Capítulo Cuarenta Y Uno

9.9K 682 69
                                    

Ya habían pasado cuatro días desde que me subí sin saber como estaba Gian, ya que se fue sin despedirse y no se ha contactado conmigo en ningún momento. En ese tiempo me vine con Damien al pent-house porque necesitaba espacio para mi y en casa no podía, aunque fue difícil asegurarle a mi padre que iba a estar bien por mi cuenta, en los días malos Damien estaba ahí para mi.

Me había cansado de llamar a Gian queriendo respuestas, se supone que estábamos en una relación donde hay confianza y apoyo, pero el solo me hizo a un lado. Me sentía patetica y ya me había cansado de insistir así que no llame más.

Damien no se encontraba en casa ya que inicio su trabajo en el hotel y eso me hacía sentí sola, así que llamé a los chicos para que mi hicieran una visita y no se negaron.

De hecho, ya estaban aquí haciendo un desastre de comida y bebidas ya que ninguno elegía que quería comer.

—Son un desastre.—me quejé tomando mi bolsa de McDonald's para dejarme caer en el sillón.

Se giraron a verme y sonríe.

Konstantine tomó sus cosas de kfc, junto con una lata de cerveza y se sentó a mí lado, mientras los demás decidieron quedarse en el suelo y comer en la pequeña mesa decorativa.

—Te ves horrible.—dijo Jawad señalándome con su cuchara ganándose un golpe por parte de Archilles.

—Podías ser más sutil.—se quejo el griego y Konstantine río.

—Es cierto, no te ves como antes.—me examinó.

Rodeé los ojos y me aleje de él para que no siguiera tocando mi rostro.

—No he estado durmiendo bien, nada de que preocuparse.—me encogí de hombros restándole importancia.

Tenía días buenos y otros malo donde no podía dormir nada así que me ponía a pintar hasta que saliera el sol y Damien me regañara. Llamé a la doctor para decirle que iba asistir a mis terapias.

—¿Pudo cambiar de canal?—preguntó Konstantine después de unos minutos y asentí pasándole el control.

Comíamos en silencio hasta que el teléfono de Jawad empezó a sonar, cuando vio de quien era, se ahogó con la bebida. Me miró nervioso y no tardé en entender de quien era la llamada y me abalancé sobre el para obtener el teléfono.

El lugar se lleno de gritos y empujones, pero al final salí ganadora.

—No te cuesta nada enviarme un jodido mensajes, ¿lo sabes?—dije apenas conteste.

—¿Hades? Pásame a Jawad.

No lo podía creer.

—¿Eso es lo único que dirás?—me senté en el sillón individual con la mira de todos en mi.

—No quiero discutir contigo ahora.—se escuchaba cansado, pero no me interesaba.

—¿Crees que yo si? Estaba preocupada por ti; pero ahora me confirmas que pudiste llamar a todo el mundo menos a mi.—tome aire para no llorar como una adolescente con su primera ruptura amorosa.

—Es algo que hablaremos de frente, no seas de esa novias que agobian.

—No te preocupes, no seré de esas.

—Me alegra saberlo, ahora pásame a Jawad.

—No seré de esas novias porque tu y yo terminamos.

Lo escuché reír, pero era una risa sarcástica.

—¿En serio? ¿Terminamos porque yo he estado ocupado?—preguntó incrédulo.

Y está vez ni siquiera contuve las ganas de llorar.

Dulce VenenoWhere stories live. Discover now