Capítulo Dieciocho

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Capítulo dieciocho.
Hades Athens.

Al entrar al auto se desató el infierno con una discusión entre mi padre y yo. Era horrible, por no decir doloroso. Tal vez es porque siempre fui una "niña de papi" que cada vez que era regañada tenía ganas de llorar.

Más cuando la víctima era yo.

—Entiendo porque tú madre se molesta contigo, si actúas como si fueras una niña pequeña.—regaño empezando a manejar.–No mides el peligro de nada, por eso pasan las cosas.

—¿En serio la vas a poner a ella de ejemplo? A una madre que se preocupa más por hijas ajenas que por la suya.—me burlé.

—Si fueras más considerada con ella, tal vez las cosas serían diferentes.

Solo quería tirarme del auto en movimiento.

—¿Fueran diferentes?—reí—Diferentes fueran las cosas si ella estuviera de mi lado desde el primer momento, cuando más le necesitaba.

—Ella hizo y aún está haciendo su mayor esfuerzo. Solo ves tu lado de la historia.

Mi padre estaba actuando particularmente idiota el día de hoy, sentía que eran ataques injustificados. Se estaba desquitando conmigo.

—Si solo veo mi lado se la historia es porque fui yo la que sufrí, soy yo la que sigo sufriendo.

Lo vi negar.

—Si estás sufriendo ahora es porque no quieres recibir ayuda.

—¡¿Crees que es fácil?!—grité al borde de llanto.—Es más fácil para ti y para los demás decirme que hacer. Joder. Yo en serio lo estoy intentando.

De verdad lo estaba intentando.

Tal vez no tomaba las mejores decisiones, pero estaba tratando la manera de liderar con esto sin sentir que voy a ser un problema o una carga.

—Hades...—intento decir algo, pero al final las palabras no salieron.

Mejor para mi, me encontraba demasiado dolida como para querer escuchar algo más.

—Por favor, no me hables en todo lo que falta del viaje.

Al llegar a casa, baje del auto sin querer escuchar lo que sea que mi padre tiene por decir. Escuché sus gritos en griego, lo que me daba a entender que su molestia era grande, pero aún así no dude en entrar a la casa rápidamente.

Para mi mala suerte, me encontré con mi madre en las escaleras pero le pasé de largo para ir rumbo a mi habitación. De verdad no tenía fuerzas para seguir discutiendo.

Me recosté en la cama, decidí cerrar mis ojos e intentar relajarme, sentía que la más mínima provocación acabaría conmigo. Para mi desgracia la tranquilidad no duró nada porque escuché como la puerta fue abierta.

—De verdad ya no tengo ganas de discutir, papá.—murmuré.

—No soy tu padre, pero aún así necesito respuestas.

Abrí los ojos al escuchar la voz de Artemis, quien quería ser un insoportable hermano mayor en el peor momento.

—De verdad no me encuentro de humor para tus estupideces.

Dulce VenenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora