguro que Hades me había hecho brujería. ¿Cómo estaba seguro? Ayer hubiera sido una noche fantástica si ella no hubiera ocupado mi mente toda la estancia mientras estaba con otras chicas.

La cabeza me iba a explotar del dolor que sentía; definitivamente me había pasado de tragos. Estaba entre seguir durmiendo o comer, pero al final gano lo segundo porque mi estómago se encontraba vacío. No estaba sorprendido al ver a Hades cuando baje las escaleras, puede haber olvidado muchas cosas anoche, pero no olvide que cite a Hades el día de hoy.

Solo compartimos unas cuantas palabras antes entrar a la cocina para calentar algo para comer. Al almuerzo se nos unió Hades y los chicos que estaban dependiendo de mi para comer. Está preocupado por Jawad que no aparecía desde anoche que se fue con algunas chicas. Sabía que cuando tenía problemas con la novia, su personalidad cambiaba por completo.

Al comer, charlamos un poco y le di un beso en la mejilla a Hades. Pero estar al rededor de ella me hacía actuar como un idiota. Solo unas cuantas palabras y ella ya me tenía babeando.

—¿Podemos ir a la galería antes de pasar por el trabajo?—preguntó y le di una mirada a los chicos para que decidieran si querían ir o no.

—Por nosotros esta bien, nos gusta ver cosas nuevas.

—Bueno, si ellos quieren no soy quien para negarme.—soné un poco desinteresado, pero no era intencional.

Cuando vi el desagrado en el rostro se Hades, supe que no le había gustado mi respuesta. Ahí perdí puntos con ella.

—Puedo dejarte en la oficina y luego me voy con los hombres que si tienen buenos gustos.—sonrió.—Me hace llegar su respuesta por correo.

Sin más lanzo su bolso a la silla para luego irse fuera de la cocina.

—Siempre lo arruinas.

—No hice nada. Háganme el favor de recoger los platos mientras yo voy con Hades.

—¿Qué vas hacer con Hades?—preguntó Konstantine. Su sonrisa solo mostraba que se estaba burlando de mi.

—Nada que les importe. Y llamen al perro de Jawad que no ha aparecido y no quiero enterarme por las noticias que esta muerto.—salí de la cocina.

Camine hacia la sala de estar para verla sentada con los brazos cruzados viendo un programa para niños. Con razón Ares la había descrito como una niña pequeña.

Me senté a su lado sin decir nada, ella se giro a verme para luego volver su vista al televisor.

Suspire. Era ahora o nunca.

—Lo siento si te ofendí de alguna manera, no era mi intención.

Ella se giro a verme con una sonrisa. Esa sonrisa como si hubiera ganado alguna partida de póquer.

—Está bien, pero no te quiero en mi galería.

No me sorprendía la actitud que tenía, parece ser algo típico de ella.

No tenía que estar disculpándome, no tenía que estar aquí con ella y sobre todo no me tenía que sentir tan bien con ella. Se supone que estábamos jugando.

—¿Qué quieres?—dije después de unos segundos, y esas fueron las palabras mágicas para tenerla en mi regazo abrazándome por el cuello.

Su rostro estaba demasiado cerca del mío, sentía la necesidad de acortar la poca distancia y atacar sus dulces labios.

Dulce VenenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora